• Saltar al contenido principal
  • Saltar a la barra lateral principal
logo-final
  • Inicio
  • Sobre mí
  • Servicios
  • Regalo
  • BLOG
    • ALIMENTACIÓN Y EJERCICIO
    • DESARROLLO PERSONAL
    • MIS VIAJES
  • Equipo
  • Contacto

nepal

ADIÓS NEPAL Y BARRA LIBRE EN EL AVIÓN

19 diciembre, 2016 por taniacarrasco 6 comentarios

Despedimos Nepal por todo lo alto. Si quieres volar a gusto, emborráchate en el avión.

Pokhara se queda atrás. Volvemos en bus a Katmandú para coger el vuelo hacia Thailandia.

Camino hacia la estación de bus, no puedo dejar de acordarme del viaje de ida.

No he tomado ni un sorbo de agua para no tener problemas con el pipí.

En cuanto ponemos un pie en la estación ya tenemos doscientas ofertas para subir a diferentes buses.

Manu decide que nos quedamos con el primero que ha venido a buscarnos.

Le explica que es probable que haya que parar más de la cuenta porque tiene una novia meona y nos dice que no hay problema.

Le explica otra vez que él tiene una novia meona y yo un novio con mala leche y que no dudaremos en asesinar al conductor si nos hace lo mismo que el anterior.

Como no saben si bromeamos o vamos en serio, se miran pensativos.

Creo que incluso dudaron si dejarnos subir.

Como quedan tres cuartos de hora para que salga el bus, nos vamos a desayunar.

Manu no me deja terminarme el café y me obliga a ir al baño dos veces, casi consecutivas, por si acaso.

Empezamos el viaje y…bueno…no tardo mucho en encontrarme en situación crítica.

¿¡Qué puedo hacer a parte de sondarme!?

Manu se levanta muy educado y pregunta por la hora de parar a desayunar.

«¡5 minutos!», dice el ayudante del conductor.

¡Mierda! Justo lo mismo que dijo el otro muchacho en el otro viaje y acabaron siendo más de 40.

Hoy va a ser el día que voy a mear dentro de un bus por primera vez.

¡Pues no!

Cinco minutos después, paramos a desayunar y puedo hacer pipí tranquilamente.

¡Bravooooooooooo!

Aún así, no os creais que fue un viaje tranquilo.

Primero, se montaron cuatro alemanes que se habían confundido de bus y tuvimos que parar y esperar a que su bus viniese a recogerles.

Después de comer como los pavos, cuando ya estamos todos montados en el bus, el ayudante del conductor se da cuenta que falta gente.

Los busca por todos lados sin obtener resultados satisfactorios.

Se baja el conductor que llevaba media hora pitando para llamarles la atención y poco después, se bajan otros dos hombres para ayudar en la búsqueda.

Nosotros no sabíamos muy bien qué estaba pasando ni quiénes eran los que faltaban.

Al rato, aparece una turista enorme rubia que había subido sola al bus y trás ella, un nepalí que no se ha visto en otra en su vida.

Podemos hacernos una idea de lo que estaban haciendo…lo que no sabemos es dónde.

Y no te lo pierdas…ya de camino, el nepalí que se había enrrollado con la rubia gigante, se levanta nervioso tocándose los bolsillos ¡porque se ha dejado algo donde se estaba enrrollando con la rubia!

Hay gente para todo…

Tuvimos que parar otra vez para que este muchacho volviese corriendo, recogiese aquello que se le había perdido y continuar el viaje.

Volver al polvo y al rudio me hace la misma gracia que arrancarme los pelos de la nariz con las pinzas…

¡Qué bien que sea sólo una noche!

Como ya he dicho en otra ocasión, lo mejor de Katmandú es poder volver a comer en el restaurante de Rima y Ray: Namasté Food Corner. Muuuuuuuy cerca de Thamel, por si a alguien le interesa.

Lo primero que hacemos es dejar las cosas en el hostel e ir a tomarnos una infusión.

La comida nos ha sentado tan mal que lo de la infusión es pura necesidad.

¡Eso de tener que comer arroz con cosas en 20 minutos es imposible!

Si llegamos a saber que íbamos a tener que estar esperando a que la rubia se enrrollase con el nepalí, no hubiese comido tan rápido.

Por la noche, quedamos a cenar con Marco y gracias a él volvemos a conocer a otros cuatro españoles geniales.

Gema, Raúl, Nuria y Xavi, son de esas personas que conoces un rato y lamentas no poder pasar más ratos con ellos.

Además, Gema nos ha dado un montón de información para el viaje a Thailandia. ¡Gracias belleza!

Resulta que me sonaba mucho su cara y es que somos del mismo gremio. Creemos que coincidimos en el gimnasio en el que me formé como profe de Pilates hace más de 10 años.

¡El mundo es un pañuelo, precioso!

Por no hablar de que Nuria y Xavi trabajan en Ibiza y habrá que ir a hacerles una visitilla cuando estemos por allí.

¡Prometido chicos!

Estamos poco tiempo con ellos porque la cama nos espera. Pero cuando llegamos a la habitación, lamentamos no habernos quedado fuera.

De nuevo tenemos una habitación frigorífica. Muy amplia, con el baño muy limpio y todo lo que quieras. Pero fría como el hielo.

Curiosamente, justo frente a la cama, tenemos un aparato de aire acondicionado.

Por no ser trepas ni aprovecharnos de nadie sin permiso, bajamos a pedir el mando.

En recepción no dicen que si queremos aire calentito tenemos que pagar 500 rupias más, así que nos conformamos con otra manta.

Pero tampoco hay que ser tonto.

¿Qué te cuesta dejarme caldear un poquito el iglú?

Así que si no puede ser por las buenas…tendremos que hacerlo por las menos buenas…

Abrimos la máquina y conseguimos que salga aire calentito sin necesidad de mando ????

¡No me lo puedo creer!

¡Voy a poder dormir con calefacción!

Aún así, la pillo gorda otra vez.

Llevaba días con molestias en la garganta y ya se han materializado en otro catarro de los buenos.

Si es que es normal: por el día mucho calor, por la noche mucho frío, te quitas, te pones, no tomas vitaminas…

¡Ains!

Vamos a alegrarnos la mañana con un desayuno de despedida.

Quedamos con Marco, que es de las cosas más interesantes que nos llevamos de Nepal, y al poco rato aparecen los 4 españoles de los que os hablaba antes.

¡Qué bien poder pasar otro ratito con ellos!

Con pena, nos despedimos de Marco, Gema, Raúl, Nuria y Xavi, y también de Rima y Ray.

Son tan majos que además de hacernos el desayuno se encargan de pedirnos el taxi que nos lleve al aeropuerto.

Por el camino, es inevitable pensar en todo lo bueno que nos llevamos de Nepal.

No sólo hemos conocido gente fabulosa y comido cosas riquísimas, sino que hemos visto lugares alucinantes. Por no mencionar el paragliding.

Aunque sin ninguna duda, como dice mi nueva amiga María, lo que más huella te deja es la gente que vas encontrando por el camino.

En el aeropuerto de Katmandú, todo bien. Subimos al avión sin contratiempos.

Jamás nos hubiésemos imaginado lo que nos esperaba en este viaje.

 

Subimos al avión de JetAirways, que hace la ruta Katmandú, Bombay (después nos toca coger otro vuelo a Bangkok).

Al lado nuestro en el avión, un señor blanco de mediana edad, lleno de tatuajes, con ausencia de algunos dientes y flaco como la rabia.

No habíamos despegado todavía cuando este señor que vamos a llamar «Bier», ya le ha pedido una cerveza a la azafata.

«No me puedo esperar a la comida», dice.

No hace falta dar explicaciones hombre, cada uno bebe cuando quiere.

Cuando llega la comida, se vuelve a pedir otra cerveza.

Manué y yo nos emocionamos porque de postre nos ponen Kit Kat. Un Kit Kat de medio gramo, pero Kit Kat al fin y al cabo.

Acabando de comer, mientras Bier iba ya por su tercera cerveza, observamos que un señor pide doble ración de comida.

¿Cómo? ¿Que se puede repetir?

¡Pues yo quiero más Kit Kat!

Hacemos el intento y…¡efectivamente!, ¡se puede repetir!

Aprovechando que nosotros habíamos pedido más Kit Kat, nuestro amigo Bier se pide otra cerveza. ¡Y vamos por la cuarta!

Hubo un momento, cuando las azafatas aún no habían terminado de recogernos las bandejas de la comida, que la gente se empieza a levantar para ir al baño.

De repente, se forma una cola como de 15 personas en el pasillo, que pretendían esperar para entrar al baño, mientras las azafatas seguían recogiendo las bandejas.

 

No cabía en nosotros más asombro, hasta que una de las azafatas sale con una bandeja llena de cervezas ¡y empieza a repartirlas!

¡Venga ya! ¡Estás de coña!

Bier se toma la quinta, Manu decide tomarse una para no desentonar demasiado y yo…¡pues otro kit kat!

No sé cómo explicar, para que lo entendáis bien, qué pasó en ese avión.

Fuera de bromas, empezó a sonar música y todo.

Yo pensaba que de un momento a otro salían las azafatas en pelotas y nos enseñaban a ponernos el chaleco salvavidas a ritmo de reggeaton.

La azafata repartiendo cervezas, más de 15 personas en pie esperando para ir al baño o charlando con compañeros de vuelo, nuestro amigo Bier que tenía que llevar una melopea ya que pa qué…¡nosotros flipábamos!

¡Un avión con barra libre de cerveza!

¡Cómo no iba a haber cola para ir al baño!

Pero…¿15 personas levantadas al mismo tiempo esperando?

¡Ese panorama no era ni medio normal!

Nosotros, entre asustados y alucinados, cuando éramos capaces de cerrar la boca y dejar de flipar, nos reíamos y observábamos el espectáculo.

Hemos decidido que volaremos siempre con JetAirways.

Viendo que me iba a quedar sin cerveza, me pillo una para luego.

¡Cervezote para la mochila!

Vamos a llegar a Bombay a las 3 de la tarde y hasta las 8 de la mañana del día siguiente no sale nuestro avión a Bangkok.

Será una noche larga que con cerveza se hará más amena seguro.

Poco después, por la megafonía del avión, nos llaman a la calma y sugieren a los meones que vuelvan a sus asientos y se lo hagan encima.

Y es entonces cuando una de las azafatas aparece con una bandeja llena de cervezas vacías, partiéndose el culo.

barra libre en el avión

Ya no sabemos si se ríe porque se ha dado cuenta de que le estamos haciendo una foto o si se descojona porque se las ha bebido ella todas.

¡Muy fuerte el asunto!

El vuelo Bombay-Bangkok también es con JetAirways. Me voy a comprar unas plataformas y una camiseta de rejilla por si se calienta la fiesta.

Hubo un momento durante el vuelo, que pasamos una zona de turbulencias y nos movíamos más de la cuenta.

De pensar que el piloto podía estar bebiendo cerveza también, se me puso el cuerpo malo. 

¡Abrochénse los cinturones! Los que piensen que llevar cinturón de seguridad en un avión puede servir para algo.

Estábamos todos sentaditos y con los cinturones abrochados, rezando porque el piloto fuese abstemio, cuando veo que Manué sonríe a alguien.

«¿A quién sonríes cari?».

«Nada, la azafata que me está haciendo ojitos», me dice.

Pues se va a quedar sin ellos, porque se los voy a arrancar.

Sí, sí, la de la bandeja de cervezas intentando ligar con mi chico.

¿Qué te parece?

De hecho llegamos a tierra, y yo esperándole fuera del avión porque la azafata tenía ganas de conversación.

Porque dormimos en el aeropuerto que si no a este hoy le toca sofá. 

AY LO QUE OS QUIERO YO MAREEEEEEEEEE?

 

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: bangkok, barra libre en el avión, cerveza, jetairways, katmandú, nepal

PARAGLIDING: VOLANDO SIN ALAS

16 diciembre, 2016 por taniacarrasco 10 comentarios

¿Habéis volado alguna vez? ¿Sabéis lo que se siente al tirarse desde lo alto de una montaña y planear sobre un lago?

A las 11 nos vienen a recoger al hostal para llevarnos a hacer el paragliding.

No tenemos nada de nervios, la verdad. Yo soy más de nervios de última hora.

Sobre las 9 vamos a desayunar con María y su amigo nepalí al lugar donde comimos ayer.

Esta vez el desayuno ha sido de los buenos. Nos hemos puesto las botas, por si fuese la última comida de nuestra vida.

Sólo tuvimos un pequeño problema.

Manu pidió su desayuno con cereales y leche, y yo con lo que llaman «porridge» (gachas de leche y avena). Como acostumbramos a tomarlo con plátano, le pedimos a la camarera si es posible añadirlo.

La mujer, muy amable, nos dice que sí.

Cuando llega mi porridge, trae el plátano tal y como esperábamos.

Sin embargo, los cereales de Manu traen manzana.

¡Menudo problemón!

Mi cariño que tiene antojo de plátano, pregunta a la camarera que porqué manzana cuando ha pedido plátano.

Ella lo mira extrañada y nos dice que no se acordaba de cómo lo habíamos pedido, pero que tengamos en cuenta nuestra suerte puesto que la manzana es mucho más cara que el plátano.

?

Osea que si quiero arroz con conejo, porque me apetece, y me lo traes con bogavante, me tengo que joder y dar las gracias.

Me lo apunto. Me ahorraré muchas hojas de reclamaciones.

Volvemos al hostal con María. El muchacho nepalí se vuelve a Katmandú, donde vive.

Aunque María no saltará con la cometa gigante, subirá hasta arriba con nosotros en el coche y podrá disfrutar de las vistas.

Lo malo es que luego tendrá que bajar por su cuenta.

Hay que mencionar que aunque el paragliding también se puede hacer en España, no sé si con las mismas vistas y por el mismo precio.

Nos han dicho que aquí te sale como 3 veces más barato.

Antes de subir a la montaña, tenemos que pasar por las oficinas a firmar el consentimiento y esas cosas.

No sin olvidar poner un número de contacto de la persona a la que quieres que llamen en caso de problemas.

Estas cosas que te tranquilizan tanto.

A priori pensé en poner el teléfono de siempre, el de mi padre, pero tardé poco en darme cuenta de que no era buena idea.

Si le llaman en inglés para decirle que su hija se ha roto una pierna saltando en cometa gigante por una montaña, va a ser lo mismo que si le dicen «¿quiere usted mil euros para comprarse una bicicleta?».

Mejor pongo el de mi hermana Irene que el inglés lo lleva mejor.

De repente, aparecen unos cuantos muchachos que son los que nos van a acompañar en la aventura.

Bromean diciéndonos que llevan volando muy poco tiempo para meternos un poco de miedo.

Es innecesario, la cagalera nos va a entrar igualmente.

Una vez montados en el coche, con la música maquinera a todo trapo, empiezo a notar ciertos nervios.

Con lo que nos cuesta la cosa no es plan de pasarlo mal.

Llegamos con el coche justo al sitio donde habíamos estado antes de ayer con la moto, viendo cómo la gente volaba.

Fue en ese momento que decidimos hacerlo nosotros también. Sí o sí.

Podemos buscar los mejor precios en comida y alojamiento, abstenernos de comprar caprichos que no necesitamos, obviar nuestras ganas de beber mojitos a veces, lo que no vamos a desperdiciar es la oportunidad de gastarnos el dinero en las cosas que realmente nos apetece hacer.

Esas experiencias únicas que guardas para siempre y que enriquecen tu viaje.

¡A volaaaaaaaarrrrrrrr!

Había bastante gente esperando para tirarse montaña abajo, pero enseguida nos toca.

 

Nuestros monitores se acercan a colocarnos los mosquetones y las protecciones necesarias. Nos explican un poco cómo hay que hacerlo y nos hacen esperar unos minutos.

Esos minutos en los que sólo piensas en si era necesario pagar por jugarte la vida.

Esos minutos en los que te da tiempo a pasar de la alegría a la excitación total en el mismo segundo.

Los monitores nos dicen que intentemos no sentarnos, que corramos hacia el final de precipicio y luego nos dejemos llevar.

Yo salto la primera.

El monitor se ata a mi espalda y me pide que empiece a caminar.

Casi no me da tiempo a darme cuenta que ya no tengo suelo bajo mis pies.

¡Estoy volandooooooooooo! ¡Literalmente!

paragliding

Los nervios se me pasan en un momento. La sensación de relajación que experimento no era para nada lo que esperaba.

Tengo los Anapurnas a un lado, el lago al otro lado, la montaña salpicada de casitas, montones de cometas gigantes me acompañan en mi vuelo, y parece que casi puedo tocar el sol.

¡Qué maravilla!

De repente, desde el mismo cielo, alguien me saluda.

No, no es Dios y no, no estoy delirando.

Manué se acaba de tirar y pasa lo suficientemente cerca de mí para que pueda verle y escucharle a lo lejos.

Hay un momento en que también puedo saludar a María que aún no se ha marchado.

¡Qué bonito todo por favor!

El vuelo habrá durado como 20 minutos.

Casi al final, el monitor me pregunta si quiero más movimiento.

¡Y qué le vas a decir!

¡Claro que sí!

Estás volando por el cielo y probablemente esto no te vuelva a pasar en la vida.

Dale caña a la cometa y a disfrutar.

¡Maldita la hora!

El Dragon Khan de PortAventura marea menos.

El monitor se puso a hacer cosas raras para un lado y para otro, a dar vueltas sobre sí mismo, a subir y bajar a toda velocidad.

Al mismo tiempo, yo pensaba en el desayuno continental que me había tomado hacía unos minutos.

¡Con lo que me había costado el desayuno y lo iba a vomitar!

Pero no, la sangre no llegó al río.

Después de los movimientos aéros imposibles, tocaba bajada.

Eso fue muy sencillo. Esperaba pegar un buen culetazo contra el suelo y nada más lejos de la realidad.

Cuando aún no había puesto los pies en tierra, me doy cuenta de que Manué ya está abajo y ha podido grabarme un ratito.

¡Qué emocionante ha sido!

 

Intercambiamos impresiones, nos sujetamos el uno al otro por si tenemos que vomitar juntos y nos sentamos en el primer banco que encontramos.

Aunque no nos apetece mucho, nos tomamos un zumito natural mientras esperamos que nos devuelvan al hostal.

A pesar del pequeño mareo del final, ha sido una experiencia alucinante.

¡Cómo me alegro de haber tomado esta decisión!

¡Qué mejor manera de despedirnos de Nepal!

Al bajar en el coche no podíamos ni hablar.

Entre el mareo y la emoción íbamos obnubilados.

Cuando llegamos a Pokhara preferimos que nos dejen en la oficina y dar un paseo, a ver si al sol se nos pasa un poco la borrachera aérea.

Enseguida empezamos a encontrarnos mejor.

Como cada vez que pasamos por una barbería, el barbero sale a insinuarle a Manué que necesita de sus servicios, al final cede.

Pasamos a preguntar en la peluquería que tenemos justo al lado del hostal.

Después de sacarle al muchacho el precio que creíamos razonable, Manué se sienta.

El muchacho con el que acabábamos de negociar sale a la puerta y pega un silbido.

En ese momento aparece un nenín de unos 14 años ¡que es el que le va a arreglar la barba y el pelo a Manué!

 

El chaval de la peluquería pensaría: «Sí, os voy a hacer una rebaja pero os va a cortar el pelo mi primo pequeño que hoy no tiene cole».

Menos mal que la cosa salió bien y Manu quedó bastante contento.

Ahora vuelve a parecer una persona normal y ya no vamos a juego.

Voy a tener que afeitarme el bigote yo también.

Si nuestro día ha sido intenso, el de María sería para hacer otro capítulo.

Aunque ella no ha hecho paragliding, al bajar de la montaña no han dejado de pasarle cosas.

Primero se le ha acercado un niño discapacitado pidiéndole dinero.

Como esta María tiene un corazón de esos gigantes pensó que mejor invitarle a comer.

A María no le sobra el dinero. De hecho no le queda mucho para continuar el viaje y tendrá que volver pronto a España.

Sin embargo, si es por ayudar, seguro que empeña hasta las bragas.

Cuando están en el restaurante el niño pide una sopa.

¡Y un zumo y unas galletas!

Así que tonto tonto no era el nene.

Después de dar de comer al pequeñajo, continúa subiendo ella sola.

Es entonces, cuando una señora nepalí la invita insistentemente a entrar a su casa para emparejarla con su hijo.

Todo esto por gestos, porque la señora no hablaba nada de inglés y el hijo tuvo que pasar el peor rato de su vida.

¡Qué desesperación de madre!

La señora tiene que salir a la calle para interceptar mujeres casaderas a ver si alguna cuela.

Aunque en el caso de María la señora fue muy avispada.

María no sólo es buena sino que es guapa y simpática de narices.

¡Menuda novia le iba a encasquetar a su hijo!

Pero la cosa no quedó ahí por lo visto…

Cuando se disponía a iniciar la bajada para volver a Pokhara, se encontró con un dominicano hippie de familia nepalí.

Una cosa muy extraña.

La típica persona que va de «súper hippie metafísico que vive del aire y es muy rico porque ha conseguido no necesitar cosas» y saca un iphone para fotografiar insectos.

Y aguantando a tal personaje en un trayecto bastante largo, mi María se tuerce un tobillo…

Casi mejor haber saltado al precipicio sin cometa, ¿no? ?

Se hace tarde y nos vamos los tres a cenar.

Una cena de despedida que seguro que se vuelve a repetir.

¡Qué placer encontrar gente como tú, María!

Un abrazo a tres bandas es nuestro último contacto físico, hasta la próxima.

Nuestra última noche en Pokhara hasta volver al horrible Katmandú.

Pero Katmandú ya sólo nos acogerá una noche.

¡¡¡¡¡¡Volamos a Thailandia!!!!!!

ABRAZOS ENORMES

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: el viaje de mi vida, experiencias únicas, nepal, paragliding, pokhara

EN POKHARA DE EXCURSIÓN

15 diciembre, 2016 por taniacarrasco 6 comentarios

Andar por la montaña, visitar Pagodas, cruzar ríos y beber cerveza.

Hoy teníamos apalabrado el desayuno en el hostal.

Nos bajamos al jardincito y esperamos impacientes.

Para Manué siempre es poca la comida que nos ponen. Pero eso le pasa aquí y en la China.

Después de desayunar al solecito, nos disponemos a hacer una pequeña ruta a pie hasta unas cataratas y una Pagoda que hay en la montaña.

Pasamos por el río, que tiene unas vistas geniales.

No nos detenemos mucho en él porque el dueño del hostal nos ha dicho que si subimos a la montaña por un lado, podremos bajar por el otro y disfrutar más del río.

Nos cuenta que, para volver, no es necesario deshacer el camino. Que es mejor bajar la montaña por el otro lado hasta llegar a la orilla del río, y desde ahí coger un «local boat» (barquito local) que por 50 míseras rupias nos trae a la ciudad.

Por el camino, nos cruzamos a una chica muy guapa, turista, que camina sola.

«Hello».

«Hello»

Y cada uno sigue a su ritmo.

Un poco más delante, empieza a oírse música alta.

Según nos vamos acercando, desde arriba podemos ver cómo en el valle, un grupo de mujeres y hombres bailan al son de esa música.

Son alrededor de las 11 de la mañana de un lunes y ya están de jolgorio.

Percibimos que no sólo están bailando sino que preparan comida y bebida para la ocasión.

Nos resulta tan curioso que nos quedamos un rato a observar.

Es en el momento en que Manu se pone a bailar que nos ven y nos invitan a bajar.

Estuvimos a punto, pero al final nos dio reparo y pasamos de largo.

Como preguntes a quien preguntes cada uno te manda para un sitio diferente, móvil en mano, seguimos a la muchacha con la que nos habíamos cruzado antes.

Ella, al igual que nosotros, mira el móvil con interés como si se hubiese perdido.

Al llegar a su altura le preguntamos y Manu se da cuenta que el acento le resulta familiar.

«¿Española?».

¡Mini punto para Manu!

María, mañica, muy guapa y de ojos claros, no parece española si se mantiene callada.

El acento le delata y yo me alegro enormemente de poder hablar con ella sin que Manu me tenga que estar traduciendo cada dos por tres.

Como vamos para el mismo sitio decidimos hacer el camino juntos.

Ella ya ha estado en los países que nos quedan por visitar así que nos va contando cositas.

Cuando llegamos a las «cataratas», pues bueno, nada del otro mundo.

Lo único interesante que pudimos hacer allí es echarnos fotos en los lugares preparados para ello.

 

En el mismo orden de cosas tuvimos la posibilidad de visitar una cueva, pero decidimos gastarnos ese dinero en tomarnos un café y seguir charlando.

Si las cataratas eran un chorrillo de agua, la cueva podría ser un par de piedras húmedas. Nos daba más confianza el café.

La Pagoda de la montaña aún quedaba lejos, pero enfilamos el camino y le tuvimos que echar un par de narices.

Un buen rato cuesta arriba a pleno sol, con bastante calor y levantando polvo a cada pisada.

La pobre María, que venía de hacer un treking de 10 días por los Anapurnas, no tenía muchas ganas de hacer ningún treking más. Ni de 10 días ni de medio.

Pero al final subimos los 3 y llegamos sudando como pollos.

 

Fue genial. Pisé una mierda de vaca igual de grande que mi cabeza y me sentí muy bien para el resto del día.

La idea de ser una «suertuda» da mucha felicidad.

La Pagoda preciosa y las vistas espectaculares. Mereció la pena.

Aunque la hora de comer se nos echó encima, nos quedaba poco para llegar abajo y coger el «local boat» que nos devolvería a la ciudad.

Ya cuando estuviésemos en tierra firme buscaríamos un sitio para comer.

Bajamos, bajamos y bajamos, hasta llegar al río.

En la orilla, unas cuantas barquichuelas y un pequeño restaurante.

Le preguntamos a la señora del establecimiento que dónde podemos coger un bote que nos lleve al otro lado y nos dice que allí...¡por 430 rupias!

Ni 400, ni 450…¡430!

Le explicamos que no, que no queremos coger una moto de agua con el manillar de oro, que lo que queremos es el barquito local que cuesta 50 rupias.

Insiste en que eso es lo que hay y nos mira con indiferencia.

Como no nos creemos una palabra preguntamos a los señores que había en los botes.

Su respuesta es un gesto con el dedo señalando a la señora que nos quería vender los tikets por 430 rupias.

Nosotros 3 que, al parecer, somos igual de cabezones, buscamos la manera de encontrar el «local boat» que nos lleve baratito y rápido al otro lado.

No lo encontramos.

Recordamos que, justo antes de bajar, habíamos leído un cartel que ponía que tenían barquito gratis.

Manu sube corriendo a preguntar.

El cartelito provenía de un restaurante donde nos pedían que nos gastásemos 3.000 rupias en comer si queríamos que nos llevasen gratis.

¡Gracias hombre!

En mi pueblo eso no es «gratis», eso es cachondeo.

Con el rabo entre las piernas, bajamos de nuevo a comprarle el tiket a la señora odiosa de antes.

No sin acordarnos de nuestro casero y de las 50 rupias que nos había dicho que costaba el «local boat» que nunca encontramos.

Nos acercamos a la orilla a esperar al conductor de los 4 palos de madera que ellos llaman «boat», cuando aparece una señora con 3 chalecos salvavidas.

«Será la señora encargada de los chalecos salvavidas», pensamos.

Esta señora tendría unos 60 años, con sus pantalones bombachos y su bolso, tenía de todo menos pinta de conductora de barquito.

Nos ponemos los chalecos cochambrosos y nos subimos al bote.

¡Y la señora detrás, con un remo!

¡Coño, que es la conductora!

Coge el remo con una mano y justo cuando el bote empieza a moverse suena su móvil.

Al mismo tiempo que rema con una mano, saca el móvil del bolso con la otra y se pone a charlar.

Manu, que es el que está siendo salpicado amablemente por la conductora, decide que es un momento perfecto para sacar MI móvil y ponerse a grabar.

Como le pase algo a mi móvil vais al agua tú y la conductora.

En Pokhara de excursión

En esta foto podéis ver claramente lo que os digo.

María hace la foto mientras se descojona, yo poso porque me he dado cuenta que María está haciendo de fotógrafa, Manu graba a la señora conductora con mi móvil y la señora conductora rema y charla a la vez.

El trayecto fue bonito, si no hubiese sido porque nos costó el triple de lo que pensábamos gastarnos.

Lo de la señora cambiándose el remo de una mano a otra continuamente mientras alternaba con conversaciones de móvil y escribía whatsap, fue asombroso.

Es bajarte del bote y ya tienes varios vendedores intentando encasquetarte cosas que no necesitas.

Si tenemos en cuenta que son las 4 de la tarde y desayunamos a las 9, igual unos bollos de chocolate pueden considerarse cosas que SÍ necesitas, pero preferimos sentarnos y comer en condiciones.

María nos lleva a una callecita cerca de su hostal donde encontramos un restaurante local de comida rica a buen precio.

¡Ya tenemos sitio para desayunar mañana!

Nos ponemos hasta arriba de «arroz con cosas» y hablamos, hablamos y hablamos.

Se hace totalmente de noche y seguimos allí, empalmando con los que vienen a cenar.

Como no sabemos si nos vamos a volver a ver, intercambiamos teléfonos y nos despedimos.

¡Nos ha encantado conocer a María!

Llegamos a nuestro hostal más muertos que vivos por la caminata de todo el día.

Pero como vemos animado al dueño del hostal, compramos unas cervezas y le invitamos a beber.

En ese momento de socialización, nos volvemos a acordar de María.

La invitamos a venir y aparece con un amigo nepalí que acaba de conocer en su hostal. Él también piensa al verme que soy de los suyos, y yo ya empiezo a preocuparme de verdad.

De hecho, Manu me ha sugerido que mañana me pinte en la frente el lunar rojo que se pintan las mujeres aquí.

Quizá si creen del todo que soy de los suyos nos timen menos.

No me convence el asunto. Podría ser nepalí muda…como me pregunten algo en su idioma la hemos cagado…

Así que le pido al amigo que ha traído María que me enseñe a decir:

«Soy nepalí y te entiendo perfectamente».

La primera parte bien, fácil. La segunda parte no hay manera.

Curiosamente, María y este chico nepalí están en el hostal de la hermana del dueño de nuestro hostal. ¡Y mira que hay hostales aquí!

Así que allí que nos ponemos en el jardín, a beber cerveza y a intercambiar impresiones de diferentes temas.

Hay un muchacho en el bar de en frente, que todas las noches toca la guitarra.

Aunque de normal me apetece arrancarle las cuerdas vocales y usarlas para tender mi ropa, hoy nos ameniza la velada sin tener que ir a consumir nada a su bar.

Mañana hemos contratado una actividad que tenemos muchas ganas de hacer: PARAGLIDING.

Te suben a lo alto de la montaña, te cuelgan de la espalda una cometa gigante y te tiran con acompañamiento para que en caso de morir no lo hagas sola.

Aquí está muy de moda. Cientos de agencias repartidas por todo Pokhara te ofrecen esta actividad.

Por no hablar de que cuesta tres veces menos que en España.

Tener tanta montaña hace que merezca mucho la pena subirse ahí arriba y tirarse al vacío.

Hemos bebido tanta cerveza que ahora mismo no nos haría falta la cometa. Podríamos volar simplemente batiendo los brazos, pero quizá de esa forma no sea tan seguro.

Mañana os contaré.

A ver qué tal se me da hacer el pajarito.

BESOS VOLADORES, para ir practicando?

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: nepal, nuevos amigos, pagoda, pokhara

VIAJE TRAUMÁTICO A POKHARA

14 diciembre, 2016 por taniacarrasco 6 comentarios

Cómo querer cometer un asesinato y tener que aguantarte. Pokhara nos espera.

Tal como suponía, la noche no fue muy buena.

No sólo la cama no acompañaba sino que no paró de entrar y salir gente del hostal durante toda la noche.

Como la puerta principal estaba cerrada, llamaban al dueño a golpes para que bajase a abrir.

Por no mencionar que estoy empezando con mis días femeninos y el dolor vino a visitarme.

Sin embargo, cuando sonó el despertador, salté de la cama de las mismas ganas que tenía de marcharme.

Nos pusimos la misma ropa por quinto día consecutivo, con la tranquilidad de saber que en cuanto llegásemos a nuestro destino podríamos lavarlo todo y empezar a usar ropa limpia de nuevo.

Caminamos un ratito hacia la zona donde se colocan los buses turísticos.

No hemos reservado tiket porque es temporada baja y nos han dicho que no habrá problema.

Cuando llegamos al sitio, una larga hilera de vehículos aguardaban la llegada de turistas.

Como buitres, empiezan a coaccionarte para que te subas al suyo.

Miramos varios buses desde fuera hasta que uno muy nuevecito nos covence. Sacamos un precio mejor al que nos ofrecían inicialmente y nos montamos.

Como todavía queda un rato para partir, bajamos a tomar un cafelillo y a charlar con el dueño del bus.

Hemos visto que en cada asiento hay un enchufe. Nos viene genial porque llevamos la tablet sin batería y si la cargásemos podríamos ir mirando cosillas para que las 7 horas de viaje se nos hiciesen más amenas.

Antes de iniciar el viaje, vamos al baño que el dueño del bus nos ha dicho que sólo paran a desayunar y a comer.

Le he contado mi problema con el pipí y me ha dicho que no me preocupe, que cuando necesite ir al baño hable con el conductor y arreglado.

Si tenemos en cuenta que es primera hora de la mañana (cuando más pipí fabrico), que estoy «femenina» y que hace frío (cuando se fabrica más pipí tambien), todo apunta a que dos paradas en 7 horas no van a ser suficientes.

Pasadas las 7 de la mañana, llega el conductor con sus dos ayudantes y nos subimos al bus.

Enchufamos la tablet y el enchufe no funciona.

Preguntamos al dueño y nos dice que ahora después funcionará.

Suponemos que cuando nos pongamos en marcha.

¡Primera mentira!

Nos ponemos en marcha y aquello sigue sin funcionar.

Le preguntamos a uno de los ayudantes del conductor y nos dice que ni funciona ni va a funcionar porque está roto.

Como ya vamos en marcha y el que nos ha vendido los tikets se ha quedado en Katmandú, no podemos pedirle cuentas.

Así que bueno, tampoco pasa nada.

Salimos de Katmandú a las 7:15, pero a las 7:45 mi vejiga ya estaba al borde de la explosión.

Como hay mucho tráfico y cada dos por tres pasamos por baños públicos, aviso al ayudante del autobusero de que necesito un baño.

«10 minutos», dice el niño, que no tendría más de 16 años.

¡Segunda mentira!

A las 7:55, pasados esos 10 minutos, para no ser impertinente, me aguanto un poco más.

Si a las 7:45 mi vejiga ya no podía más, a las 8:00 aprieto las piernas con tanta fuerza que me voy a hacer cardenales.

Manu, que se da cuenta de que lo estoy pasando mal, se levanta para recordarle al muchacho que necesito un baño.

«5 minutos», dice ahora.

¡Mentira número 3!

A las 8:20, más de media hora después de que mi vegija estuviese al borde de la explosión, aún no habíamos parado.

Sentada con las piernas cruzadas, las manos en la barriga de lo que me dolía la tripa por la regla, sudando y con escalofríos porque realmente ¡ya no podía más!

¡Ni hablar podía!

Manu que se vuelve a levantar, un poco más alterado de la cuenta por la descortesía del muchacho y el conductor, les pide por favor que paren cuanto antes.

Yo, mirando las escaleras de la puerta de entrada, barajando la idea de usarlas como meadero de un momento a otro.

Medio llorando, y mira que yo no suelo llorar, le pido a Manu por favor que lo vuelva a intentar.

La educación y los buenos modales se nos habían agotado a los dos, sólo que yo no podía ni moverme, ni mucho menos articular palabra.

¡Al mínimo movimiento me meaba encima!

Casi a gritos y con la ayuda de varios señores que veían que lo estábamos pasando mal, conseguimos que el conductor pare en un área de descanso por la que estábamos pasando en ese preciso momento.

Si no nos llegamos a poner por las malas tampoco hubiesen parado ahí.

Os juro por mi vida que hubiese meado en las escaleras delante de todo el mundo.

¡Lo pasé realmente mal!

Y Manu, de verme así, seguro que lo pasó peor que yo.

Bajé las escaleras corriendo y me metí en el primer baño que encontré.

¡El que tenía la puerta rota!

Con una mano sujetaba la puerta mientras con la otra intentaba no mojarme los pantalones.

No conseguí ninguna de las dos cosas.

Cada medio segundo alguien intentaba abrir y cuando terminé, mis pantalones habían sufrido las consecuencias de mi desesperación.

Con la ropa de hace 5 días…y meada. 

Ríete, ríete, pero no fue nada gracioso.

Fue un verdadero calvario.

Me hinché a darle las gracias a los señores que habían intercedido por nosotros, a pedirle perdón a Manué por haberle hecho pasar un mal rato y a echarle miradas asesinas a los mal nacidos del autobus.

¡El peor viaje de mi vida con mucha diferencia!

Lo compensamos comprando galletas de chocolate e intentando aguantarnos el instinto asesino.

¡Qué suerte que es una compañía de autobuses con página de facebook!

«Salvtion Adventure Travels», se llama.

¡Bonitos comentarios que les vamos a dejar!

Al llegar a Pokhara con el día tan fabuloso que hacía, no tenemos ganas de buscar alojamiento.

Vamos directamente a un sitio que nos habían recomendado y nos quedamos sin mirar ninguno más.

La verdad que nos gustó y el dueño nos pareció majísimo.

El día no nos dió para mucho.

Ducharnos, comer y dar un pequeño paseo fue todo lo que hicimos.

Un gran lago y las vistas de las montañas convierten a Pokhara en una ciudad con mucho encanto. 

 

El restaurante que elegimos para comer y cenar, también por recomendación, nos agradó bastante.

El único inconveniente es que tardan una media de 40 minutos en servirte la comida.

Algo excesivo, considerando que no había nadie más que nosotros allí y estaban dos personas en la cocina.

Lo bueno es que la comida estaba riquísima y pudimos borrar el mal recuerdo del viaje.

A la mañana siguiente, después de un sueño reparador y de hacer algo de ejercicio, salimos a investigar.

Los estragos de la feminidad me hacen estar algo floja.

Es por ello que alquilamos una moto para no tener que andar demasiado.

El dueño de la moto, apestando a alcohol, nos pide 1.800 rupias por unas horas.

¡Te has pasado con la ginebra chato!

Acabábamos de preguntar en otro sitio y nos la dejaban en 900, con gasolina incluída.

A los 5 minutos, esas 1.800 rupias pasan a 900 y aceptamos el trato.

Cuando le pide a Manué el pasaporte hasta que le devolvamos la moto nos echamos a reír.

¡Antes nos arrancamos los ojos!

El pasaporte ya no se aleja de nosotros en ningún momento.

O eso, o mi Paqui me cuelga de un pino.

La moto nos ofreció la posibilidad de subir a un mirador desde el que pudimos disfrutar de unas vistas espectaculares.

vistas pokhara

Al mismo tiempo, nos permitió recorrer la ciudad para darnos cuenta de lo turística que es.

La zona del lago está plagada de hoteles y restaurantes pensados única y exclusivamente para el turista, donde no vamos a ir.

Para mañana tenemos planes interesantes pero hoy, ya toca descanso.

UN ABRAZO DE LOS GRANDES

 

 

 

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: el viaje de mi vida, nepal, pokhara, salvtion travels, viaje traumático

DEFINITIVAMENTE, NO NOS GUSTA KATMANDÚ

13 diciembre, 2016 por taniacarrasco 4 comentarios

Sería una necia si no reconociese la belleza de Katmandú y una hipócrita si te dijese que me gustaría volver aquí.

Abandonar Nagarkot para volver a Katmandú nos molesta un poco.

Desde las montañas, donde hemos pasado estos dos últimos días, se aprecia perfectamente la nube de polución que cubre Katmandú.

Casi lo mismo que se ve cuando vas por la A4 llegando a Madrid.

¡Ay mi Madrid! Tan limpio, tan ordenado…

En fin…

El llevar sin comer nada consistente, a parte de las mandarinas insípidas, desde las 3 de la tarde del día anterior, nos hace ir a desayunar a un restaurante turístico.

Sabemos que nos saldrá más caro pero yo tengo antojo de fruta con muesli, yogurt y miel. Y eso en los sitios locales no lo encuentras.

Pasamos al restaurante y pedimos una mesa con vistas.

Manu se pide desayuno nepalí (tortilla francesa, patatas cocidas con especias y pan) y yo soy feliz con mi tazón de fruta, yogurt y muesli.

¡Nos sienta genial!

Al llegar a la parada de bus, el vehículo está a punto de ponerse en marcha.

Las mochilas no caben en el portaequipajes, pero como el bus está medio vacío, las colocamos en dos asientos.

El problema viene cuando en la siguiente parada se llena hasta arriba y tienes que ponerte la mochila encima.

Para que os hagáis una idea de la separación entre nuestros asientos y los de delante, mis rodillas quedaban a medio centímetro de estos.

Teniendo en cuenta mi escasa estatura y el volumen de nuestras mochilas, quedamos totalmente emparedados debajo de ellas.

La música india a toda pastilla, carretera con curvas importantes, ventanas abiertas para que entre bien el polvo, las mochilas encima nuestra, el bus repleto de gente…

Me puse a pensar en cosas bonitas porque estaba al borde de un ataque de claustrofobia.

Menos mal que el viaje hasta Bhaktapur no duró más de media hora.

Allí teníamos que coger otro bus hasta Katmandú, donde Marco ya nos esperaba para comer.

Un muchacho de los que capta gente para los buses nos llama la atención.

Le decimos donde vamos y nos dice que su autobus va para allá.

Lo de «captar gente para los buses» es literal. Debe ser algo parecido a cuando te captan para entrar en una secta.

Da igual donde vayas, ellos siempre van donde tú.

Hasta que te montas y entonces es otra cosa.

«No, es que primero paso por no sé dónde…»

«No, es que yo te dejo aquí y tú te coges otro bus hasta allí…»

Aquí todo va a comisión. Cuanta más gente captes para el bus, más pasta ganas. Sencillo.

Cuando subimos al bus, el conductor y dos muchachos más nos saludan.

Nos percatamos de lo jovencísimo que es el conductor y le preguntamos la edad.

«¡18!», dice.

No te lo crees tú, ni soñando.

La inseguridad que nos genera ese nene conduciendo un bus por esas carreteras imposibles, nos hace volver a coger las mochilas y bajarnos directamente.

Casi mejor gastarte la pasta en un taxi que jugarte la vida a lo tonto porque este niño quiera jugar a ser autobusero.

A los 10 minutos ya íbamos en otro autobus camino de Katmandú.

Aunque conseguimos asientos, el bus se llena muchísimo y le cedemos el lugar a unas señoras.

Lo rechazan amablemente, porque se bajaban enseguida.

Pero una listilla, que no se había dado cuenta de que tenemos bastante más educación que ella, viene a regañarnos por no ceder el asiento.

Las señoras a las que se lo habíamos cedido, la corrigen, y no le queda más remedio que darse la vuelta y tragarse sus palabras.

Llegamos a Katmandú sin más remedio y vamos a buscar alojamiento para esa noche.

Un señor nos intercepta por la calle para ofrecernos su hostal.

Como el precio que nos da nos gusta bastante, le preguntamos si también está limpio y nos dice que sí con contundencia.

Hay que tener en cuenta siempre que esa pregunta es una absurdez. Para ellos está limpísimo todo.

Cuando entramos a la habitación nos parece que no está del todo mal, para el precio que tiene. Total, es sólo una noche y madrugaremos mucho.

El señor nos confirma que tenemos wifi y agua caliente 24 horas y no lo pensamos… ¡Aceptamos barco!

Si hubiésemos visto antes ese truño que flotaba en la taza del váter…

Sin embargo, como vamos estando curtidos en batalla, antes de ponernos cómodos comprobamos el agua caliente.

¡Fría como el hielo que salía la cabrona!

Bajamos a decirle al muchacho de la recepción que qué pasa con el agua caliente y nos dice que no hay. Que el agua caliente es en los baños de arriba.

¡Pues ale, aquí te quedas con tu truño!

Al salir de aquel hostal y andar cuatro pasos, ya tenemos a otro captador de turistas que nos ofrece el suyo.

Como nos pilla de camino vamos a verlo.

Por el mismo precio que antes nos da una habitación un poquito mejor.

No hay nada flotando en el wc y la chica de la recepción me parece agradable. Comprobamos el agua caliente y parece que funciona.

Para un rato que vamos a estar tampoco necesitamos mucho más.

Dejamos las mochilas, rellenamos los papeles correspondientes y vamos a comer con Marco.

La única razón por la que nos hacía algo de ilusión volver a Katmandú era para volver a degustar la comida de Rima.

lo mejor de Katmandú

Rima y su marido son un matrimonio nepalí que tienen un barecito local muy pequeño.

En uno de los últimos post publiqué una foto con ellos.

Son lentísimos porque hacen la comida en el momento en que la pides, por orden estricta de aparición en el local pero baratísimo y muy bueno.

Además son personas súper agradables y serviciales.

Da igual si tienes que esperar una hora para que te sirvan, se lo merecen.

Cuando llegamos se alegran de vernos y nos invitan a sentarnos. Marco llega en ese mismo momento.

Comemos muy bien e intercambiamos impresiones de estos días sin vernos.

También necesitamos ideas para movernos por Thailandia y Marco se las sabe todas.

De vuelta al hostal, para reposar la comida y preparar el viaje de mañana, me da por ducharme.

Digo «me da por ducharme» porque es algo que no suelo hacer a media tarde. Tengo la costumbre de hacerlo por la noche para dormir limpita, o por la mañana si la cama es más sucia que «la pata un pollo».

Hago lo que se suele hacer en estos casos: me desnudo, me pongo las chanclas de playa, me meto al baño con la toalla, cuelgo la toalla donde puedo e intento regular la temperatura del agua, antes de meterme debajo de ella.

Como el wc lo tengo a 2 milímetros, para no estar parada mientras se regula el agua, echo una meadita y aprovecho el tiempo.

¡Tengo que solucionar esto de no saber estar simplemente esperando!

El pipí me corre por la pierna porque para qué me voy a limpiar si estoy en la ducha, ahora me lavo.

Pero el tiempo pasa, el pipí me corre pierna abajo y el agua caliente no sale.

Mientras lo sigo intentando…¡se corta el agua!

¡¡¡¡¡¡Manuuuuuuuuuuu!!!!!!!

El pobre mío le da a todos los botones, gira todos los grifos, mira por todos lados y allí no sale ni gota.

Estoy desnuda y meada en un «baño congelador» y habrá que llamar a alguien para que venga a arreglar esto.

Me pongo la toalla intentando no mojarla de pipí y Manu baja a la recepción.

¡Qué casualidad que se había acabajo el agua oye!

Le dan a no sé qué botón de no sé qué vidón y empieza a salir algo.

Pero yo ya no me quito la toalla hasta que Manu no me regule el agua. Bien caliente, por favor.

Hasta que aquello no parece un baño turco no me atrevo a volver a desnudarme.

Me meto bajo el chorrito y cuando ya estoy mojada el agua vuelve a salir fresquita.

Manu entra corriendo a regulármela pero va pasando de la ebullición a la temperatura de la nieve sin pasar por el término medio.

Mojada de arriba abajo, con un frío que pela y el agua que no se regula ni a golpes.

Cuando por fin lo conseguimos, me enjabono corriendo la cabeza para tardar lo menos posible.

Es en este momento en el cual te cae una gota de champú sobre un ojo y con el otro ojo buscas la ducha para enjuagarte, cuando se vuelve a cortar el agua.

Pero no pierdo la calma y me digo a mí misma:

«Que calentito se está aquí, qué comodidad, qué ducha más buena…»

Manu sabe que de un momento a otro ese buen rollo va a pasar a ser:

«Voy a matar al dueño del hostal, al alcalde de Katmandú y voy a poner una bomba en el Buda más grande que haya…»

El problema no termina de arreglarse, así que mientras me ducho como los gatos Manu me ayuda con los grifos.

Yo me enjabono cuando sale fría mientras él sujeta el grifo, me enjuago cuando se calienta un poquito, me vuelvo a frotar cuando sale hirviendo, me enguajo cuando se regula otro poquito…y así transcurre mi ducha de hoy.

¡Qué ganas tengo de llegar a Pokhara!

Llevo 5 días con la misma ropa. Los tangas y los calcetines sí me los cambio, de vez en cuando. Teniendo en cuenta que aquí todo es polvo, si sacudo las mallas estornudáis en España.

Quedarte poco tiempo en sitios donde hace frío, imposibilita los temas de lavandería porque a la ropa no le da tiempo a secarse.

Por eso mañana, en cuanto lleguemos a Phokara, lo primero será buscar un sitio donde nos hagan una buena «laundry» y volver a ser personas decentes.

Y si no decente, al menos limpias.

Vamos a salir a cenar que con la comida de Rima se me olvida lo de la ducha, seguro.

Llegamos al restaurante pero Marco tarda un poquito más.

Mientras esperamos a Marco llega Álex. ¿Os acordáis de aquel catalán que encontramos hace días en el mismo restaurante?

Por las casualidades de la vida, Álex y Marco ya se habían conocido meses atrás en Thailandia.

Cenamos los cuatro y nos despedimos porque nos volvemos a separar de nuevo.

Manu y yo nos vamos a Pokhara y Marco se quedará en Katmandú.

Auguro que no será una noche muy buena porque no nos ha convencido mucho la cama, pero serán sólo unas horas. Duerma o no, sé que me levantaré feliz con la idea de salir de esta ciudad.

HASTA MAÑANA CORAZONES

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: el viaje de mi vida, katmandú, nepal

MOMENTOS ÚNICOS: MI PRIMER AMANECER

12 diciembre, 2016 por taniacarrasco 8 comentarios

No sabía que en Nagarkot viviría una de las experiencias más bonitas de mi vida: mi primer amanecer.

A las 4:30 salta la primera alarma y no necesito más para que se me pongan los ojos como platos.

Manu que se acostó burlón y se despierta igual, me dice desde debajo del edredón:

«Venga, no remolonees, venga no te asobines», que es lo que le digo yo todas las mañanas.

Salimos del hostal totalmente de noche. Tenemos una hora de caminata cuesta arriba.

Nada más salir a la calle, un montón de militares con linternas, fusil, mochila al hombro y uniforme reglamenario, corren en la misma dirección que tenemos que tomar nosotros.

¡Va a ser que lo de la zona militar restringida era verdad!

A pesar de ser tan temprano, ya se ven luces en algunas casitas. Incluso algunos bares empiezan a abrir.

Por el camino hacia el mirador, ¡nadie más que nosotros!

Sería genial poder ver la salida del sol a solas con mi cari.

El camino de subida, de noche, es precioso.

El cielo está totalmente estrellado y el valle pintado de lucecitas. Es como si se hubiesen descolgado millones de estrellas y también nos estuviesen alumbrando desde abajo.

Cuento 3 estrellas fugaces que sé que me advierten sobre la belleza que estoy a punto de presenciar.

Como es totalmente de noche y sólo llevamos la linterna del móvil, nos pasamos el mirador.

Menos mal que había por allí una señora que se dio cuenta y nos corrigió el itinerario.

Anda que como después de perdernos la puesta de sol y levantarnos a posta para ver la salida, nos la hubiésemos perdido también, sería para matarnos…

Después de subir unas escaleras, llegamos al mirador.

Para nuestra desilusión, ya había allí cinco turistas más.

Enseguida atisbamos una especie de torre de control y enfilamos la escalera de metal, que tendría más de 10 metros.

¿Qué hace esa gente ahí abajo con las vistas que hay desde aquí?

Parece que abrimos la veda y algunos más se atreven a subir.

El silencio que reina en el lugar y la franja roja que se dibuja en el horizonte, convierten el momento en algo especial.

 

Si no fuese porque me van a tener que amputar los pies por el frío el momento sería perfecto.

Hasta que empieza a llegar más gente…

Primero un grupo de indios escandalosos que rompen totalmente el ambiente que se había creado.

Pero la cosa va a peor cuando llegan un grupo enorme de chinos o japoneses, o lo que sean. De esos que tienen los ojillos pequeñitos y gritan mucho ?

No hace falta que os diga que llevan cámaras del tamaño de mi cabeza y que, aún siendo de noche aún, echan fotos sin parar a no se sabe qué.

Como todos sabemos, los chinos son muy listos y por ello pueden hacer muchas cosas a la vez.

Son capaces de echar fotos a diestro y siniestro, al mismo tiempo que se chillan unos a otros.

A mí que me cuesta bastante la gente que tiene un tono de voz alto, a pesar de que tengo alguna de mis mejores amigas con ese problema ?, sólo me dan ganas de tirarme en plancha sobre ellos desde lo alto de la torre.

Por si acaso no atino y me hago puré, intento evadirme y disfrutar del momento.

El tono rojizo de la franja que se dibujaba en el horizonte empieza a ser naranja.

Ya se ven con algo más de claridad algunas montañas.

 

Si miramos hacia delante, la salida del sol. Si miramos hacia atrás, el Everest escondido detrás de los Himalayas.

¡Qué espectáculo! ?

Una de las chinas se sube a la torre con nosotros y «charla» desde arriba con los que se han quedado abajo.

¿A que te tiro a ver si vuelas?

Poco a poco la luz del sol empieza a brillar con más fuerza.

A los pocos minutos, asistimos a uno de los espectáculos más preciosos que haya visto en mi vida.

La primera puesta de sol que recuerdo, en Nepal, con el Himalaya a mis espaldas y cogiendo mi mano, el hombre más maravilloso del mundo.

mi primer amanecer

¡Si esto no es la FELICIDAD, seguro que se parece!

Durante esos segundos se me ha olvidado que quiero asesinar a la chinita y a las indios escandalosos.

Incluso se me olvida que no siento ninguna parte de mi cuerpo.

Seguro que si me hago pipí encima, la cosa mejora…

¡No, no es buena idea! ¡Mejor bailo! ?

Después del bailecito y de calentarme las manos para poder bajar por la escalera con mayor seguridad, tocamos suelo e iniciamos la retirada.

Un poco más abajo del mirador, algunos puestos de comida se preparan para dar de desayunar a los turistas que hemos tenido el valor de llegar hasta allí.

Vemos un puestecillo donde hay un muchacho sentado alrededor de una hoguera y se me para el mundo.

Me da igual lo que sirvan aquí, yo con la hoguera tengo suficiente.

Pedimos un café y unas cosas fritas que hacen en Nepal, tipo churros.

O eso creíamos claro, porque si esta gente prueba los churros de mi Lydia (Churrería La Estrella de Linares) no podrían volver a comerse eso ni hartos de vino.

Hacemos la intentona de mejorarlo mojándolo en el café…

¡Nada!

Aquello no hay forma de que entre por el gaznate (como diría mi abuelo).

Pero qué mas da si estamos aquí en la hoguera tan agustito…

Hasta que…como si aquel fuese el único puesto de comida de la zona, bajan los indios escandalosos y ¡se sientan con nosotros!

¡Cago en tó en tó me cago!

Ahí tienes a la matriarca, gorda como una vaca, con sus chanclas con calcetines a 10 grados bajo cero, desayunando un plato de garbanzos.

¡Ole tu ovarios!

 

Ya con la luz del día, somos conscientes de que casi ninguno de los turistas que había en el mirador había subido andando como nosotros ?

No me pesa porque yo ya tengo hecho mi entrenamiento de glúteo para hoy.

Después de un rato de descanso en la habitación, salimos a comernos unos noodles, unos momos y unos cafelitos.

Al pasar por una tiendita de estas que te encuentras cada 2 metros por todo Nepal, paramos a comprar algo de fruta.

Nos venden las peores mandarinas que hemos probado en nuestra vida.

Sin embargo, nos sirven para matar el hambre porque no tenemos ganas de salir a cenar.

Hemos madrugado tanto y tenemos una habitación tan cómoda, con tele, que nos vamos a quedar a disfrutarla.

Con mucha alegría, encontramos una peli en inglés que no habíamos visto. 

Nos acurrucamos en la cama para disfrutar de ella y…en lo mejor…se va la luz.

Así que nada, a la camita que mañana temprano volvemos a Katmandú.

Ganas de meternos bajo esa nube de polvo otra vez, ningunas, pero tenemos que hacer noche allí para coger un bus al día siguiente hacia Pokhara.

Nos han dicho que Pokhara nos va a gustar y que además se pueden encontrar alojamientos muy buenos a bajísimo precio.

¡Estamos deseando llegar!

BUENAS NOCHES MOCHITER@S

 

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: amanecer, momentos únicos, nagarkot, nepal

  • Ir a la página 1
  • Ir a la página 2
  • Ir a la página siguiente »

Barra lateral principal

Copyright © 2023 · Genesis Sample en Genesis Framework · WordPress · Acceder

Este sitio web utiliza cookies, tanto propias como de terceros para recopilar información estadística sobre su navegación y mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias, generada a partir de sus pautas de navegación. Si continua navegando, consideramos que acepta su uso. Acepto Leer Más
Política de cookies

Privacy Overview

This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may affect your browsing experience.
Necessary
Siempre activado
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Non-necessary
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.
GUARDAR Y ACEPTAR