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Ubud

CLASES DE COCINA BALINESA, PLAYAS PRECIOSAS Y MUCHO MÁS

6 mayo, 2017 por taniacarrasco 2 comentarios

Bali da para mucho y nosotros estamos con las pilas cargadas. Hoy, cocina balinesa y la historia de cómo comer sin explotar.

A los 4 nos apetece mucho lo de las clases de cocina. A mi porque me gusta comer y a los demás porque les gusta cocinar.

Como nos han dicho que las clases de cocina son de 8 a 14, queremos desayunar abundantemente para poder aguantar hasta las 2 sin comer. 

Tenemos que desayunar a las 7 y van a ser muchas horas con el estómago vacío, viendo pasar comida por delante de nuestras narices.

Desayunamos como si no hubiese un mañana: huevos, salchichas, bacon, pastelitos, tostadas, varios cafés, fruta…Vamos que cuando acabamos de desyunar no podíamos andar, sólo rodar.

Suerte que el profe de cocina nos viene a buscar en coche para darnos una vuelta por el mercado local, antes de empezar con las clases.

Hemos desayunado tanto, que pasearnos entre comida nos produce naúseas. Bueno…pasearnos entre comida y pasearnos entre «esa comida».

El mercado tenía una pinta bastante turbia…Si Sanidad pasase por allí no dejaba ni el puesto del incienso.

María Luisa reza porque no sea en este mercado donde tenemos que comprar la comida que luego cocinaremos en las clases. Gracias al cielo, la comida ya estaba comprada y el paseo por el mercado era sólo un paseo de cortesía.

Durante el paseo, el profe de cocina balinesa se para en un puestecillo donde hacen unos dulces color verde, y nos invita a probarlos.

Yo, con la excusa de que llevo aparato en los dientes, rehúso la invitación y me salvo de aquello. Manu, María Luisa e Iván, no tienen más remedio que probarlo y después buscar un sitio para tirarlo. 

 

Después del paseo por aquellos puestecillos antihigiénicos, montamos en el coche y partimos hacia el lugar donde realizaremos las clases.

Hicimos de todo: las salsas, la carne, los aliños, las bolas de atún para la sopa, el postre…

 

El profe se quedó flipado cuando vio la rapidez con que Manué cortaba la verdura. Parecía un chef. Después me miró a mi, malamente, porque claro, entre que el cuchillo pesaba más que yo y que me había apuntado a las clases por no quedarme sola en la villa, imagínate.

Además, debe ser que no están muy acostumbrados aquí a que la mujer no haga las cosas típicas de mujeres.

¡Conmigo tenías que dar!

 

Nada más empezar las clases nos contó que para ellos lo normal es cocinar por la mañana y comer de esa comida durante todo el día. Ahora vamos entendiendo un poco cómo funcionan por aquí.

Nos cuenta también que las mujeres son las que se levantan, bien temprano, para hacer la compra y prepararle el café a sus maridos. Una vez que el café ya está hecho, ellos se levantan para seguir tocándose los huevos, pero en posición vertical, para que el riego sanguíneo les baje de los huevos a los pies.

Pues eso, que conmigo tenías que dar…

Las clases de cocina son divertidas, sólo hubo un pequeño contratiempo…

 

Como lo normal es que las clases sean para un número grande de personas y nosotros sólo somos 4, en lugar de terminar a las 2 del medio día ¡terminamos a las 11 de la mañana!

Vamos que ni siquiera habíamos empezado a hacer la digestión de la panzada de desayuno que nos habíamos metido, cuando ya teníamos la comida preparada.

 

Cuando a las 11 nos dicen que ya hemos terminado y nos ponen delante 4 cuencos de sopa para que empecemos a comernos todo lo que hemos cocinado, nos miramos y casi vomitamos al unísono. 

Manu coge la cuchara y pega un par de sorbos. A la media hora, María Luisa y yo hacemos lo mismo, pero Iván no fue capaz ni de oler la sopa.

Le decimos al profe que nuestros cuerpos no toleran ni el agua hasta dentro de unas horas y que si puede ponernos la comida para llevar. Aunque parece que no le hace mucha gracia, accede y nos vamos, con dos bolsas llenas de tappers, a la villa a seguir haciendo hueco en el estómago.

clases de cocina balinesa terminadas

Como no podemos hacer nada que requiera mucho movimiento y el día está siendo soleado, vamos a flotar en la piscina, cual ballenas después de darse un festín.

¡Qué gusto de piscina y qué dura va a ser la vuelta a la realidad mochilera!

Pasadas unas cuantas horas, decidimos que ha llegado el momento de comernos lo que hemos cocinado. Aquello picaba tanto que Iván y María Luisa no quisieron abusar.

Yo comí bien y Manu no dejó ni un granito de arroz. Fijo que hoy no cenamos.

 

Por la tarde nos vamos a ver mercadillos, a ver si hacemos algunas comprillas. Los mercadillos no me gustan nada, mucho menos cuando hay que regatear a toda costa, pero siempre encuentras algún recuerdo curioso.

A la hora de cenar, buscamos un sitio para que María Luisa e Iván puedan comer algo, mientras nosotros nos tomamos una manzanilla. Nuestros estómagos habían llegado a su límite por hoy.

Antes de volver a casa, nos queda una parada en un supermercado. Nuestros amigos quieren comprar algunas cosas y María Luisa se está volviendo loca buscando algún regalito para su madre y su hermana.

Dimos vueltas durante un buen rato y nos reímos como no está en los escritos. Sobre todo cuando vi que el supermercado tenía una sección de pelucas y me planté una sin que los demás se diesen cuenta.

¡No me reconocieron! Y sólo me puse una peluca morena de pelo largo, que era bastante parecida a como yo tenía el pelo antes. Pero claro, esta gente no me conoció en aquella época tan lejana…

El día siguiente es día de playa. Nos han hablado de la virgin beach, que no la conocíamos, y vamos a aprovechar para ir con ellos. Tenemos casi dos horas de moto, así que esperamos que merezca la pena.

Antes de llegar a la virgin beach, paramos en otras cuantas playas famosas que son un auténtico mojón (Padanbai y Candidasa). No hay que ir allí para nada.

Durante el trayecto, y debido a este odio irracional que nos tiene el google maps, nos metemos por caminos poco transitables para los cascajos de moto que llevamos.

Uno de estos caminos te sacaba a la autovía, si eras capaz de subir una pendiente de arena casi vertical. Manu, sin plantearse si quiera la posibilidad de dar la vuelta y coger un camino más decente, enfila la cuesta.

¡Ay mi madre que voy para atrás con doble voltereta y acabando en tirabuzón!

Pero no, llegamos a la autovía sin problema.

A lo lejos, vemos que Iván para la moto, bastante antes de llegar a la cuesta, para que María Luisa se baje. Lo entiendo perfectamente, porque con la cantidad de piedras y baches que había íbamos a acabar con la espalda hecha pedazos.

Además, es mucho más inteligente subir esa cuesta sin demasiado peso, pero a mi nadie me dio la posibilidad de bajarme…?

Iván enfila la cuesta, María Luisa le sigue por detrás, pasito a pasito, y a mitad de la cuesta se para:

«Manu, Manu, que no subo, que no subo», o algo así debió decir.

María Luisa detrás y yo pensando: «Como ahora se le vaya la moto para atrás van a hacer la croqueta los 3: Iván, María Luisa y la moto».

Manu salta de nuestra moto y va corriendo a socorrerle…Yo, por no ser menos, me bajo también para ayudar a María Luisa que ya estaba sujetando la moto por detrás, ella solita.

Manu se monta detrás con Iván, le dan al acelerador y llegan a la autovía con la ayuda indispensable de María Luisa y yo, empujando por detrás.

Sin nosotras hubiese sido imposible conseguirlo?

Resultado: Manu se queda sin chanclas.

Aquellas chanclas baratísimas y estupendas que se compró en Sri Lanka al principio del viaje, se rompieron en el esfuerzo y hubo que despedirse de ellas.

Desde luego, han hecho su labor. No nos costaron ni 2€ y han durado 6 meses, siendo usadas todos los días.

Finalmente llegamos a virgin beach, que era nuestro principal destino para hoy.

Virgin beach es una auténtica maravilla: mucha arena, aguas cristalinas y limpias, y las olas justas para darte un baño tranquilo.

¡Nos encanta virgin beach!

Además, en todos los restaurantes de la playa te incluyen las hamacas en el menú. Si te comprometes a comer allí, te ponen tus hamaquitas, con tus toallitas y se está divinamente.

Así que eso hicimos…pasarnos el día en la playa, comer pescadito (menos yo que pedí una sopita de tomate) y tostarnos al sol. Pero como teníamos tantos km de vuelta y aquí anochece muy pronto, tuvimos que marcharnos antes de lo que nos hubiese gustado. 

Llegamos a casa con el culo completamente dormido de tanta moto. Bueno, a María Luisa no sólo se le durmió el culo sino que se permitió el lujo de dar alguna cabezadita en la moto. Podíamos haber perdido a la chiquilla por el camino, sin darnos cuenta.

Es la última noche en la villa y nos morimos de la pena.

¡Qué rápido pasa el tiempo leñe!

Estamos pensando en la posibilidad de secuestrarles, atrincherarnos en la villa y quedarnos unos días más. Con lo lentos que son por aquí, entre que se dan cuenta, que llaman a la policía, que la policía viene y nos saca de la villa…podrían haber pasado otros 5 días, con sus 5 noches, tan ricamente.

Pero bueno, no nos la queremos jugar y habrá que aceptar la situación.

Es la última noche pero mañana tenemos el día enterito para disfrutarlo con nuestros amigos. Su vuelo no sale hasta las 12 de la noche y la idea para aprovechar el último día es la siguiente:

  • nos levantamos muy temprano,
  • nos indigestamos de nuevo con el último desayuno,
  • nos llevan en taxi hasta el sur, al hostal de Herman,
  • allí dejamos el equipaje y alquilamos otras dos motos,
  • les enseñamos la Karma Beach (nuestra playa favorita),
  • comemos en el mercado de pescado,
  • les dejamos nuestra habitación del hostal para que se duchen (porque ya que hemos ido nos quedaremos un par de días),
  • cenamos en un restaurante cercano que nos gusta mucho
  • y les despedimos cuando el taxi que les llevará al aeropuerto venga a recogerles.

Claro que esa es la idea inicial…luego ya veremos…

HASTA PRONTO MOCHITER@

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: Bali, cocina balinesa, día de playa, Indonesia, Ubud, virgin beach

BALI ES NUESTRO: REIKI, PURIFICACIÓN, LUWAK COFFEE Y CENA CARA

5 mayo, 2017 por taniacarrasco 4 comentarios

Hacerle reiki a alguien de ciencias puras y que le funcione, es raro. Hoy toca día de purificación y de tirar la casa por la ventana.

Después del desayuno, Iván se encuentra indispuesto. Es lo normal después de un viaje tan largo y un cambio tan radical en la alimentación.

Nosotros llevamos aquí 6 meses y aún tenemos alguna que otra diarrea, pues imagínate para alguien que acaba de llegar y no tolera bien el picante.

Como María Luisa e Iván son de ciencias, entendemos que han traído medicación para cualquier imprevisto. La hemos traído nosotros que no nos medicamos casi nunca, pues imagínate si estamos hablando de una óptica y un médico.

Aunque damos por hecho que la medicación será su primera opción, Manu propone hacerle Reiki a Iván para ayudarle a encontrarse mejor. Manu me arregla a mi todos los males con el Reiki pero no para todo el mundo sirve.

Para nuestra sorpresa, Iván accede a dejarse tratar por Manué. 

Al cabo de un rato, cuando acaban con la sesión, Iván sale de la habitación con cara de sorprendido…«¿Qué me has hecho?», le pregunta a Manué ?

Para el bien de los 4, Iván empieza a encontrarse mejor. No podemos demostrar si fue por el Reiki o por cualquier otro fenómeno extraño, el caso es que al poco rato ya estábamos cogiendo las motos para seguir disfrutando de Bali.

El Templo Tirta Empul, es nuestro segundo destino.

El primer templo que vimos no recuerdo el nombre ni nada interesante que resaltar, a parte de los guapos que íbamos los 4 con el mismo sarong…

 

Otro detalle que podríamos resaltar es lo mucho que se le salen los ojos a los lugareños cuando ven a una muchacha blanca, sobre todo si encima tiene pechos…?

¡Gracias señor, por evitarme estos problemas!

Tirta Empul es un templo con piscinas, donde ponerte debajo de sus chorros te promete la purificación.

Al llegar, paga la entrada y ponte el sarong. ¡Qué mal huele la faldita esta leche!

A unos 200 metros de donde te han puesto el primer sarong, te venden otro si te quieres meter en las piscinas de purificación. 

¿Entonces para qué me han puesto el primer sarong en la entrada, si dentro tengo que pagar para ponerme otro?

¡Estas cosas me cabrean un poco!

Entre que no quiero pagar más, que el agua tiene que estar helada y que estoy en mis «días femeninos», me ofrezco a quedarme fuera y fotografiarles mientras ellos se purifican. 

Me alegro de mi decisión cuando veo dentro de la piscina a un señor dejando en el agua sus escupitajos, al más puro estilo de india (carraspeo exagerado y pollo pa fuera).

¡Qué bien que he elegido hacer de fotógrafa!

La verdad que cuando salen los 3 con el nuevo sarong, tan conjuntados y tan auténticos, se me pone cara de boba. ¡Qué guapos están así vestidos!?

Tirta Empul, Bali

Parece que se fuesen a poner a bailar los 3 al mismo tiempo, con un ojo para cada lado.

Se van metiendo uno a uno en el agua, congelada como si estuviésemos en los Alpes, y haciendo el ritual debajo de cada chorrito.

La verdad es que el espectáculo es muy bonito. Sólo espero que no se encuentren con el pollo del señor de antes. 

Mientras les fotografiaba a ellos, una muchacha española viajando sola, me pide si también puedo hacerle fotos a ella.

¡Claro mujer, trae para acá el móvil!

Llevo encima el móvil de María Luisa, el móvil de esta chica, mi mochila, la de María Luisa, las gafas de ella y las de Iván colgadas al cuello…con eso y con mi moreno playero, me falta decir «balato, balato» para que me confundan con una vendedora ambulante.

Purificados de arriba a abajo, salen del agua para secarse y seguimos viendo el templo. Como la comida del restaurante nos parece asequible, nos quedamos a comer allí.

Después, vamos en busca de las terrazas de arroz, tan famosas en Bali. No te sorprendo si te digo que nos perdimos, ¿verdad?

Cuando fuimos capaces de encontrarlas, nos bajamos de la moto y se acerca el «gorrilla» a cobrarnos.

¡10.000 rupias por moto, dice el notas!

¡Anda ya hombre! ¡Que llevamos un mes por Bali y no cuela!

Al final resulta que nos cobra la mitad sin rechistar, lo que quiere decir que costaba menos todavía.

Decidimos que las terrazas desde arriba son muy bonitas. ¿Para qué nos vamos a poner a andar entre arrozales si desde donde se ven mejor es desde arriba?

 

Mientras disfrutábamos del paisaje, pasamos al lado de un señor que vende sombreros hechos de hojas. Cuando le miro, me pide dinero para comer y se me cae el alma a los pies. Era un señor bien mayor, sin dientes, con las manos aún ágiles para permitirle hacer esos gorros que le sirven de sustento.

Le hago morritos a Manu para que me deje comprarle uno…Me ha recordado a mi abuelito Juan cuando se pasaba los días haciendo sillas con sus propias manos ?

 

La siguiente parada es la Elephant Cave. No tengo ni idea de qué es eso ni qué encontraremos allí…

A pesar de que llevamos todo el día rehuyendo visitar plantaciones de café, cuando nos lo han ofrecido 500 veces, acabamos entrando en una por casualidad.

Mi única intención era que María Luisa probase el Luwak Coffee. Ese café que dicen que es el mejor del mundo y que nosotros probamos en el hostel de Herman la semana pasada.

Al entrar en la plantación, un chico muy joven nos explica cómo hacen el café y nos enseña las jaulas donde viven las civetas (el animalito con el que hacen el negocio).

La civeta selecciona unos frutos que luego se come. Cuando caga lo que ha comido, esas bolitas sirven de ingrediente principal para la elaboración de este café. 

Ya te lo había contando, pero te lo recuerdo otra vez por si alguien se lo había perdido.

Después de la explicación, nos hacen una degustación de té gratis, si quieres degustar el luwak coffee lo tienes que pagar. Pero claro, eso no te lo dicen en los carteles…

Hay que reconocer que los tés estaban muy ricos…Eso sí, el café nos costó una pasta y estaba tan fuerte que no pudimos dar más de dos sorbos.

 

¡Este no era el recuerdo del luwak coffee que yo tenía!

Pero claro, una cosa es probar un preparado de luwak coffee con su leche, su azúcar y toda la porquería que le añadirán, y otra cosa bien distinta es probar el café en estado puro.

¡Te lo podías beber con cuchara de lo grumoso que estaba!

La visita a la plantación estuvo bien. No habríamos tenido otra manera de ver a las civetas ni de probar tantos tés diferentes. Quisimos comprar alguno en la tienda de la plantación, pero se nos salían totalmente del presupuesto.

Con altos niveles de teína en sangre, nos disponemos a visitar la Elephant Cave (cueva del elefante). El sitio era bonito y curioso, pero el único elefante que vimos era más pequeño que yo y estaba dentro de la cueva, en un rincón abandonado. 

¡Una turistada en toda regla!

Por no mencionar que entramos a un templo pequeñito que había en el recinto, donde un señor mayor nos cobró por ponernos arroz en la frente y hacer como que rezábamos con él…

 

¡6 meses de viaje y aún no las vemos venir!

Hoy, sí que sí, queremos llevarles al restaurante que no encontramos el otro día. Dando una vuelta por Ubud nos pareció volver a verlo y, si no nos lo han vuelto a cambiar de sitio, no tendríamos por qué tener problema en encontrarlo.

¡Lo encontramos pero no tienen mesa libre!

¡Chachi pilongui Juan pelotilla!

Como desde fuera se ve muy chulo y la carta nos convence bastante, decidimos esperar a que nos puedan dar mesa.

Yo me estoy haciendo pipí como una persona mayor, pido que me dejen pasar al baño y María Luisa se viene conmigo. Nada más entrar quedamos fascinadas con el lugar, pero cuando llegamos a las escaleras que suben al baño, acabamos de flipar del todo. 

 

Creo que hemos hecho bien en esperar…

Salíamos del baño cuando una camarera nos pregunta si estamos esperando mesa. Le digo que sí y me dice que ya podemos sentarnos, que hable con la chica del fondo.

Mientras María Luisa va a buscar a los chicos, yo me acerco a la chica del fondo…que me dice que no tiene mesa…

Le digo que tiene que tenerla porque una compañera suya me la acaba de ofrecer y, después de una pequeña discusión con otra de las camareras, me acaba dando una mesa del fondo.

¡Empezamos regular!

Tardan muy poco en tomarnos nota y ponernos la ensalada. La bebida rara que he pedido me deja en shock. ¡Qué delicia! Era una mezcla de mango, canela, pimienta…y no sé qué más…que me cautivó.

A los demás no les hizo mucha gracia…

El primer plato que llega es el mío, que menos mal que era frío. A los 10 minutos llega el de Iván, a los 15 minutos el de María Luisa y, ya estábamos terminando de comer los demás, cuando el de Manu no había aparecido aún.

Las camareras, pasando de nuestro culo en todo momento, no saben qué es lo que falta. Les explicamos tranquilamente y tardan otro buen rato en traer la cena de Manué.

¡Uy, uy, uy…que se está rifando una hoja de reclamaciones!

Se van a salvar porque la cena estaba muy buena. Un par de postres deliciosos remataron la jugada. El susto vino con la cuenta, donde nos cargaron un 20% de tasas, sin previo aviso.

Ay si supiese hablar balinés…

Esta cena era un capricho que nos queríamos dar, para honrar a la visita, pero se salía completamente de nuestro presupuesto. Si encima le añades un 20% de tasas, te ha jodido viva.

Empezamos los cuatro a rascarnos los bolsillos y ¡no traíamos dinero suficiente!

Manu cuenta varias veces, por si es que se había despistado en algún momento, pero nada; bueno, seguro que en un sitio como este se puede pagar con tarjeta…¡Pues no!

Así que le toca a mi cari salir a buscar un cajero para sacar más pasta.

Llevábamos un rato esperando a Manu cuando observo que hay un billete encima de una columna, allí a nuestro lado, justo donde se había puesto Manu a contar el dinero. Esto es lo que yo llamo una «manuelada».

Pero vamos, que ya me podía dar yo un punto en la boca, que siempre le dejo todos los cargos a él y encima me permito el lujo de criticar a mi cariño ?

Pero es que es tan gracioso…

Salimos del restaurante con un sabor agridulce: el sitio muy bonito, la comida estaba buena pero el servicio y las tasas nos machacaron completamente.

De repente, nos damos cuenta de que si hacemos el cambio a euros, nos hemos gastado en una cena cara, para 4, ¡30 euros!

¡Una ridiculez!

Nos entra la risa inevitablemente…

Al llegar a casa, después de la charla nocturna correspondiente, a dormir que mañana aún tenemos mucho por hacer. Nos hemos apuntado a unas clases de cocina balinesa y puede ser muy interesante. 

¿Que para qué carajo me apunto yo?, pues eso digo yo también…me podía haber quedado en la piscina más a gusto que un arbusto…pero nunca se sabe, ¿y si pasa algo interesante y me lo pierdo?

 

UN BESAZO GORDO

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: Bali, buena compañía, clear café, elephant cave, Indonesia, la mochila de tania, purificación, reiki, Templo Tirta Empul, terrazas de arroz, todo es mejor con amigos, Ubud

APROVECHANDO CADA RINCÓN DE UBUD EN LA MEJOR COMPAÑÍA

4 mayo, 2017 por taniacarrasco 2 comentarios

Ubud es un lugar que nos cautivó desde el primer día que llegamos, pero realmente lo estamos descubriendo ahora.

Ya sabes que habíamos estado en Ubud anteriormente, cuando llegamos con Silvia e Isaak. Sin embargo, esos días fueron de trabajo para mi y no pudimos hacer mucho turismo.

Como sabíamos que volveríamos cuando llegasen María Luisa e Iván, dejamos las visitas para hacerlas con ellos.

Acostumbrados a dejarnos llevar por Isaak, esta vez nos toca hacer a nosotros de guías…Habrá que ver si cumplimos con las expectativas…

La primera noche en la villa fue como tenía que ser: dormimos genial y nos levantamos súper motivados por descubrir el desayuno.

El restaurante de la villa también está en medio del arrozal y al lado de la piscina común. Desayunar con un paisaje así, con el cielo repleto de libélulas y con varios camareros para servirte, tampoco es algo a lo que estemos acostumbrados en este viaje.

Igualito que antes, que nos íbamos a Lisboa a todo tren y no teníamos que mirar si la mariscada costaba 100 euros o 200, y ahora regateamos por 40 céntimos…¡Cómo es la vida…de bonita!?

Nos sentamos a desayunar los primeros, tenemos que madrugar si queremos aprovechar el día.

Vemos que el buffet es bastante variado. Lo primero que hacemos, después de servirnos el café, es pedir huevos revueltos. Como los hacen en el momento, le explicamos al camarero: 1 huevo para María Luisa, 2 para Iván y para mí, 4 para Manu…

El camarero nos mira con simulado interés, no sabemos si porque no sabe contar o porque está recién levantado.

Cuando nos trae los huevos a la mesa, los 4 platos tienen la misma cantidad, así que deducimos que cuando nos miraba mientras le explicábamos lo que queríamos era porque estaba pensando: «claro, claro, vosotros pedid lo que queráis que ya llevo yo los huevos que me de la gana».

Aún así, el desayuno nos gustó bastante, el paisaje no tiene comparación y la conversación matutina nos suele durar varias horas. Si es que cuando estás a gusto…?

El primer destino de hoy es el Templo de los monos de Ubud. Cogemos las motos y tiramos para allá. El recinto es un paraje gigante, verde, con su río, sus árboles gigantes, sus mini templos y una ingente cantidad de monos.

Como lo primero que te dicen los carteles es que tengas cuidado con los monos, intentamos no hacerles mucho caso. Cosa complicada porque aquello está infectado de mandriles.

Es raro el turista que no paga por sostener un plátano entre sus manos para que los monos se le suban encima y tener la típica foto de recuerdo.

Nosotros nos vamos a abstener de plátanos y fotos con monos encima de nuestras cabezas. 

Estábamos mirando cómo una muchacha jugeteba con un mono subido a su espalda, cuando María Luisa se percata de algo. El mono estaba intentando abrirle la mochila a la chica para llevarse cualquier cosa. ¡No son listos ni nada!

Cual guardiana del bien nacional, ni corta ni perezosa, María Luisa corre a regañar al mono para que no le robe a la chica.

Al mono le hizo un montón de gracia que le jodiesen el negocio, así que lo siguiente que hizo fue atacar a mi amiga, intentando agarrarle de las piernas.

Menos mal que no lo hizo a conciencia, porque no era un mono pequeño precisamente, y María Luisa pudo sobrevivir.

Después de esto, se nos quitaron las ganas de acercarnos a estos simpáticos animales. Excepto cuando vimos a uno con el pitillo tieso y me tuve que echar una foto sí o sí.  

 

Después del Templo de los monos, seguimos en Ubud en busca de unas supuestas cataratas. Enfilamos el camino que marcaban las indicaciones y empezamos a caminar por mitad de la selva, bajo un calor de justicia, mientras veíamos pasar a los locales con pantalón vaquero largo y chaqueta con pelillo.

A mi no me podían sudar más partes de mi cuerpo y esa gente iba abrigada hasta las cejas…Aún nos estamos preguntando por qué.

Hacía tanto calor que casi nos da una pájara…

Caminamos, caminamos y caminamos, y de cataratas nada de nada. Tuvimos que parar a tomar un refrigerio antes de inicar el camino de vuelta.

¡Menudos guías estamos hechos!

Menos mal que el paisaje mereció la pena.

 

Después de comer, la intención es volver a la villa a disfrutar de la piscina privada tan estupenda que tenemos. Hemos pasado mucho calor en la caminata y no podemos parar de pensar en otra cosa que no sea la piscina.

Pero claro, no contábamos con Murphy y su graciosa teoría: se nubla el cielo y nos vemos obligados a cambiar piscina por siesta. ¡Y yo no soy de siesta!

Venga, vamos a mirar el lado positivo, la noche será completita y tampoco nos viene mal descansar un rato. 

Queremos cenar temprano y llevar a nuestros amigos a un espectáculo de danza balinesa muy famoso por aquí.

Nos disponemos a buscar el restaurante…que aún estamos buscando…y al final se nos echa el tiempo encima y tenemos que ver la danza antes de cenar.

Le compramos las entradas a una señora que las vende en la calle y nos sentamos a esperar a que empiece…

Dos filas de sillas nos indican que la afluencia de público será escasa, pero a mi me hace mucha ilusión esto del espectáculo.

Lo que allí vimos…no es fácil de definir. Entenderlo en inglés habría sido complicado, pero resulta que el espectáculo era en balinés (o la lengua que sea que tienen aquí)…

Mientras unos 10 chavales aporreaban unos instrumentos que no habíamos visto en nuestra vida, una serie de personajes con raras vestimentas, se gritaban y se peleaban entre sí.

 

Menos mal que a mitad del «espectáculo» salieron tres niñas a bailar y arreglaron un poco aquel desaguisado. 

Era difícil dejar de mirarlas. Los movimientos de sus brazos iban acompañados de los movimientos de sus ojos. Una de ellas era capaz de mover un ojo para un lado mientras el otro ojo se quedab en su sitio. Era algo hipnótico.

danza balinesa en Ubud

No sabemos si en Ubud habrá alguien más con esa cualidad…

En los momentos en que las chicas no bailaban, no podía parar de reírme. Me hacía mucha gracia ver un puñado de turistas atendiendo con interés un espectáculo que ninguno entendía.

El respeto era máximo para una actuación bastante cuestionable.

Eso sí, nos lo pasamos teta…¡o al menos yo!

 

Al final, un montón de muchachos con espadas matan al monstruo malo y luego se suicidan. Y menos mal que aparecieron estos muchachos porque fue la actuación estelar, después de las bailarias con ojos sospechosos.

Como no encontramos el restaurante al que queríamos llevar a nuestros amigos (no comprendo aún porque siempre que buscamos algo nos lo cambian de sitio), acabamos en otro lugar.

Restaurantes en Ubud hay para aburrir, así que eso no fue un problema.

En la carta del resaturante me llamó la atención el vino balinés. No lo había visto en ningún otro lugar, así que lo pedí. 

Manu pidió uno de un tipo y yo pedí otro diferente.

El mío estaba riquísimo porque parecía vino dulce, el de Manu era colonia pura así que allí se quedó enterito.

Al volver a casa, comprobamos que el guarda de seguridad de la villa chapurrea un poco español. Se le enciende la mirada cuando nos ve llegar porque le encanta practicar.

Nos despista un poco que utiliza el plural para contar (cincos, cuatros, doces…)…Como siempre nos pregunta cómo estamos y le decimos que bien, intento enrriquecer su vocabulario y enseñarle a decir: «estoy más a gusto que en brazos».

Enseguida se da cuenta de que decir «estoy bien» es mucho más fácil y pasa de mi.

A dormir otra vez en la gloria bendita. ¡Qué placer!

Mañana queremos ver mil millones de cosas por Ubud y alrededores. No te lo pierdas porque nos ha cundido mucho estos días. 

UN ABRAZO DESDE UBUD

 

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: Bali, Barong Dance, cataratas, Indonesia, templo de los monos, Ubud, vino balinés

CUANDO CAMBIAS HOSTALES POR UNA VILLA PRIVADA CON PISCINA EN MEDIO DE UN ARROZAL

1 mayo, 2017 por taniacarrasco 6 comentarios

No pego ojo en toda la noche pensando que nuestros amigos puedan tener algún percance.

Aunque bueno, algo de ojo si tuve que pegar porque cuando me escribieron para decirme que estaba todo bien no me enteré hasta que me levanté al baño a las 3 de la mañana.

Eso me permitió dormir un poco mejor pero, aún así, nos levantamos algo nerviosos. Llevábamos meses esperando esta visita y tenemos mucha ilusión puesta en ella.

Queremos que todo sea perfecto y que nuestros amigos disfruten al máximo. Realmente son sólo 5 días los que van a pasar aquí, y venir desde España para una visita tan corta tiene que ser bien aprovechada.

Como han llegado a Bali a las 11 de la noche, esta primera noche la han pasado en un hotel cerca del aeropuerto. Se supone que tienen que dejar el hotel a las 11 de la mañana, pero son las 10:15 y aún nos sabemos nada de ellos.

Estarán durmiendo como lirones porque un viaje de tantas horas te deja para el arrastre.

A los pocos minutos, se ponen en contacto con nosotros. Como yo pensaba, estaban durmiendo a pata suelta.

Les hemos recomendado que se cojan un uber (tipo bla bla car) para llegar hasta Ubud, pero la aplicación no les funciona y los taxis que paran por la calle les quieren cobrar un ojo de la cara.

Dan las 12 del medio día y aún siguen en Denpasar sin conseguir quién les traiga hasta Ubud.

Manu y yo nos desesperamos un poco. Tenemos tantas ganas de verles y de llegar a la villa que han alquilado, que hacemos las mochilas y nos vamos para allá directamente.

Como estos días vamos a necesitar dos motos, alquilamos otra en el mismo sitio donde alquilamos la nuestra.

¿Qué pasa con esto? Pues que Manu tiene que llevar una moto ¡y yo la otra!

Hasta ahora no me había atrevido a coger moto en todo lo que llevamos de viaje. Sí, cierto que tuve moto desde los 14 años, pero algún que otro piñazo que me he dado me han hecho cogerle cierto respeto.

Como suelo hacer con cada uno de mis miedos irracionales, me lio la manta a la cabeza y me subo en el bicho este ?

Al menos con esta moto me llegan los pies al suelo. Con la que tenía de jovencita a penas apoyaba la puntita de los dedos.

Inciso para la juventud: no comprarse una moto que no te permita apoyar los pies en el suelo completamente, habrá consecuencias.

Arranco la moto. Manu se pone detrás. El bicho empieza a moverse. Yo intento no moverme mucho para que no se enfade el bicho. La calle tiene 3 metros de ancho y por allí pasa todo dios: personas, coches, más motos, perros…

Mantengo la calma, no paso de 30 por hora. Compruebo que en todas las curvas hay mucha arena. Sólo en las curvas. Muy buena idea, sí señor. Me gustaría hablar con la persona que la ha patentado.

Por lo tanto, voy a 30 en las rectas y me paro en las curvas. Manu se baja a empujarme, me pitan tanto que me dejan sorda, las vacas mugen, los pájaros se me hacen sus cositas encima…

Esto último es broma, pero sí, tengo que reducir bastante la velocidad en las curvas al mismo tiempo que uso el pito por si alguien viene de frente.

Voy tan concentrada que no me doy cuenta de que me he pasado la villa. Mi sentido común prefiere ir recto que tener que girar la moto en ninguna dirección. 

Manu me pita desde atrás hasta que me doy cuenta de que tengo que dar la vuelta. El caso es que la doy bien. Apoyo mis piececitos en el suelo y voy girando el manillar despacito.

Si me ves desde fuera parezco segura y confiada. Nada que ver con la realidad. Pero tenía que hacerlo ¡y lo conseguí! Llegué sana y salva y…nunca más volveré a coger una moto ?

Cuando llegamos a la villa, pasamos a registrarnos en la recepción. A pesar de que saben que nosotros no vamos a soltarles ningún billete, nos ofrecen unas toallitas muy frías con las que no tengo ni idea de lo que tengo que hacer…

¡Pues me limpio las manos!

«¡Son para el calor cariño!», me dice Manué. Así que, después de lavarme las manos, me la paso por la nuca, por el pecho y por todas las zonas susceptibles de achicharrarse. 

Cuando terminamos de refrescarnos, nos cogen las mochilas para llevárnoslas a la villa.

«No, por favor, nosotros podemos», le decimos al botones, pero se niega a hacernos caso.

Hemos perdido totalmente la costumbre de que nadie se tome estas molestias por nosotros. 

Por fin llegamos a la villa…sin ni siquiera llegar a la puerta puedes disfrutar de un maravilloso paisaje con vistas a un enorme arrozal.

Al abrir la puerta…es que te quedas sin habla…desde el ventanal del salón se ve la piscina, con vistas a otro arrozal. Es todo verde, todo bonito, todo…¿limpio?

¡No me jodas que no han limpiado esto desde la última vez que vinimos!

Muy bien lo de la toallita, lo de llevarnos la mochila, pero ¿qué pasa aquí con los cepillos de barrer y las fregonas?

En un hostal barato, pasa que no esté todo muy limpio, pero en una villa privada con piscina que le va a costar una pasta a mis amigos, me niego a que lleguen y vean que está sucia.

Recomiendo al personal del hotel que limpien un poquito. A los 5 minutos llega un muchacho y decidimos salirnos fuera para dejarle hacer su trabajo tranquilamente.

Mientras tanto, nos damos una vuelta por la piscina común que tienen al lado del restaurante. Casi no nos da tiempo a sentarnos cuando observamos que el chico de la limpieza ya ha acabado su tarea.

Tardó unos 4 minutos en barrer y fregar toda la villa, que tiene un salón y dos habitaciones bastante grandes con su baño privado.

Nada oye, cojo la toallita refrescante que me han dado para el calor y paso el polvo a todas las superficies. 

No se le pueden pedir peras al olmo.

Igualmente, el sitio está espectacular: Manji Resort.

 

Dejamos las mochilas en el salón, queremos que sean nuestros amigos los que elijan la habitación que ellos quieran. Hay coca-cola en el frigo, café, té, 4 botellas de agua en cada habitación, otras 8 botellas en el frigo…no está nada mal.

Manu propone que nos demos un baño mientras esperamos, pero le prohíbo que toque nada hasta que no lleguen María Luisa e Iván. Al final consiguieron un taxi a buen precio y llegarán sobre las 2 de la tarde. ¡Justo a tiempo para comer!

Manu propone beberse una coca-cola. Se lo prohíbo también. Está muy feo no esperar a los dueños ?

Como no podemos bañarnos en la piscina privada, ni beber coca-cola, ni deshacer las mochilas, nos vamos al restaurante de la psicina común.

Al poco rato, el personal del hotel nos avisa de que nuestros amigos están aquí.

¡Biiieeeeeeeennnnnnnn!?????

Salimos prácticamente corriendo. Ellos vienen tranquilos, que están de vacaciones.

Estrujo a mi amiga, estrujo a su novio y vamos a enseñarles su nueva casa.

¡Les encanta!

 

Teníamos un poco de presión también con eso, porque fuimos nosotros los que vinimos a verla y dimos el visto bueno. Pero es muy difícil que no te guste un sitio así, aunque no está bien barrido ?

Después de esperarles para que eligiesen habitación, son los muchachos que les llevan las mochilas los que eligen por nosotros. Meten sus mochilas en la habitación de la izquierda y se olvidan de que las nuestras están en el salón también.

Ya se han dado cuenta de quién va a pagar…se nos acabaron los privilegios ?

Estamos todos hambrientos así que les llevamos a comer a un sitio muy típico. Iván coge una moto y Manu la otra. Lo cierto es que le dejamos a Iván la moto que habíamos tenido nosotros todo este tiempo porque comprobamos que la nueva no tiene los frenos en muy buen estado.

Quizá el cambio no fue buena idea, la moto que le dejamos a Iván no podía con los dos  ???? y tenían que conducir a 30 km por hora, igual que había hecho yo esa misma mañana.

Finalmente, llegamos al restaurante. Ya sabes lo que vamos a comer: arroz con cosas. Ellos te ponen el arroz y tú eliges las cosas.

Iván no tolera muy bien el picante, como Manu, pero nosotros estamos acostumbrados después de 6 meses por aquí. De hecho, María Luisa no es capaz de terminarse su plato y a Iván le cuesta. No hemos tenido mucho éxito con esta primera propuesta, prometemos mejorar…

Pero creo que ahora mismo nos da igual. Estamos tan contentos de estar juntos que lo mismo da arroz que noodles.

comiendo los 4- villa privada en Bali

Terminamos de comer tarde, damos una vuelta tranquila por la ciudad, vamos a cenar con nuestra amiga musulmana de los helados exquisitos y volvemos a la villa a descansar.

Después de un buen rato de charleta, cada mochuelo a su olivo. Se avecinan días intensos y no queremos empezarlos con cansancio acumulado.

Presiento que voy a dormir como una angelita en esta cama, con estas vistas, con esta compañía y todos los bichitos que se escuchan alrededor.

Seguro que van a ser días muuuuuy interesantes.

Sigo contándote muy pronto.

UN GRAN ABRAZO

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: amigos, arroz con cosas, Bali, el viaje de mi vida, Indonesia, Ubud, villa privada

DISFRUTANDO DE BALI, DE SU CULTURA, SU GENTE Y SU VERDOR

20 abril, 2017 por taniacarrasco Deja un comentario

Bali me enamoró desde el momento en que salimos del aeropuerto…

Sé que no es un comentario original porque esto ya le ha pasado a mucha gente, pero me da igual si es original o no, es lo que siento.

Estos días hemos hecho muchas cositas.

El otro día, salimos de ruta con la moto con la intención de ver unas cataratas.

Las cataratas nunca las encontramos, pero acabamos en un restaurante de estos locales muy básicos que nos gustan a nosotros, y pudimos degustar por primera vez una Bakso Ayam para chuparse los dedos.

 

La Bakso Ayam es una sopa típica, cuyo ingrediente principal no es ni el arroz ni los nooodles. Tiene arroz y noodles, por supuesto, pero los protagonistas son trozos de «cosas» por las que es mejor no preguntar.

El matrimonio que regentaba el establecimiento no hablaba ni papa de inglés. Eso da una idea de lo auténtico del lugar, porque aquí el inglés lo chapurrea casi todo el mundo que venda algo.

La comida resultó ridículamente barata y el matrimonio fue de lo más agradable.

Cuando llegamos el sitio estaba vacío y, nada más sentarnos, empezó a llegar gente a comprar comida para llevar. Todos indonesos claro.

Ya no sabemos si venían porque les gustaba la sopa o porque se habían colado por allí dos turistas que, sin duda, se habían perdido.

A la vuelta, el tráfico que hay en Bali nos retrasó bastante. A pesar de llevar moto, se montan unos cirios en las carreteras que es el único aspecto negativo que le veo a este precioso lugar.

Estos días en Bali hay una gran celebración religiosa (Kuningan), que curiosamente está coincidiendo con nuestra Semana Santa.

Hace días que en el hostal preparan más ofrendas de la cuenta. Aunque aquí lo de la ofrendas es diario, estos días no hay rincón que no tenga adornitos como este.

 

Así pasa que los perros y las gallinas son animales lustrosos porque se ponen las botas comiéndose la comida que ofrecen los balineses.

Hoy han adornado hasta los coches. Le ponen ofrendas a todo, por arriba y por abajo y por donde haga falta. Mira las gallinas cómo lo agradecen.

 

Además, hoy también se han vestido de manera especial.

Ellas van con el típico traje balinés y sus cestitas de ofrendas de un lado para otro, y ellos las llevan en sus motos ataviados también con falda y turbante.

Este es Joman, el dueño de nuestro hostal, y la de la foto de abajo es su madre.

 

 

La música suena por todos lados y se mezcla con el sonido de los gallos y las motos.

Por cierto, en Bali hay un templo en cada casa.

No es que tengan la foto de un santo para rezarle, no. Es como si en España tuviésemos una pequeña capilla en cada hogar. Y por pequeña quiero decir una capilla de entre 5 y 20 metros cuadrados.

Por eso, cuando llegamos, pensábamos que había templos cada 2 metros y es que eran casa particulares con sus templos privados.

Si ves las entradas de las casas no te cabe la menor duda de que estás entrando en un templo, pero no, es la típica construcción balinesa.

A pesar de que Indonesia es un país musulmán, en Bali la gran mayoría son de religión hindú, exactamente un 90% de la población.

Sin embargo, el hinduismo de Bali no es el hinduismo de la India.

Bali tiene su propia religión, el «hinduismo balinés«, que mezcla las creencias hinduistas con creencias animistas y el culto a cierto dioses budistas.

Otra de las particularidades de esta cultura, que nos ha contado Joman (el dueño de nuestro hostal) es que en Bali todo el mundo se puede casar y tener su vida (sacerdotes, viudas…), menos una de las hijas de cada matrimonio.

Una de las hijas de cada matrimonio está condenada a quedarse en casa para cuidar a los padres en su vejez. Con suerte, si la familia es adinerada sobre todo, algún hombre querrá casarse con ella e irse a vivir al hogar familiar.

En contraste, el sistema de castas que aún se respeta en India, en Bali ha dejado de tener sentido y ya sólo es tenido en cuenta por las generaciones más antiguas, según nos cuenta Joman.

Las familias balinesas viven todas juntas en la misma casa. Tienen unos casoplones muy serios donde abuelos, nietos, hijos, tios, primos, conviven toda su vida.

Es como un hotel donde cada uno tiene su habitación y donde, a veces, comparten las zonas comunes.

Podría decirse que estamos viviendo en familia…

Ayer, con motivo de las celebraciones, nos ofrecieron la comida que estaban preparando para la ocasión.

Manu no fue capaz de probar más de dos bocados porque picaba bastante. Yo, aunque eso era incomible, me lo comí enterito por no hacer el feo.

Pero lo más bonito que nos ha pasado estos días no tiene nada que ver con la religión, que ya sabes que no va conmigo.

Te lo cuento ahora mismo…

Ayer salimos a dar otro paseo con la moto en busca de nuevos lugares locales para comer. Por el camino, Manu había leído que podíamos disfrutar de las vistas desde un mirador.

 

Callejeamos hasta que llegamos al sitio donde no nos quedaba más remedio que dejar la moto y caminar unos metros. Según google unos 300 metros.

Empezamos a caminar por la selva, y caminar, y caminar…Seguíamos el sendero que quedaba marcado discretamente en el suelo.

De repente, se abrió el camino y empezaron a aparecer libélulas por todos lados.

¡Cientos, miles!

¡Fue increíble!

Me quedé parada, como si estuviese en shock, las libélulas han sido muy importantes en mi vida, y Manu se dedicó a echarme fotos mientras yo no daba crédito.

 

Si te parabas a observarlas, iban de un lado para otro, acercándose mucho a nosotros, pero sin llegar a tocarnos.

¡Fue espectaular!

En las fotos no se aprecian lo numerosas que eran, pero si acercas la imagen podrás ver varias libélulas sin problema.

De nuevo, como nos pasó el otro día con las cataratas, no encontramos el mirador, pero viví unas de las experiencias más bonitas de todo el viaje.

Otra de las cosas más bonitas del viaje es el desayunaco que nos han preparado hoy con motivo de tanta celebración.

 

A que me hago hinduista…

Después, cuando hemos vuelto de dar una vuelta por Ubud, nos han vuelto a ofrecer un montón de comida.

Si hubiese celebraciones todos los días no nos gastábamos un duro en restaurantes.

templo en Bali

Llevamos una semana en Ubud, que nos gusta mucho, pero mañana nos marcharemos unos días a hacer una ruta por el sur. Queremos seguir conociendo esta preciosa isla.

Por si acaso estoy un poco desconectada, lo iré apuntando todo para que no se me olvide ningún detalle que contarte.

UN FUERTE ABRAZO

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