• Saltar al contenido principal
  • Saltar a la barra lateral principal
logo-final
  • Inicio
  • Sobre mí
  • Servicios
  • Regalo
  • BLOG
    • ALIMENTACIÓN Y EJERCICIO
    • DESARROLLO PERSONAL
    • MIS VIAJES
  • Equipo
  • Contacto

pai

VUELTA A CHIANGMAI, A RECIBIR AL 2017

30 diciembre, 2016 por taniacarrasco 10 comentarios

Ya, ayer no escribí nada, fue un día ajetreado. Pero ahora mismo os lo cuento todo.

El último día en Pai fue tranquilo y de resistencia, no queríamos marcharnos.

Antes de venir a este pueblo ya nos lo advirtieron.

El caso es que al llegar tampoco nos cautivó pero, después de pasar unos cuantos días, la cosa cambió.

Pai es un sitio donde te sientes a gusto, muy a gusto.

 

A pesar de los gallos, a pesar de las motos, a pesar de la cantidad de turistas…

No sé qué tiene, ¡pero engancha!

Lo peor es que no nos ha dado tiempo a probar todos los tipos de comida del mercadillo nocturno. Eso ha sido lo peor.

¿Por qué nos marchamos entonces?

La razón principal es que con motivo del año nuevo todos los alojamientos están carísimos.

Sabiendo que en Chiangmai tenemos una habitación súper barata esperando, nos da rabia pagar 5 ó 6 veces más para estar tan sólo un par de días.

Así que nada, recibiremos el año nuevo en Chiangmai, que tampoco está nada mal.

Una de las mejores cosas del día fue que el gallo maléfico que canta a todas horas, me dejó fotografiarle.

Llevaba varios días intentando hacerlo y no había manera.

¡Me he sentido toda una paparazzi, persiguiendo a un famoso!

 

Aquí tenéis al culpable de mis desvelos y a la única cosa que no echaremos de menos de Pai.

Pero sin duda lo mejor del último día en Pai fueron ¡los 300 bats que nos encontramos por la calle!

Al cambio no son ni 10€, pero con ese dinero tenemos para pegarnos una buena comilona y que nos sobre.

Además, como Manu no acaba de recuperarse del todo de la barriga, eso me da a mí para comer durante 3 días.

 

Nos dijeron que no hacía falta reservar el bus para la vuelta porque salen cada hora. 

Sin embargo, cuando nos presentamos a las 10:30 de la mañana en la estación, no les quedan billetes hasta las 4 de la tarde.

Así que nada, lo compramos y nos vamos a dar vueltas cuando…

¡Manu se da cuenta de que no le han dado la vuelta al pagar los billetes!

¡700 bats ni más ni menos!

Como es un hombre que pierde cosas habitualmente, le pido que busque por todos sus bolsillos, pero ni rastro del dinero.

¡Dios nos regaló ayer 300 bats y hoy nos quita 700!

Este señor era de letras, como yo, y las cuentas las lleva regular.

Nos volvemos a acercar al mostrador de la estación y, sin mediar palabra alguna, la chica extiende la mano y saca los billetes.

Puso una cara que le faltó sacarnos un ojo. ¡Encima que se quería quedar con nuestro dinero nos asesina con la mirada!

Contentos por la recuperación del dinero perdido, nos pasamos el día de bar en bar esperando al momento de la salida de nuestro bus.

Estábamos tomando una infusión cuando le sugiero a Manu que llame al hostal para asegurarnos de que nos están guardando la habitación.

Vamos a llegar a Chiangmai de noche y no va a ser momento de ponerse a buscar nada.

Llamamos y nos dice que lo que antes eran 250 bats ahora son 1000.

Manu cuelga corriendo pensando que se ha equivocado de número, ¡pero no!

Nos pasaremos por allí directamente, en cuanto lleguemos, que seguro que ha habido un error.

Cuando llegamos al hostal, la supuesta habitación que nos estaban guardando está ocupada y nos quieren meter en otro sitio donde la cama es un colchón en el suelo.

¡Tú estás flipando!

¡Qué falta de aptitudes empresariales!

Estás perdiendo a unos clientes que te querían reservar la habitación durante 2 semanas.

¡Inepto!

Como era una cosa que ya nos esperábamos, resignados, volvemos a nuestro ritual de patear calles para buscar habitación.

La diferencia es que normalmente lo hacemos durante el día y ahora ¡son ya las 8 de la tarde!

Otra diferencia importante es que estamos en navidad y va a ser muuuuy difícil encontrar algo decente, a la par que barato.

Después de llevar un rato buscando y dándonos cabezados contra la pared, nos recomiendan un hotel muy barato pero con muy buena pinta por dentro…nos dicen.

Cuando entramos en esa habitación…

Mejor os voy a enseñar una foto para que os hagáis una ligera idea.

el teléfono de Gila

¡Ese teléfono! ¡Ese teléfono que usó Gila por última vez, para intentar arreglar una guerra, antes de que yo hubiese hecho la primera comunión!

Esta noche toca sacar la sabanita que cogió prestada Manué en la India porque yo no me echo esa manta por encima ni harta de vino.

Al día siguiente, nos levantamos muy temprano para no pasar más tiempo en ese sitio y volvemos al hostal aquel donde estuvimos unos días (ese que tenía frigo y tele en la habitación). Hostel 9, se llama. 

Después de la cagada del señor que no nos ha guardado la habitación, hemos decidido quedarnos en el Hostel 9, mientras dure el curso de Manu.

Lo malo, que no tenían habitación hasta el día 2. 

Sin embargo, nos pasamos por si acaso. Vaya a ser que alguien les haya cancelado alguna reserva.

Al llegar, la señora nos reconoce rápidamente. Pero, para nuestra desgracia, sólo tiene habitación para el día 29 y 30.

Estamos otra vez como en nochebuena: sin alojamiento y con todos los hostales de los alrededores completos para estas fechas.

Al día siguiente, no nos queda más remedio que alquilar moto y ponernos a buscar alojamiento.

Bien.

Empezamos la búsqueda a las 9 de la mañana y no exajero nada si os digo que vimos ¡más de 30 sitios!

¡Más de 30!

Estaba todo llenísimo.

En algunos hoteles, cuando entrábamos y hacíamos la pregunta:

«Estamos buscando habitación para el día 31 y 1»,

directamente se partían de risa.

A las 4 de la tarde, sin haber comido ni nada parecido, íbamos camino de uno de los últimos sitios que habíamos visto.

Era un hostal con muy buena puntuación en internet donde sólo les quedaba una habitación.

Les quedaba una habitación doble, sin baño (con el baño compartido) y sin ventana por…¡900 bats!

Vale que teníamos desayuno, vale que la muchacha era un encanto, vale que podías beber agua y café gratis todo el día, pero es que donde estamos tenemos el baño dentro, tele y frigo ¡y pagamos 400 bats!

Para amortizar eso tendríamos que estar bebiendo café durante una semana.

Renegados, porque no nos convencía nada de lo poquísimo que habíamos encontrado, aparece de repente un hotel en una calle por la que no habíamos pasado. 

Paramos por parar, sin mucha esperanza, y ¡les queda una habitación!

Cuando nos dicen que la habitación cuesta 800 bats, que está incluído el desayuno tipo buffet y vemos la pedazo de piscina que tienen…¡no nos lo podemos creer!

Lejos de alegrarnos, nos miramos y comentamos:

«¿Dónde está el truco? ¿A ver cómo es la habitación?»…

¡Alguna pega tiene que tener este sitio!

Subimos a ver la habitación y al pasar por otra que estaba abierta, observo que dentro hay 3 mujeres limpiando.

¡3!

Otro punto muy importante.

Cuando el recepcionista mete la llave en la cerradura, yo no quiero ni mirar.

¡Dios! ¡La habitación está bien!

¡Todo muy limpio!

¡Cortina en la ducha!

¡Terraza!

Intentamos disimular la emoción pero nos sale alguna que otra risita nerviosa.

Cuando hacemos la reserva, salimos a la calle a por la moto y nos alejamos unos metros…

¡Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhh!

No nos hizo falta ponernos de acuerdo porque nos salió natural, al unísono y a voz en grito.

¡Estábamos taaaaaaaan contentos de haber encontrado algo decente por fin!

Caro, sí (21 euros la noche), pero teniendo en cuenta que es la noche de fin de año en la segunda capital del país ¡está muy pero que muy bien!

¡Ahora a comer y a casa a darnos una ducha por favor!

Después de la ducha, ya que tenemos la moto, queremos aprovechar para acercarnos al famoso mercadillo nocturno, del que todo el mundo habla.

Dicen que es gigante y que en él puedes encontrar de todo.

Al llegar a la zona, nos sorprende el tráfico. Hay demasiado.

Aparcamos la moto y entramos, guiados por la música, en una especie de placita.

Unos cuantos puestos de comida y bebida, rodean las mesas en las que cenan montones de turistas.

El sitio es muy chulo y todo lo que tú quieras, pero no nos cuadra con las descripciones que teníamos.

Se suponía que era un mercadillo gigante, con montones de puestos de todo tipo…

Cuando comprobamos que la comida es más cara que en otros sitios, abandonamos el lugar desilusionados.

Al salir a la calle y caminar unos pasos…

¡Se abre ante nosotros otro mundo!

Cantidades abrumadoras de puestecillos abarrotan las aceras, montones de plazas como la anterior, pero el cuádruple de grandes, se esconden tras corredores que aparecen entre el bullicio.

Caminamos y caminamos y aquello no tiene fin.

Allí puedes encontrar de todo lo que te imagines, además de poder sentarte a escuchar música en directo y tomarte una copa.

No vamos a mencionar la cantidad de puestos de marisco con gambas del tamañao de Manué.

 

¡Menos mal que a nosotros no nos gusta el marisco! ?

Dimos un buen paseo y decidimos salir de la aglomeración para buscar un sitio más barato para cenar.

Ya en la moto, según se iba acabando el mercadillo, otra plazoleta repleta de puestos de comida, nos hace parar en seco.

La música no era en directo y estaba muy alta, pero los puestos de comida tenían una pinta que hacía imposible resistirse a su llamada.

Nos damos una vuelta, incapaces de elegir la cena entre tantas opciones.

Finalmente optamos por comprar un sándwich frito como entrante, una especie de empanada de marisco y un pedazo de pescado a la barbacoa, que si estuviese vivo me podía comer él a mí.

Lo del sándwich frito era un capricho que teníamos de hace días, cuando lo vimos por primera vez en Pai.

No lo probamos entonces porque pensamos que un sándwich frito tampoco tenía que ser nada del otro mundo.

Pero eso está…¡para perder el conocimiento!

La empanada de marisco fue lo que menos nos cautivó.

El sándwich nos había bloqueado el sentido del gusto para un buen rato.

Pero el pesacado a la barbacoa estaba exquisito también.

 

Masticábamos al ritmo de los éxitos pop del momento, porque la única mesa que había libre estaba al lado del altavoz.

Una fanta de naranja con sabor a otra cosa y un poquito de agua, remataban el menú.

Cuando acabamos con el sándwich frito, la empanada de marisco y el pesacado gigante…¡fuimos a por otros dos sándwich fritos!

¡Un día es un día!

¡Así me estoy poniendo!

A pesar de los gofres, los crepes, los helados y demás manjares que nos hubiésen ayudado a dar el colofón final a nuestra cena, decidimos que había sido más que suficiente.

Discutimos a ver quién se comía el último trozo de sándwich, porque ya no podíamos más.

¡No, ese trozo para ti! ¡No, para tí!

A Manu le cuesta entender que no podemos comer lo mismo.

Siempre se empeña en repartirlo todo a partes iguales y voy a acabar teniendo que sentarme de lado en la moto.

Creo que van a ser las primeras navidades, en muchos años, en las que voy a coger peso.

Menos mal que aquí lo que se lleva es la ropa hippie y ancha, que tanto favorece a las lorcillas de más.

Señor Reyes Magos de Oriente:

Ya que estoy en Oriente y este año os tendréis que desplazar menos para traerme los regalos, espero que todo llegue en orden.

Quiero:

  • Unos pantalones cagaos. En India los llaman «de elefante», cosa que no entiendo, y aquí los llaman «pantalones de yoga», que todavía lo entiendo menos. ¿Alguien ha probado a hacer yoga con esos pantalones? ¡Complicado!
  • Una camiseta molona y que no sea de lycra. La lycra se me pega al cuerpo y me marca los sándwiches fritos.
  • Una cinta chuli para el pelo. No me da la gana ir a la peluquería y algo tendré que hacer con esta melena.
  • Pero lo más importante, el regalo más caro y más sencillo a la vez: QUE TODOS MIS SERES QUERIDOS ESTÉN BIEN.

¡Y eso te incluye a ti querid@ mochiTer@!

MILES DE ABRAZOS

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: 2017, chiangmai, el viaje de mi vida, hostel 9, la mochila de tania, mercadillo nocturno, pai, recibir el año

PAI Y ALREDEDORES: DÍA DE TURISMO

28 diciembre, 2016 por taniacarrasco Deja un comentario

¡Cómo nos gusta coger una moto y dar vueltas por todos lados! Es un día muy bien aprovechado.

Nos levantamos muy temprano porque el sitio donde queremos alquilar la moto es muy barato.

Hay que llegar pronto no vaya a ser que cuando lleguemos ya no haya vehículos.

Además, queremos ver muchas cosas hoy y sino el día se nos queda corto.

Desayunamos con el alba, con los gallos y con los impertinentes de los vecinos que hablan a grito pelao desde primerísima hora de la mañana.

Nos abrigamos bien, porque para ir en la moto por carreteras de montaña hace un poco de frío.

Al llegar a la tienda de alquiler de motos, vemos que tienen montones aparcadas en la puerta.

No nos vamos a quedar sin moto, a no ser que queramos llevar 15 cada uno.

Nos explican cómo funciona lo del alquiler, podemos hacer seguro contra daños y contra robo y ¡nos piden el pasaporte de nuevo!

A ver cómo te lo explico…

¡Cómo te dejo yo el pasaporte cuando tengo a Inma tan preocupada con el tema!

Que le voy a tener que llevar carros de mermelada de piña para compensarle el disgusto ?

Si tú me das tus órganos y los congelo mientras tú te quedas con mi pasaporte, yo te dejo el pasaporte sin problema.

Ya si eso, cuando tú me devuelvas el pasaporte, yo te vuelvo a implantar todos tus órganos en el sitio exacto del que los hayamos extraído. ¿Qué te parece?

Mal, ¿vedad?…Lo suponía…

¡Pues eso! ¡Que no te dejo el pasaporte!

Ya me veía, otra vez, pateándome toda la zona sin descanso, por falta de vehículo.

Pero debe ser que no somos los únicos a los que les entra cagalera cada vez que nos piden tal documento y lo tienen todo previsto.

Si no queremos dejar el pasaporte original, podemos dejar una copia y 2.000 bats de depósito.

Nos vamos entendiendo.

Digamos que 2.000 bats son algo más de 50€, así que si vuelvo sin moto la pérdida no sería muy alarmante.

¡Toma los 2.000 bats bonita!

Dudamos un poco entre si hacer sólo el seguro por daños o si hacer también el seguro por robo.

Finalmente nos decidimos sólo por el de daños ¡y nos dan la moto más hecha polvo de todas!

Si me hubiesen enseñado antes la moto, hace el seguro por daños quien yo te diga.

Pero lo mejor es cuando nos pidieron un depósito de 200 bats por los cascos.

Nos pareció entendible hasta que fuimos a elegir los cascos.

No había ni uno, ¡ni uno!, que no estuviese roto.

Por no mencionar que tampoco había ninguno de moto.

Todos los cascos eran de bici o de patinete, o de vete tú a saber qué. Y encima, ¡rotos todos!

Estuvimos a punto de solicitar la devolución del dinero para marcharnos a otra tienda, pero al final accedimos, le hicimos un nudo al enganche del casco, y a la carretera.

 

Lo primero que queríamos visitar eran unas cuevas: Lod Cave.

No es que seamos muy amantes de las cuevas, pero era de las primeras cosas que todo el mundo nos recomendaba.

Aunque dichas cuevas nos pillaban a más de una hora de moto, no nos lo pensamos dos veces.

Cogimos la carretera de montaña de curvas pronunciadas con nuestra motaca y casi nos tenemos que parar a empujar en las cuestas.

El día acompañaba con un sol radiante y como íbamos casi solos por la carretera, nos dió por cantar.

Yo hago que canto en falsete y Manu parece que está atropellando a todos los gallos del distrito.

Si no es por Elvis, mejor que no cante.

Tengo un vídeo de muestra para que quede constancia de lo que digo, pero si lo enseño puedo morir asesinada.

Igualmente lo voy a guardar, por si algún día tengo que utilizarlo en un juicio.

Nos partimos de la risa bastante rato, hasta a Manu le hace gracia escucharse.

Podría parecer peligroso pensar que vamos conduciendo una moto por una carretera de montaña llena de curvas, mientras cantamos y vamos grabando vídeos.

Pero si os digo que teníamos que ir moviéndonos hacia delante y hacia atrás todo el rato para que la moto pasase de los 20 km/h ya no os parece tan peligroso, ¿a que no?

Nos advierten que hemos llegado a las cuevas, los montones de turistas y la cantidad ingente de puestos de comida.

Leemos un cartelito donde nos explica que no podemos entrar sin guía. Así que no nos queda más remedio que pagar.

¡Pagar para ver una cueva!

¡Qué pereza!

Pero bueno, ya que hemos venido hasta aquí…

Pagamos y nos adjudican de guía a una señora de avanzada edad, flaquita y con cara angelical.

Si esta señora es la que nos va a guiar, no será la cosa muy difícil.

Nos mira, nos saluda, coge una lámpara de aceite para iluminar el camino y comienza a andar.

Nosotros la seguimos sin mediar palabra y a los pocos minutos llegamos a un lago donde se abre la cueva.

Lod cave en Pai

La señora se para e intenta encender la lámpara, que no sé lo que pesará pero es más grande que ella.

Al cabo de un rato, cuando consigue encenderla, comienza a andar de nuevo y entramos a la cueva.

¡Quedamos impresionados con la magnitud del orificio!

 

Pensábamos que era una cuevita y que nos estaban sacando el dinero, pero para nada.

Allí hubiese sido imposible moverse sin llevar a alguien que conociese el terreno.

La cueva, con 1,5 km de largo, está atravesada por un río. La visita no se hace sólo a pie sino que parte del recorrido es a través del río, en balsa de bambú.

 

En su interior, además de miles de murciélagos y peces gigantes, puedes encontrar formaciones rocosas de todo tipo.

La cantidad de estalagtitas, estalagmitas, formaciones de carbono y figuras singulares, es exagerada.

No llevábamos mucho rato caminando cuando la señora empezó a respirar más acelerada de la cuenta.

Percibimos que le costaba demasiado trabajo llevar la lámpara y que subir escaleras se le hacía un mundo.

Le preguntamos si se encontraba bien y se echó la mano al pecho.

Como a esta señora le de un chungo dentro de la cueva a ver qué hacemos…

Para evitar posibles incidencias, Manu se ofreció a llevarle la lamparita. Ella, agradecida, no dudó un momento en soltarla y cedérsela a él.

Nos encantó la visita.

Las dimensiones de la cueva eran impresionantes.

Pasear a oscuras por un río en una barca de bambú no es algo que puedas hacer todos los días.

Pasear a oscuras por un río en barca de bambú y tener que ponerte la capucha porque sientes a los murciélagos muy cerca, tampoco te pasa todos los días.

Pasear a oscuras por un río en barca de bambú, mientras peces del tamaño de tu pierna acorralan la barca con la boca abierta, tampoco te pasa todos los días.

Resulta que una de las cosas más normales durante las visitas a esta cueva, es llevar alimento para dárselo a los peces.

Así que allí tenéis a los peces más felices de toda Thailandia, con un tamaño que da miedo y listos como ellos solos.

Ven una barca y allí que se lanzan con la boca abierta.

Como les sigan alimentando así, algún día volcarán las barcas y se comerán a los ocupantes. Que era justo lo que estábamos temiendo que nos pasase a nosotros.

La mejor parte de todas fue cuando tuvimos que entrar a la última cueva.

Una escalera de madera larga y empinada nos señalaba el camino.

Los escalones diminutos te obligaban a agarrarte a la barandilla, si no querías pegarte una buena leche.

Esa barandilla…negra y blanca…no porque hubiesen pintado la madera, ¡no!

¡Negra y blanca porque no había ni un milímetro que no tuviese caca de murciélago!

Sube parriba, sin manos, rezando para que el equilibrio no te falle, con los pies de lado porque a penas te caben en los escalones.

Y piensas: ¿si a mi no me caben los pies que tengo un 35, cómo lo hacen los demás?

¡Ya lo tengo!

¡Los demás tienen las manos llenas de caca de murciélago!

No hay otra.

Acabamos la visita sin incidentes.

Nuestra guía seguía viva, la lámpara de aceite la llevaba Manué, los peces no nos habían comido vivos, los murciélagos no nos habían atacado y la cueva nos encantó.

Habíamos caminado lo suficiente para que nos diese hambre, así que lo siguiente es buscar sitio para comer.

En el pueblo de al lado, paramos en un restaurante que nos da buenas vibraciones.

 

Ahí tenéis a la dueña cocinando.

Como no hablan nada de inglés, hay que señalar lo que queremos en las fotos que tienen en la pared, o mirar lo que están comiendo los demás y pedir lo mismo.

Ni con esas conseguimos que nos entendiesen.

Habíamos pedido dos sopas diferentes y un arroz con cosas y nos trajeron: una sola sopa y un arroz con cosas, con doble ración de arroz blanco en un plato a parte, por si queríamos repetir.

 

Nada más ponerlo en la mesa, la cocinera nos advirtió que era una comida picante.

Las guindillas flotando en la sopa nos lo dejaron claro.

Como no quería que mi chico se pusiese malo otra vez o le diese un ataque de sudoración, como le pasaba en la India, fui retirando una a una las guindillas para que desaparecieran de la sopa.

Nos alegró comprobar que el arroz con cosas no picaba tanto.

Nos confiamos…

De repente veo que Manu empeiza a resoplar, las gotas de sudor ya le caen por la frente. No puede hablar, ni cerrar la boca, ni pestañear.

De vez en cuando decía: «no puedo, no puedo».

A mí me da un ataque de risa y la camarera se da cuenta de lo que pasa.

¡El arroz con cosas tenía una guindilla escondida y no nos habíamos dado cuenta!

Corriendo, le trae otra sopita que se supone que calma el picor.

Recién salida del fuego, la pone en la mesa.

Manué, con el ansia del que quiere apagar un fuego, bebe de la sopa ¡y se quema!

Yo ya no daba más de mí…

Dudaba entre seguir partiéndome de risa o ir a buscar un extintor.

Sabía que con agua, lejos de mejorar, la cosa empeora, así que lo único que podíamos hacer era esperar.

Finalmente conseguimos acabarnos la comida y retomar la marcha.

Siguiente parada: las cascadas de Mo Paeng Namtok.

Es otro de los sitios más visitados por los turistas y que más recomiendan.

Puesto que en el norte de Thailandia la playa queda lejos, es un lugar ideal para refresacarse. O eso dicen…

Lo más interesante del camino fue que cada 100 metros alguna señora nos daba el alto para vendernos marihuana.

¿Tendremos cara de porretas?

LLegamos al lugar y bajamos por un caminito, hasta que llegamos a una charca.

 

¿Estas son las cascadas?

Unos cuantos chorrillos de agua, acabados en varias charcas marrones, eran suficientes para atraer a los turistas.

Unos cuantos jovenzuelos en traje de baño, disfrutaban de alguna que otra cerveza, mientras el sol empezaba a retirarse.

Nada más empezar a subir piedras, me atizo en el dedo gordo del pie con una de ellas y aquello empieza a sangrar.

En cuanto paro la hemorragia, sigo subiendo piedras.

¿Qué otra cosa podía hacer?

No estuvimos mucho tiempo allí porque el lugar no daba para más y Manué no se había recuperado de su indigestión de guindilla asesina.

Nos quedaba una parada aún: el poblado chino de Pai.

Dudamos si ir a verlo porque, después de las cascadas, no sabemos si merecerá la pena.

Y cuanto antes lleguemos a casa y nos pongamos otra vez con el agua con limón, ¡mejor!

Al final, como nos pilla de camino, hacemos una paradita.

Nos soprende gratamente.

 

Aunque el poblado chino de Pai está construído única y exclusivamente para atraer turistas, está bien montado.

A este pueblo, llegaron unos cuantos chinos refugiados por temas políticos que es establecieron allí definitivamente.

A partir de eso, montaron una simulación de un entorno chino para hacer honor a su exilio.

El poblado chino de Pai es un entorno verde, en un pueblo de montaña con maravillosas vistas.

 

Los puestecillos de tiro con arco y la noria humana, fue lo que más llamó nuestra atención.

 

Dimos un pequeño paseo, hicimos muchas fotos y para casa.

Devolución de moto sin incidencias, compra de tarta de queso para cenar y ya hemos hecho todo lo que queríamos hacer.

Mañana en nuestro último día en Pai.

¿Será otro día de reláx?

UN ABRAZO MOCHITER@S

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: cuevas de pai, el viaje de mi vida, lod cave, pai, Pai waterfalls, poblado chino de Pai, thailandia

INTOXICACIÓN/NOCHEBUENA, PIZZA/NAVIDAD

27 diciembre, 2016 por taniacarrasco 2 comentarios

¡Hoy es noche, noche buena y mañana Navidad, cógete una intoxicación y a la cama a descansar! Ande, ande, ande…

Ponedle ritmillo a eso que conocéis la canción de sobra.

Estamos regular nada más y hoy es Nochebuena.

Nos vamos a tener que meter en el Río del Amor con un buen cargamento de agua y limón.

Al entrar en la habitación me vuelvo loca…

 

¡Y me cargo a los cisnes!

 

Esta noche no quiero pajarracos de ningún tipo por aquí. Ni gallos, ni cisnes, ¡ni nada!

Y cuando entro al baño…¡Me encuentro con este lavabo!

 

¿No es cuqui?

El plan para hoy es: no comer nada y no moverse mucho.

Suerte que aquí eso de la Navidad no es como en España y esperamos que no se monte mucha fiesta por los alrededores.

Nos jode la vida intentar poner la tele y que todo salga en thailandés, pero para eso tenemos la maravillosa tablet que me regalaron mis niñas y podemos ver lo que queramos.

El día pasa sin pena ni gloria, aunque estamos rodeados de un entorno precioso.

 

Desde primera hora de la tarde de aquí y primera hora de la mañana de allí, nuestros teléfonos se vienen arriba con cantidades de mensajes de felicitación.

¡Gracias de corazón a tod@s!

Lo mejor del día sin duda es poder hablar con la familia y recibir todos esos mensajes de amigos de todas partes.

La que primero nos llama es mi hermana Irene con la joya de la familia en brazos. Mi pequeño bebesote, que ya pesa más que su tía, nos alegra el día sólo con verle en la pantalla del teléfono. Echamos en falta al cuñi Juan.

Más tarde, mis padres, mi pequeña Nú y mi grande Sergio, junto con el abuelo, luchan por escucharnos desde el otro lado del mundo.

¡Qué bonito es verles aunque no sepas lo que están diciendo!

Justo después, los abuelos paternos de Manué, la tita Luz y las primas Gema y Rocío, nos llaman también y tenemos el placer de hablar un ratito con todos ellos.

¡Qué alegría inesperada!

El día va pasando, en el cuerpo llevamos sólo agua con limón y el más mínimo olor a comida nos recuerda que tenemos hambre.

«Quieres que salgamos a comer algo, cariño», me dice Manué.

«Yo por tí, eh, que yo no voy a comer nada», añade después ?

¡No se lo cree ni él!

Hacemos el intento de cenar ligerito y buscamos un sitio barato, pero decente.

Caminando por la calle, pasamos por un restaurante donde una señora sentada sola en una mesa, degustaba una pizza gigante que hace que Manu se pare en seco.

Se le abren los ojos como platos y no puede dejar de mirarla.

Hasta que no tiro de su brazo para que siga caminando y deje de incomodar a la señora, no reacciona.

A punto estuvo de sentarse allí con ella y esperar a ver si le sobraba algo.

Me parece que en cuanto nuestro estómago vuelva a su ser, este va a ser el primer sitio que vamos a visitar.

Finalmente, nos sentamos en una terracita a degustar nuestra cena de Nochebuena.

Manué se pide un arrocito blanco con tortilla francesa y yo una sopita de verduras.

 

Tenemos miedo a que igual que entra la comida, salga después.

¡Pero no!

Parece ser que nos sienta bien y nos calma un poco la sensación tan rara que teníamos en el estómago.

¡Y esa es nuestra cena de nochebuena!

De vuelta al Río del Amor, volvemos a ver a la bailarina profesional que os comentaba en al anterior post.

Hoy, una leve sonrisa se dibuja en su cara. ¡Será que es Navidad!

Va vestida peor de lo que iba ayer, si es que eso es posible.

Sus movimientos no han mejorado nada desde la  última vez y aún así, se permite el lujo de pararse de vez en cuando a limpiarse la roña de las uñas.

Según nos acercábamos un poco más a ella, percibíamos algo extraño…

Llegamos a la conclusión de que esa señorita no era una señorita.

Casi seguro que era un señor…

¡Que da igual! Eso no explica nada.

Sólo lo añado como dato.

Ya en la habitación, buscamos una peli que amenice nuestra velada y damos con «Resacón en las Vegas, ellas también».

La versión femenina de la peli esta de machotes que causó tanto furor.

La verdad que yo no pensaba que era tan graciosa hasta que la ví, y a Manu le encanta.

Aún así, pone pegas para ver la versión femenina.

Entonces me sale la vena feminista y no le queda más remedio que ceder.

Así que acabamos viendo, enterita, un mojón de película por pura cabezonería sexista.

Al final teníamos hasta curiosidad por saber cómo terminaba.

El día se acaba y no hemos podido hablar con el resto de la familia de Manu, pero mañana también se reúnen y podemos intentarlo.

La cama es tan fabulosa que dormimos genial.

Nos levantamos descansados y con la tripa en orden, mientras en España aún está empezando la fiesta.

Parece que puedo ver a mis amigas por un agujerito, cantando canciones de hace millones de años y haciendo alarde de una amistad que crece con el tiempo.

¡Os echo de menos!

Nada más abrir los ojos, enciendo el móvil y casi saltan chispas.

Los mensajes, los vídeos y las fotos de felicitación inundan nuestros móviles.

¡Gracias papi por esas fotos de la cena familiar!

A ritmo de canciones de navidad de Elvis Presley, nos vamos entonando.

Hace poco que descubrí que cuando suena Elvis ¡mi cari se transforma!

Le sale tupé, se le agrava la voz y de las piernas le nacen movimientos extraños combinados con gestos faciales inimitables.

¡Me encanta el espectáculo!

Esta noche le saco al mercadillo nocturno, le pongo un cestito delante y ¡a hacer caja!

A las 11 de la mañana viene el señor Huevo Frito a recogernos en el Río del Amor, para devolvernos a su resort.

Hace un día maravilloso y queremos recuperarnos un poquito más, antes de salir esta tarde a devorar una pizza gigante, como la de la señora de ayer.

Nos hacemos un desayunito rico y pasamos el día en el resort, cada uno a sus cosas.

Habíamos leído que de 16:00 a 18:00 las pizzas gigantes estaban a mitad de precio. ¡No veíamos el momento de que llegasen las 4!

A las 3:30 ya estamos recogiendo para plantarnos en el restaurante a degustar nuestra comida-cena de Navidad.

 

Empezamos con un cervezote mientras llega la pizza. Casi ni hablamos del hambre que tenemos.

¡No podemos pensar en otra cosa!

comida-cena de Navidad

¡Y llegó por fin!

¡Era gigante y tenía un pintaza…!

Nos pareció tan grande que le preguntamos a la camarera si era posible llevarse las sobras.

Además, en el restaurante tenían unas vitrinas llenas de postres que no iba a poder resistirme a probar.

Empezamos a nuestro despacio, degustando cada bocado, ¡hasta que nos la terminamos!

Ganó Manué con un 5-3 y, aún así, no fui capaz de pedir postre. 

Preferí pasear un rato por el mercadillo para bajar la pizza y poder pedirme un crepe en algún puestecillo ?

Volvimos a casa más felices que unas perdices. Con el estómago bien lleno y a la mitad de precio.

Lo mejor del día de Navidad, a parte de la pizza, fue poder hablar por fin con el resto de la familia de Manué. 

Sus papis y mis suegris, la abuela Carmen, la tita Mary, la tita Tere y Antonio, Almudena y Juan Andrés y la pequeña Julia, que ya no tiene nada de pequeña.

Nos faltaron la tita Noni, Paco, Tania y Adrián, y también nuestra otra tita Tere Moreno. ¡Ojalá en otra ocasión!

Del mismo modo que me hubiese encantado poder ver a todos mis tíos y todos mis primos juntos en la cena de nochebuena. Al menos mi madrina Mary, mi tía Tere y mi prima Ana, se acordaron de felicitarme de forma especial. ¡Graciaaaassss!

Y con todos los que no pudimos hablar:

¡Os echamos de menos también! ¡A todos!

Fue muy gracioso cuando le contamos a la abuela Carmen que aquí los mosquitos son enormes y los vuelos en avión son muy caros y rápidamente lo arregló.

¡Pues subíos a un mosquito y volved a casa ya!

Después de todo esto, nos apetecía ver una peli y meternos en la cama.

Os recomiendo a todos el documental sobre Aaron Swartz. Murió en 2013, a los 26 años, de una forma trágica pero dejando un gran legado.

¡Y ni siquiera me sonaba su nombre!

Supongo que a vosotros tampoco. ¿Por qué?

Merece la pena hacerse esa pregunta y muchas otras después de verlo, os lo aseguro.

Mañana toca día de turisteo total. 

Cogeremos una motillo de esas que tanto nos gustan y recorreremos todo lo que tenga algún interés.

Eso, si no tenemos que dejar el pasaporte claro…

DESEO QUE ESTÉIS PASANDO UNAS FIESTAS GENIALES

????

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: intoxicación, navidad, nochebuena, pai, pizza, thailandia

RELÁX EN PAI, UN POBLADO HIPPIE

26 diciembre, 2016 por taniacarrasco 2 comentarios

Si tú lees en internet a cerca de este pueblito llamado Pai, pondrá eso, que es un poblado hippie. Pues que alguien me lo explique…

Dejamos la habitación antes de las 10.

Hemos dormido muy bien y hemos estado bastante cómodos, a pesar del tema de tener el baño en el piso de abajo.

Cuando me tuve que levantar a media noche a hacer mi pipí nocturno, me hizo una gracia terrible. Pero por lo demás, muy bien.

Lo peor…que el wifi no llegue a la habitación. Pero hay cosas peores, creo.

Estamos casi decididos a volver a este hostal en lugar de coger el del frigo y la tele.

Aunque habíamos reservado el bus hacia Pai a las 11, no es hasta las 12 cuando salimos de Chiangmai.

¡Eso de la impuntualidad que tanto me gusta!

Para colmo, nos toca sentarnos separados.

La carretera es una sucesión de curvas que no darían mayor problema si no fuese porque el conductor las cogía a 200 por hora.

A eso, le sumamos que es una carretera de montaña con un carril para cada sentido y que nuestro conductor iba ocupando los dos a su antojo.

Pero lo mejor era cuando decidía adelantar a motos, coches y camiones en plena curva.

En Europa ibas a la cárcel más pronto que tarde, ¡kamikaze!

A mitad de camino, paramos a tomar algo e ir al baño.

En el baño, agachando el culete para hacer pipí, levanto la vista y me encuentro con este cartelito en la puerta:

 

Si a estas alturas de mi vida, tengo que venir a Thailandia para que me enseñen a usar la taza del váter, apaga y vámonos.

¿A quién se le ocurre la feliz idea de subirse encima para hacer sus necesidades?

Alguien así tiene que haber para que sean necesarios estos carteles…

Manu me explica que es por los chinos. Como ellos suelen hacerlo todo en agujeritos de esos en el suelo, no conciben lo de sentarse en la taza.

Si alguien está pensando en intentarlo, podrá comprobar que es difícil atinar, aunque parezca lo contrario.

Ya sabes, cuando vuelvas a entrar en un baño público y alguien se haya cagado fuera, es que ha pasado un chino por allí.

¿Y esa gente es la que está conquistando el mundo?

Claramente tenemos un problema preocupante… 

Cuando volvemos a subir al mini-bus, el conductor nos enseña unas bolsas de plástico y hace el gesto de vomitar, con sonido incluído.

«¡Free!», dice. ¡Gratis!

Que las bolsas para vomitar son gratis. ¡Qué majete oye!

Si todavía me las cobras, te las quedas y te vomito, aunque no tenga ganas, para que las lleves rellenas.

Gracias a dios, o a quien sea, ninguno de los compañeros de viaje tuvo que usar dichas bolsas.

Mareados llegamos todos seguro, porque me mareé hasta yo, que no suelo hacerlo.

El mini-bus nos deja en la estación, en la calle principal de Pai.

Sólo se ven jóvenes turistas de todas las nacionalidades, tiendas, bares y restaurante de todo tipo y motos que invanden la calle allá donde mires.

Hippies, yo no ví ninguno.

A no ser que el hecho de llevar rastas te convierta en hippie automaticamente.

En ese caso, vimos un par de ellos.

Pero creo que dos nenes con rastas no valen para llamar hippie a todo un pueblo.

Por lo que nos cuentan, esto debió ser un lugar tranquilo y apacible hace años. Después, se convirtió en un sitio turístico invadido por extranjeros y negocios pensados para ellos.

A ver qué tal nuestro resort…que voy con un poco de miedito…

Los comentarios que hemos leído lo ponen muy bien, aunque hablan de demasiado ruido por las noches.

Llamamos para que nos recojan y a los 5 minutos tenemos allí al dueño en su moto con sidecar.

Nos montamos los 3 y en nada estamos en el resort.

Cuando llegamos y lo vemos, se me ponen los ojos como platos.

 

Está a las afueras del pueblo, lo suficientemente cerca como para llegar a todos sitios andando.

Tenemos un bungalow para nosotros solos, algo alejado de los demás.

Hay zonas verdes, tenemos terracita, cocina compartida, agua y café gratis todos los días a todas horas, y el ruido del pueblo no molesta para nada.

Los gallos campan a sus anchas por las zonas verdes, pero nada peligroso.

Nuestra habitación está limpia, tiene una cama grande, un baño correcto, un pequeño armario y tele.

¡Me encanta el sitio!

Vale que el concepto de resort no lo han pillado y a esto en España lo llamamos «casa rural», pero está muy bien.

La única pega que le veo es que nuestro bungalow está demasiado cerca de la cocina comunitaria.

Como es al aire libre, temo que por las noches se monte jaleo allí y no nos dejen dormir.

Pero como veníamos concienciados para ello, compraremos cervezas por si tenemos que unirnos al enemigo.

De todas maneras le preguntamos al dueño y nos dice que no suele haber problema.

Por cierto, este señor dice que se llama «Eg», así que hemos decidido llamarle «Huevo». El señor Huevo Frito.

Cuando dejamos las cosas y nos duchamos, vamos un ratito a pasear por el pueblo.

El mercado de comida que tenemos al lado del resort es genial. Puedes comprar de todo.

Así que hemos decidido que lo que vamos a gastar de más en alojamiento, nos lo vamos a ahorrar comprando la comida y cocinando nosotros en la cocina comunitaria del resort.

Compramos varios tipos de fruta, frutos secos, yogurt, leche de coco y huevos y ¡ya tenemos para desayunar unos cuantos días!

Hemos reservado sólo dos noches, a ver si mañana encontramos algo más barato y nos podemos cambiar.

No porque no nos guste, que nos encanta, pero preferiríamos algo más barato. ¡Y con el mismo encanto!, si puede ser.

Después de un buen rato escribiendo en mi terracita, nos vamos a dormir.

Manu se ha tenido que quedar dentro de la habitación porque ha sido atacado por un mosquito asesino.

O por 8 mosquitos, no lo sabemos con exactitud.

No puedo mostrar documentos gráficos, sólo puedo decir que antes tenía por culo dos cachetes pequeñitos y ahora tiene ocho cachetes enormes.

Le han salido unas picaduras del tamaño de mi puño.

Le han acribillado el culete por encima del calzoncillo y del pantalón. ¡Menuda sofisticación de mosquitos!

La noche ha sido intensa…

Yo pensaba que los gallos cantaban al amanecer…Será en España…

Aquí los gallos cantan ¡toda la puñetera noche!

Mientras cantan, se pasean por tu puerta por si no te has enterado bien.

Y no sólo cantan los gallos de nuestro resort, ¡no!

Los gallos de nuestro resort cantan y los del vecino les responden.

No sabes si salirte a cantar con ellos, ya que has comprado las cervezas, o pasarte el respeto animal por el arco del triunfo y coger una escopeta.

Junto a la pared de nuestro bungalow, una máquina de no sabemos qué se ponía en marcha cada 20 minutos.

Supusimos que era la lavadora, programada para hacer su labor por la noche y jodernos el sueño.

Ya que tenemos la lavadora funcionando, igual meto ahí a los gallos, provoco un cortocircuito y mato dos pájaros de un tiro.

El insomnio te provoca este tipo de pensamientos.

Decidimos levantarnos cuando el señor Huevo Frito, la limpiadora y el ayudante del resort nos hacen saber con sus ruidos que ya no es hora de estar en la cama.

¡Gracias!

No me va a caber tanta gente en la lavadora con los gallos…

Nos hacemos un desayuno épico para arreglar la falta de sueño.

Papaya, plátano, mango, frutos secos y yogurt en dos cuencos gigantes. Tortilla francesa y café, para rematar.

También compramos leche de coco, pero eso no hay quien se lo beba.

Después, recorremos el pueblo en busca de nuevo alojamiento.

En Pai, paseando

Damos vueltas, y vueltas, y vueltas…y casi todo lleno o en condiciones muy inferiores a lo que ya tenemos.

Alguna cosa que otra encontramos que no estaba mal, pero relación calidad-precio, nuestro resort, con gallos incluídos, está mucho mejor.

Viendo que en estas fechas está casi todo reservado, miramos en internet a ver si nuestro resort tiene disponibilidad para reservar unos cuantos días más.

¡Nooooooo, nuestro resort también está lleno para mañana! 

¡Y mañana es nochebuena!

¿Ahora qué hacemos?

No es que la noche de Nochebuena sea especial para nosotros, sobre todo estando lejos de la familia, pero tampoco nos apetece meternos en cualquier sitio.

Igualmente va a ser sólo una noche.

Tendremos que cambiar de habitación la noche del 24 y el 25 podremos volver a «Huevo Frito Gallos Resort». Seguro que nos acabamos acostumbrando a esos cánticos.

De todas formas, aún no descarto lo de la escopeta.

Durante ese paseo estupendo buscando alojamiento, ¡hemos encontrado hippies!

Nos hemos metido en un jardín que pensábamos que era un hotel y nos ha recibido un montón de gente rara vestida de muchos colores.

Nos han dicho que hotel no tienen, pero que si queremos quedarnos con ellos están haciendo, a mano, los regalos que van a hacerse unos a otros por navidad.

¡Qué bonito! ¡Pero no, gracias!

No sabemos dónde vamos a dormir mañana y me voy a quedar aquí cosiendo calcetines…

Bueno, no pasa nada, nos dicen, mañana podéis venir a las 5 que tenemos fiesta.

Qué miedo…suena a orgía o a que todo el mundo se va a dar los regalos y nosotros no vamos a tener. ¡No, no, no!

En otro momento quizá.

Un par de sitios de los que hemos visto, nos han acabado pareciendo buena opción.

Tenemos un señor que ofrece habitaciones bastante majas en su casa, en plena calle principal pero sin ruido y algo más barato de lo que pagamos en el resort.

Tenemos un hostal árabe, súper barato, decente, pero sin ningna zona fuera de la habitación donde poder disfrutar del aire libre.

Y tenemos el «River of Love» (Río del Amor), que suena muy bien, es bastante más caro que lo que tenemos, pero tiene unas habitaciones y unas zonas comunes estupendas.

En principio, nos quedamos con la primera, que relación calidad-precio está muy bien.

Reservaremos una noche ahí y al día siguiente volveremos a nuestro resort, para quedarnos por Pai unos días más.

A la hora de cenar, las 6 de la tarde, salimos a dar un paseo por el mercado nocturno del que todo el mundo nos ha hablado.

En él, a parte de comida de todo tipo, puedes encontrar ropa, calzado, bolsos, cualquier clase de accesorio o regalo, bebidas raras y gente bailando por la calle.

A ver…bailar, bailar, ¡nadie!

Sólo que intuyo que si veo a alguien en la calle, con una caja delante para que le echen dinero, haciendo movimientos raros con los brazos al son de una música cualquiera, pienso que está bailando.

Intentando bailar, en este caso concreto.

Pero no te creas que le preocupaba mucho a la muchacha estar haciendo el ridículo.

No ponía ni media sonrisa, ni hacía el más mínimo esfuerzo porque aquello pareciese un baile digno.

Igual pensaba que el simple hecho de vestirse raro y tambalearse al ritmo de música oriental, es suficiente para que los pardillos de los turistas se rasquen el bolsillo.

Dudo mucho que nadie le echase ni un céntimo, a no ser que pasasen por allí sus padres.

Si los míos me ven hacer tal cosa en plena calle, me cogen de la oreja y ¡pa casa!

Y hablando de padres, el colmo fue ver a dos niños de unos 6 añitos, con unos gorros y unas vestimentas infernales, con otra cajita delante y música sonando a sus espaldas.

A penas se movían, no sabemos si quizá por el peso de los gorros, pero lo que estaba claro es que esos niños no querían ser artistas.

¡Haced el favor de llevarse a los niños a casa a cenar y que bailen sus padres con los cuernos, si quieren!

No duramos mucho tiempo en el mercado. Habíamos tomado un zumo por la tarde y no nos encontrábamos muy bien.

A pesar de que siempre pedimos los zumos sin hielo, suelen echarles algo de agua y siropes extraños.

Nos sentimos con la barriga regular y el hecho de ver y oler tanta comida no ayuda.

Sin embargo, cuando pasamos por un puesto gigante de dulces, a mí se me pasa todo y me compro un donut gigante relleno de chocolate blanco.

 

Me lo como de camino al resort, mientras Manu lucha por no vomitarse encima.

La noche no ha sido muy buena con estos percances. Hoy lo de menos eran la lavadora y los gallos.

Encima tenemos que mudarnos de hostal, cuando lo único que nos apetece es quedarnos en cama bebiendo agua con limón.

Tiene narices que en Sri Lanka, India y Nepal hayamos comido y bebido en sitios asquerosos y no hayamos pillado nada, y aquí en Thailandia, que son tan limpios y tan desarrollados, hayamos pillado una intoxicación con un zumo sin hielo en una tienda de zumos.

Como se prevee que el día va a reducirse a quedarse en la habitación maldiciendo nuestra suerte, mientras el resto del mundo celebra Nochebuena, ¡nos cogemos el River of Love!

Así se nos quitan las ganas de maldecir, tirados en esa cama estupenda con esa tele de plasma que tiene mil millones de cananles, toooooodos en thailandés. ¡Gracias señor hostelero!

OS QUIERO MOCHITER@S

 

 

 

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: el viaje de mi vida, mercado de comida, pai, poblado hippie, resort, thailandia

SIN BUENAS PIERNAS NO TE AMPLÍAN EL VISADO

23 diciembre, 2016 por taniacarrasco 4 comentarios

No sé si volveré a casa más gorda o más delgada pero con las piernas duras, os lo puedo asegurar.

Hemos oído por ahí que si no tienes las piernas duras y trabajadas no puedes quedarte mucho tiempo en Thailandia…

Nos levantamos relativamente temprano y cambiamos las cosas a nuestro nuevo hostal.

Como lo más importante que tenemos que hacer hoy es solicitar la ampliación de la visa, buscamos la ubicación de la oficina de inmigración más cercana.

Resulta que está en el quinto Moño así que lo más lógico es alquilar una moto.

Además, eso nos daría la posibilidad de poder recorrer la ciudad después y conocerla un poco. Desde que hemos llegado lo único que hemos visto es el camino que hay del hostal a la escuela de masaje.

Prácticamente en todos los hostales tienen servicio de alquiler de bicis y motos, y el nuestro no iba a ser diferente.

Le pedimos una moto al señor hostalero y nos dicen que son 200 bats ¡y el pasaporte!

????

Si tú me das tu vida, yo te dejo mi pasaporte.

«¡Pues nada, no alquilamos moto!», dice Manué tan tranquilo.

Total, google maps dice que estamos a 1 hora y 23 minutos, andando, de la oficina de inmigración.

¿Qué es eso para nosotros?

Vamos a llegar con las piernas ejercitadas para no tener que hacer cola ni nada, creo que si vas andando te dan los papeles directamente, por idiota.

Vamos a desayunar fuerte porque nos va a hacer falta.

Cada vez que vamos a desayunar desde que estamos en Thailandia, es un cabreo.

Así que vamos a cabreo por día, porque tenemos la costumbre de desayunar cada mañana.

Eso de que nos pongan dos huevos, dos trozos de tomate, un puñado de patatas, un par de tostadas con mermelada y mantequilla y un café por unos 3€ cada uno, nos pone de los nervios.

Por ese precio en India acabábamos con un cólico de estómago y en Linares, Lydia me hace unas tostadas gratinadas que ya les gustaría a estos thailandeses.

Echamos a andar y seguimos preguntando por la moto. Si no quieres dejar el pasaporte te piden 5.000 bats de depósito.

¡Aquí saben más que los ratones coloraos!

Pero para listos nosotros que vamos a caminar 3 horas con nuestras piernecitas, que para eso las tenemos.

Por el camino, necesitamos sacar dinero para pagar la ampliación del visado y hacer fotocopias del pasaporte. ¡Fotos llevamos!

Pasada la hora y media de caminta, empiezo a cambiar el gesto.

Es que son ya las 12 del medio día y no veas cómo calienta Lorenzo.

Aún no habíamos podido sacar dinero ni hacer las fotocopias.

Ni siquiera nos hablábamos. Manu esperando el momento en el que empezase a salirme humo por las orejas y la pagase con él y yo porque iba hablando conmigo misma, como hago cuando quiero sosegarme.

LLegamos a la autovía.

Podíamos hacer dos cosas: cruzarla por debajo por un túnel sólo para coches, o cruzarla por arriba tan divinamente.

Allí estábamos nosotros saltando por una autovía de 6 carriles, como Pedro por su casa.

A las 2 horas de caminata, yo sólo pensaba en a quién tenía que echarle las culpas de esto. Enseguida se me vino un nombre a la cabeza…

¡Paqui Latorre, te voy a matar!

Has acojonado a mi cariño con eso de que no se nos ocurra dejarle el pasaporte a nadie.

¡Ya no te «ajunto»! ?

¡Por fin llegamos al centro comercial donde se encontraba la oficina de inmigración!

Como si te vas desde Santa Bárbara andando a La Luz del Tajo, o a Xanadú desde Boadilla del Monte…sensacional.

Es la 1 de la tarde y aquello parece un hervidero de inmigrantes.

Cientos de personas allí rellenando papeles por todos lados.

Por los altavoces, de vez en cuando, llamaban a ventanilla al siguiente afortunado.

Rellenamos los formularios, hacemos la cola y cuando nos toca: ni se puede pagar con tarjeta, ni ese es el tamaño adecuado de las fotos, ni tenemos fotocopia del pasaporte.

¡Qué casualidad que justo en la puerta de al lado teníamos una tienda que te lo hacía todo!

¡Menudas fotos!

Manu un terrorista y yo…yo…sin palabras. Todavía me preguntaba la «fotógrafa» si quería que la repitiésemos.

¿No se da cuenta usted que el problema no es mi cara?

El problema es el sitio, la luz, la cámara y usteeeeeeeed.

Corramos un estúpido velo.

Volvemos a la cola, justo detrás de la señora belga de 80 años que cuando habla se puede chupar el bigote.

No me extraña que se haya venido a vivir a Thailandia.

Seguro que no llegó con ese bigote, pero como aquí está de moda…¡yo también me lo dejo señora!

Si tienes la fortuna de poder entregar los formularios, pasas a una sala de espera hasta que tu nombre suene por los altavoces.

Bueno…hasta que intuyes que esos sonidos tienen algún parecido con tu nombre. ¡Menuda pronunciación!

Presiento que nuestro día se va a reducir a permancer sentados en esa sala hasta que se nos quede el culo cuadrado. 

Cerca de las 5 de la tarde, cuando los amables funcionarios estaban tan hartos como nosotros y decidieron aligerar su trabajo, conseguimos salir de allí.

Ahora cógete un taxi.

Que no se le ocurra a nadie pensar que entraba en nuestros planes volver andando. En todo caso yo hubiese vuelto a caballito.

El taxi nos cuesta exactamente lo mismo que nos hubiese costado la moto para todo el día.

¡Gracias de nuevo Paqui! ?

Aunque en el anterior post comenté que la idea era ir a Pai haciendo autostop, mañana va a hacer autostop quien yo te diga.

Compramos el billete de bus que ya tengo las piernas trabajadas por lo menos hasta el año que viene.

Ya no ando más hasta que se me olvide lo de hoy…

¡Vaya! Pues si queremos cenar en el mercadillo callejero nos va a tocar andar otra vez.

Vaaaaaaale, si es por comida lo hago.

En los mercadillos callejeros de Thailandia encuentras de todo. 

Hacemos acopio de arroz con cosas, sushi, brochetas de varios tipos y fanta de fresa, y nos sentamos en el suelo a cenar.

Parecerá una tontería pero lo de comer tirada en el suelo me da una sensación de libertad y esparcimiento…

En cuanto a la fanta de fresa…Os recuerdo que en Sri Lanka la encontramos de frutos del bosque. Aquí, a parte de fresa, también la tienes de piña y de alguna cosa más.

Llamada para los señores gobernantes de España: en vistas a que tenéis poco trabajo, y el que tenéis lo hacéis de aquella manera, ¿por qué no ponéis más hincapié en eso de las importaciones para que tales bebidas azucaradas lleguen a nuestro país?

Ahí lo dejo…

Hoy hemos ampliado el visado, comido en la calle y también comprado el billete de bus para marcharnos a Pai mañana mismo.

Cuando tengamos narices a hacer un poco de turismo ya os contaré si Chiangmai es bonito o no…

Otra de las cosas interesantes que hemos descubierto hoy es una fruta cuya existencia desconocíamos totalmente: durian. 

 

Es esa cosa gorda como con pinchos que hay encima de las naranjas.

Ya nos habían hablado de ella la pareja de españoles que conocimos en Sri Lanka, Pilar y Ángel. Nos contaron que genera adicción, que está muy buena, que es cara y que está prohibida en los hostales de lo mal que huele.

En casi todos los alojamientos tienes un cartel que te aconseja no pisar por allí con ese producto, ¡bajo multa de 2.000 bats!

Aún no la hemos probado tal cual, pero sí en zumo. No podemos hablar con propiedad porque al zumo le echan más cosas.

Lo que sí podemos decir es que cuando se nos repetía el zumo había que alejarse de nosotros 10 metros a la redonda.

Volvemos al hostal después de todo el día, queremos probar este nuevo alojamiento a ver si nos sirve para la vuelta.

En la terraza, un muchachito con una guitarra de esas de miniatura canta y me saca una sonrisa.

¡Esta gente bohemia me encanta!

Manu lo asesina con la mirada y a los 5 minutos ya se ha metido en su cuarto y no se escucha ni un alma.

La verdad que es una faena tener que bajar al piso de abajo cada vez que te haces pis en la noche, pero creo que esta habitación me ha conquistado.

La cama es mucho mejor, parece todo más limpio, la terraza y la luz que tiene la habitación pueden conmigo…

Y al final, a lo de tener el baño fuera te acabas acostumbrando.

Siempre puedo volver al orinal como hacía de pequeña.

Debajo de nuestra cama siempre había un orinal.

¿Qué era eso de salir al baño de noche?

Más de una vez, yo o alguna de mis hermanas acabábamos meando en el suelo. Nada que no se solucione con una fregona y cambiándonos el pijama.

¡Qué prenda más absurda!

Hacemos la mochilita, desayunamos otra vez con cabreo incluído y ¡vamos que nos vamos a Pai!

Vamos a meditar un poco más qué habitación elegimos para la vuelta a Chiangmai.

¿Qué nos deparará Pai? ¿Nos gustará?

¿Cómo será el resort que hemos reservado? ¿Encontraremos algo más barato?

¿Tendremos que volvernos a Chiangmai o nos quedaremos allí toda la navidad?

¡Estoy intrigada hasta yo!

GRACIAS POR ESTAR AHÍ Y DISFRUTAD MUCHO DE LAS FIESTAS

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: chiangmai, durian, el viaje de mi vida, pai, visado thailandia

EN CHIANGMAI "DESCANSANDO"

22 diciembre, 2016 por taniacarrasco 2 comentarios

El viaje de tren ha sido muuuuuuy largo y lo único que nos pide el cuerpo es descansar.

Llegamos a la estación de tren sobre las 18:30, después del autostop de todo el día.

Compramos el billete por menos de la mitad de lo que costaba el bus y vamos a atracar algún puestecillo de comida.

¡Madre mía, este sitio también está lleno de blancos!

No queremos dejarnos una pasta en la cena, así que andamos un poco hasta que damos con un puesto callejero.

Comemos borchetas de carne de todos los tipos y nos atrevemos con una cerveza para los dos.

Sí, estoy comiendo carne y lo que me echen.

Es difícil ponerse exquisito y selectivo cuando tienes que comer lo más barato posible.

Aunque también es cierto que Asia es el país de los vegetarianos.

Hay mucha más variedad para vegetarianos que para los que no lo son.

¡Apúntatelo Noe que te voy a traer aquí para tu despedida!

Quedan más de 4 horas para que salga nuestro tren. Nos apalancamos en la estación con una buena ración de galletas y esperamos.

Tenemos unas ganas de subir al tren, tumbarnos en nuesta litera y dormir, que sólo pensarlo nos hace felices.

Como pasan muchos trenes hasta que llega el nuestro, podemos comprobar que por dentro están súper nuevos y súper preparados para descansar bastante bien.

¡Ostras qué bajón cuando llega el nuestro y no tiene literas!

Vamos a tener que pasar 13 horas sentados, en un tren que va hasta arriba de gente.

Flí

pá.

Tan sumamente cansados estábamos que alguna que otra cabezadita pudimos dar.

Sobre todo cuando el tren se fue vaciando un poco y tuvimos la posibilidad de medio tumbarnos.

Pasaron las 13 horas y ¡por fin llegamos a Chiangmai!, más muertos que vivos.

Según bajamos del tren, nos intercepta un señor para ofrecernos habitación.

El hostal está alejado y nos lleva en su «fragoneta».

Con el cansancio monumental que traemos no podemos pensar. Nos da igual dónde nos lleve este señor, ¡nos vamos con él!

Lo peor que nos puede pasar es que no nos guste la habitación. Pero al menos habremos llegado gratis, y en coche, a la ciudad.

Entramos al hotel, porque aquello de hostal no tenía nada, y en recepción nos dicen que justo se les acaban de llenar las habitaciones baratas.

¡Vaya por dios, qué casualidad!

Pues nada, gracias por la carrera y ya buscamos nosotros la solución.

Tuvimos suerte porque estábamos en pleno centro, justo por la zona por donde Manué había estado mirando alojamientos.

Como estamos muy cansados nos quedamos en un hostal relativamente barato. Aunque no les quedan habitaciones dobles nos dejan un dormitorio de 4 camas literas, para nosotros solos.

No es para tirar cohetes pero nuestras piernas no nos permiten ponernos a dar vueltas como hacemos siempre.

Sobra decir que lo primero es darnos una súper ducha, cambiarnos de harapos e irnos a comer.

Nos damos un buen homenaje en un vegetariano súpero chulo que nos jode por completo el presupuesto del día, pero una cosa por otra.

 

Ya mañana, descansaditos, buscaremos sitios de estos cutres y baratísimos en los que solemos comer siempre.

De hecho, nos han contado que una de las mejores cosas que tiene Thailandia son los mercadillos callejeros de comida.

Se come bien, barato y con muchísima variedad.

¡Mañana lo intentamos!

Como estamos en la ciudad donde Manué quiere hacer los cursos de masaje thailandés, después de comer vamos a buscar la escuela para hablar con los profes y formalizar la inscripción.

«Cariño, llama a la escuela para asegurarte que está abierta, a ver si nos vamos a dar el paseo para nada», le digo a mi cariño.

«No te preocupes que he leído por internet que cierran a las 6», me dice.

Aunque no me convence la respuesta, ni me apetece patearme la ciudad con la paliza que llevamos encima, me tengo que callar.

Entre que hemos comido cual gorrinos, que hace un calor de justicia y que las piernas no nos responden, tardamos unos 45 minutos en hacer un trayecto que podría haber sido de 20.

¡Venga, que ya sabéis lo que pasa ahora!

¡Exacto, el profe de los cursos de masaje ya no está porque acaba a las 4!

No tengo fuerzas ni para cabrearme.

Vuelta para atrás…con tus piernecitas…»pin pin pin», hasta que llegues al hostal.

Yo delante andando como una condenada y Manué detrás gastándome bromas para que no lo asesine.

chiangmai

El día no da para más.

Nos paramos a tomar una infusión y nos metemos en la habitación a descansar.

Es genial porque nos han dado una habitación con ventanas sin cortinas, así que se ve todo lo que hacemos.

Menos mal que hoy no nos importa…estamos tan cansados…jejejejjeej.

La idea que tenemos es quedarnos por aquí mañana y salir a Pai al día siguiente.

Nos han hablado tan bien de Pai que nos morimos de ganas de estar allí.

No va a ser como la playa pero oye, nunca se sabe.

Antes de acostarnos, nos ponemos a mirar los alojamientos por internet, para ir con la cosa medio clara y no dar demasiadas vueltas.

Tenemos claro que intetaremos llegar en autostop otra vez.

Cada uno con su móvil, empezamos a ponernos de todos los colores.

Los alojamientos baratos están todos llenos y en los sitios donde quedan habitaciones, o son compartidas o son carísimas.

Nosotros, más chulos que nadie, queríamos llegar a Pai y encontrar una habitación de p…madre al mejor precio, sin reservar, en temporada alta.

¡No diréis que no tenemos confianza en nosotros mismos!

¿Y ahora qué hacemos?

Estábamos a punto de llorar cuando se me ocurre mirar en los pueblos de al lado.

A unas malas nos alojamos por allí cerca y vamos a Pai de visita.

¡Nada! ¡Todo hasta la bandera!

Tenemos tres opciones:

  • Ir a Pai y gastarnos un dineral en un hotel (quien dice dineral dice 300 euros en 10 días).
  • Ir a Pai y meternos en un dormitorio con otras 8 personas.
  • Quedarnos en Chiangmai toda la navidad y casi todo enero, por los cursitos de masaje thailandés.

La cosa está complicada…

Pero ya no podemos más. No nos dan los ojos, ni la vida, para seguir buscando.

Yo a penas puedo dormir de pensar en qué podíamos hacer.

Nos quedaremos un día más en Chiangmai para no tomar decisiones precipitadas.

Al levantarnos, lo primero es volver a la escuela de masaje para tener la mayor información posible.

Le han dicho a Manu que la escuela te deja alojarte allí cerca por muy poco dinero.

Como yo no voy a hacer el curso, tenemos que preguntar si también podría alojarme allí o si tenemos que buscar otro sitio.

Esta vez, la escuela está abierta y nos lo cuentan todo muy requetebien.

Pero cuando nos enseñan el alojamiento…

¡Para echarse a llorar!

La habitación privada viene siendo un zulo con un colchón en el suelo, que se comunica con las habitaciones de al lado porque el techo está abierto. Y además, con el baño compartido.

¿Barata? Sí.

¿Merece la pena lo que te ahorras? ¡Ni de coña!

Así que ale, ahora nos toca pasarnos el día buscando una solución de alojamiento para las semanas que dure el curso.

Chiangmai nos tiene algo confundidos.

Encontramos auténticos zulos a precios escandalosos, pero lo que realmente abundan son los hostales de lujo.

Casi todo es de muy buena calidad, muy limpio y a precios que no queremos pagar.

¿Pero esto es Asia o qué es?

Comparamos todo el rato con los precios de Nepal, India y Sri Lanka y nos pillamos unos cabreos…

Además, les decimos que queremos la habitación para dos semanas y no nos hacen ni una mísera rebaja en el precio.

¡Muy fuerte!

A causa de equivocarnos de calle, damos con un hotel donde nos atiende una muchacha encantadora.

Nos enseña la habitación y nos fascina. Y cuando le decimos que es para 15 días nos hace una súper rebaja, combinada con una súper sonrisa, que casi le pedimos quedarnos a vivir allí con ella.

Sin embargo, y contra todo pronóstico, cuando llegamos a nuestro hostal nos da por preguntarle a nuestra casera-barra-seta. Un ajo de mujer.

Ayer estábamos en un dormitorio de 4 camas pero hoy nos hemos podido cambiar a una doble y la cosa ha mejorado bastante.

Tenemos una habitación privada con baño incluído, cama grande, frigorífico, tele, agua caliente y buen wifi. El precio aceptable.

No nos habíamos planteado la posibilidad de quedarnos aquí porque pilla lejos de la escuela de masaje.

Pero cuando le preguntamos el precio que no haría para 15 días, añadiendo el alquiler de una bici, nos hace un precio que no tiene comparación con ninguna de las cosas que hemos visto.

La habitación de la nena encantadora, es mucho más luminosa y alegre pero no tiene frigo ni tele. Por no mencionar el precio bastante superior.

Teniendo en cuenta que lo de Pai nos saldrá por más dinero del esperado y que luego tenemos que quedarnos por aquí 15 días más, como mínimo, lo que nos interesa es algo barato, aunque la habitación no tenga demasiada luz.

Sin embargo, y cuando ya pensábamos que no podíamos encontrar nada más barato, damos con un hostal bastante apañao.

Decidimos probar mañana a ver si estamos a gusto, y en función de eso decidir si nos quedamos en el anterior o si nos quedamos en este otro.

El anterior: habitación doble con baño, frigo y tele, pero muy oscura y sin zonas exteriores para poder salir aunque sea a escribir.

El que probaremos mañana: habitación grande luminiosa con baño compartido. No tele, no frigo, pero pedazo de terraza para salir a hacer lo que sea, incluso escribir. Y algo más barata.

¡Vamos a cenar en el mercadillo!

 

Antes de meternos en la cama, nos pasamos otras tantas horas buscando alojamiento en Pai, otra vez.

Podríamos quedarnos en Chiangmai pero…¿qué hacemos aquí hasta el 14 de enero?. Demasiado tiempo.

¡Por fin encontramos algo interesante!

El doble de lo que estamos pagando en Chiangmai, pero acorde con lo que son los precios de la zona.

Obligo a Manué a reservar la primera noche porque ya estoy hasta los ovarios de mirar cosas, y ya cuando estemos por allí vemos si podemos reservar algo más barato.

¡A la cama por favor!

El día de mañana se plantea interesante. Iremos a la oficina de inmigración a renovar la visa para quedarnos en Thailandia un mes más.

Puede resultar aburrido, pero no lo es.

¡Mañana os lo cuento!

BESOTES GRANDOTES

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: chiangmail, el viaje de mi vida, pai, thailandia

Barra lateral principal

Copyright © 2023 · Genesis Sample en Genesis Framework · WordPress · Acceder

Este sitio web utiliza cookies, tanto propias como de terceros para recopilar información estadística sobre su navegación y mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias, generada a partir de sus pautas de navegación. Si continua navegando, consideramos que acepta su uso. Acepto Leer Más
Política de cookies

Privacy Overview

This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may affect your browsing experience.
Necessary
Siempre activado
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Non-necessary
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.
GUARDAR Y ACEPTAR