Cómo querer cometer un asesinato y tener que aguantarte. Pokhara nos espera.
Tal como suponía, la noche no fue muy buena.
No sólo la cama no acompañaba sino que no paró de entrar y salir gente del hostal durante toda la noche.
Como la puerta principal estaba cerrada, llamaban al dueño a golpes para que bajase a abrir.
Por no mencionar que estoy empezando con mis días femeninos y el dolor vino a visitarme.
Sin embargo, cuando sonó el despertador, salté de la cama de las mismas ganas que tenía de marcharme.
Nos pusimos la misma ropa por quinto día consecutivo, con la tranquilidad de saber que en cuanto llegásemos a nuestro destino podríamos lavarlo todo y empezar a usar ropa limpia de nuevo.
Caminamos un ratito hacia la zona donde se colocan los buses turísticos.
No hemos reservado tiket porque es temporada baja y nos han dicho que no habrá problema.
Cuando llegamos al sitio, una larga hilera de vehículos aguardaban la llegada de turistas.
Como buitres, empiezan a coaccionarte para que te subas al suyo.
Miramos varios buses desde fuera hasta que uno muy nuevecito nos covence. Sacamos un precio mejor al que nos ofrecían inicialmente y nos montamos.
Como todavía queda un rato para partir, bajamos a tomar un cafelillo y a charlar con el dueño del bus.
Hemos visto que en cada asiento hay un enchufe. Nos viene genial porque llevamos la tablet sin batería y si la cargásemos podríamos ir mirando cosillas para que las 7 horas de viaje se nos hiciesen más amenas.
Antes de iniciar el viaje, vamos al baño que el dueño del bus nos ha dicho que sólo paran a desayunar y a comer.
Le he contado mi problema con el pipí y me ha dicho que no me preocupe, que cuando necesite ir al baño hable con el conductor y arreglado.
Si tenemos en cuenta que es primera hora de la mañana (cuando más pipí fabrico), que estoy «femenina» y que hace frío (cuando se fabrica más pipí tambien), todo apunta a que dos paradas en 7 horas no van a ser suficientes.
Pasadas las 7 de la mañana, llega el conductor con sus dos ayudantes y nos subimos al bus.
Enchufamos la tablet y el enchufe no funciona.
Preguntamos al dueño y nos dice que ahora después funcionará.
Suponemos que cuando nos pongamos en marcha.
¡Primera mentira!
Nos ponemos en marcha y aquello sigue sin funcionar.
Le preguntamos a uno de los ayudantes del conductor y nos dice que ni funciona ni va a funcionar porque está roto.
Como ya vamos en marcha y el que nos ha vendido los tikets se ha quedado en Katmandú, no podemos pedirle cuentas.
Así que bueno, tampoco pasa nada.
Salimos de Katmandú a las 7:15, pero a las 7:45 mi vejiga ya estaba al borde de la explosión.
Como hay mucho tráfico y cada dos por tres pasamos por baños públicos, aviso al ayudante del autobusero de que necesito un baño.
«10 minutos», dice el niño, que no tendría más de 16 años.
¡Segunda mentira!
A las 7:55, pasados esos 10 minutos, para no ser impertinente, me aguanto un poco más.
Si a las 7:45 mi vejiga ya no podía más, a las 8:00 aprieto las piernas con tanta fuerza que me voy a hacer cardenales.
Manu, que se da cuenta de que lo estoy pasando mal, se levanta para recordarle al muchacho que necesito un baño.
«5 minutos», dice ahora.
¡Mentira número 3!
A las 8:20, más de media hora después de que mi vegija estuviese al borde de la explosión, aún no habíamos parado.
Sentada con las piernas cruzadas, las manos en la barriga de lo que me dolía la tripa por la regla, sudando y con escalofríos porque realmente ¡ya no podía más!
¡Ni hablar podía!
Manu que se vuelve a levantar, un poco más alterado de la cuenta por la descortesía del muchacho y el conductor, les pide por favor que paren cuanto antes.
Yo, mirando las escaleras de la puerta de entrada, barajando la idea de usarlas como meadero de un momento a otro.
Medio llorando, y mira que yo no suelo llorar, le pido a Manu por favor que lo vuelva a intentar.
La educación y los buenos modales se nos habían agotado a los dos, sólo que yo no podía ni moverme, ni mucho menos articular palabra.
¡Al mínimo movimiento me meaba encima!
Casi a gritos y con la ayuda de varios señores que veían que lo estábamos pasando mal, conseguimos que el conductor pare en un área de descanso por la que estábamos pasando en ese preciso momento.
Si no nos llegamos a poner por las malas tampoco hubiesen parado ahí.
Os juro por mi vida que hubiese meado en las escaleras delante de todo el mundo.
¡Lo pasé realmente mal!
Y Manu, de verme así, seguro que lo pasó peor que yo.
Bajé las escaleras corriendo y me metí en el primer baño que encontré.
¡El que tenía la puerta rota!
Con una mano sujetaba la puerta mientras con la otra intentaba no mojarme los pantalones.
No conseguí ninguna de las dos cosas.
Cada medio segundo alguien intentaba abrir y cuando terminé, mis pantalones habían sufrido las consecuencias de mi desesperación.
Con la ropa de hace 5 días…y meada.
Ríete, ríete, pero no fue nada gracioso.
Fue un verdadero calvario.
Me hinché a darle las gracias a los señores que habían intercedido por nosotros, a pedirle perdón a Manué por haberle hecho pasar un mal rato y a echarle miradas asesinas a los mal nacidos del autobus.
¡El peor viaje de mi vida con mucha diferencia!
Lo compensamos comprando galletas de chocolate e intentando aguantarnos el instinto asesino.
¡Qué suerte que es una compañía de autobuses con página de facebook!
«Salvtion Adventure Travels», se llama.
¡Bonitos comentarios que les vamos a dejar!
Al llegar a Pokhara con el día tan fabuloso que hacía, no tenemos ganas de buscar alojamiento.
Vamos directamente a un sitio que nos habían recomendado y nos quedamos sin mirar ninguno más.
La verdad que nos gustó y el dueño nos pareció majísimo.
El día no nos dió para mucho.
Ducharnos, comer y dar un pequeño paseo fue todo lo que hicimos.
Un gran lago y las vistas de las montañas convierten a Pokhara en una ciudad con mucho encanto.
El restaurante que elegimos para comer y cenar, también por recomendación, nos agradó bastante.
El único inconveniente es que tardan una media de 40 minutos en servirte la comida.
Algo excesivo, considerando que no había nadie más que nosotros allí y estaban dos personas en la cocina.
Lo bueno es que la comida estaba riquísima y pudimos borrar el mal recuerdo del viaje.
A la mañana siguiente, después de un sueño reparador y de hacer algo de ejercicio, salimos a investigar.
Los estragos de la feminidad me hacen estar algo floja.
Es por ello que alquilamos una moto para no tener que andar demasiado.
El dueño de la moto, apestando a alcohol, nos pide 1.800 rupias por unas horas.
¡Te has pasado con la ginebra chato!
Acabábamos de preguntar en otro sitio y nos la dejaban en 900, con gasolina incluída.
A los 5 minutos, esas 1.800 rupias pasan a 900 y aceptamos el trato.
Cuando le pide a Manué el pasaporte hasta que le devolvamos la moto nos echamos a reír.
¡Antes nos arrancamos los ojos!
El pasaporte ya no se aleja de nosotros en ningún momento.
O eso, o mi Paqui me cuelga de un pino.
La moto nos ofreció la posibilidad de subir a un mirador desde el que pudimos disfrutar de unas vistas espectaculares.
Al mismo tiempo, nos permitió recorrer la ciudad para darnos cuenta de lo turística que es.
La zona del lago está plagada de hoteles y restaurantes pensados única y exclusivamente para el turista, donde no vamos a ir.
Para mañana tenemos planes interesantes pero hoy, ya toca descanso.
UN ABRAZO DE LOS GRANDES
El viaje ha sido traumático, pero vosotros estáis guapísimas.
Feliz descanso pareja.
El viaje ha sido traumático, pero vosotros estáis guapísimos
Feliz descanso pareja.
Graciaaaaasssss ?
Que guapos ,de verdad,como dice Puri!!!
Guapiisimos <3 <3
Q sepas q m voy a volver a acostar tarde x tu culpa…ciertamente q te mato si t separas del pasaporte o si bebes más liquidajos de esos llamado «agua»…???Q mal rato con el pis…pobrecilla mía…los chinacos renegridos son así,a todo te dicen que sí con sonrisa,y luego hacen lo que les sale…q barbaridad!Por lo menos…la cosa acabó bien…podìa haber sido peor.Besos
Sí sí, podía haber sido mucho peor porque me puse malísima. Pero vamos que en este país, como en todos, hay gente idiota y gente encantadora ?