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nagarkot

MOMENTOS ÚNICOS: MI PRIMER AMANECER

12 diciembre, 2016 por taniacarrasco 8 comentarios

No sabía que en Nagarkot viviría una de las experiencias más bonitas de mi vida: mi primer amanecer.

A las 4:30 salta la primera alarma y no necesito más para que se me pongan los ojos como platos.

Manu que se acostó burlón y se despierta igual, me dice desde debajo del edredón:

«Venga, no remolonees, venga no te asobines», que es lo que le digo yo todas las mañanas.

Salimos del hostal totalmente de noche. Tenemos una hora de caminata cuesta arriba.

Nada más salir a la calle, un montón de militares con linternas, fusil, mochila al hombro y uniforme reglamenario, corren en la misma dirección que tenemos que tomar nosotros.

¡Va a ser que lo de la zona militar restringida era verdad!

A pesar de ser tan temprano, ya se ven luces en algunas casitas. Incluso algunos bares empiezan a abrir.

Por el camino hacia el mirador, ¡nadie más que nosotros!

Sería genial poder ver la salida del sol a solas con mi cari.

El camino de subida, de noche, es precioso.

El cielo está totalmente estrellado y el valle pintado de lucecitas. Es como si se hubiesen descolgado millones de estrellas y también nos estuviesen alumbrando desde abajo.

Cuento 3 estrellas fugaces que sé que me advierten sobre la belleza que estoy a punto de presenciar.

Como es totalmente de noche y sólo llevamos la linterna del móvil, nos pasamos el mirador.

Menos mal que había por allí una señora que se dio cuenta y nos corrigió el itinerario.

Anda que como después de perdernos la puesta de sol y levantarnos a posta para ver la salida, nos la hubiésemos perdido también, sería para matarnos…

Después de subir unas escaleras, llegamos al mirador.

Para nuestra desilusión, ya había allí cinco turistas más.

Enseguida atisbamos una especie de torre de control y enfilamos la escalera de metal, que tendría más de 10 metros.

¿Qué hace esa gente ahí abajo con las vistas que hay desde aquí?

Parece que abrimos la veda y algunos más se atreven a subir.

El silencio que reina en el lugar y la franja roja que se dibuja en el horizonte, convierten el momento en algo especial.

 

Si no fuese porque me van a tener que amputar los pies por el frío el momento sería perfecto.

Hasta que empieza a llegar más gente…

Primero un grupo de indios escandalosos que rompen totalmente el ambiente que se había creado.

Pero la cosa va a peor cuando llegan un grupo enorme de chinos o japoneses, o lo que sean. De esos que tienen los ojillos pequeñitos y gritan mucho ?

No hace falta que os diga que llevan cámaras del tamaño de mi cabeza y que, aún siendo de noche aún, echan fotos sin parar a no se sabe qué.

Como todos sabemos, los chinos son muy listos y por ello pueden hacer muchas cosas a la vez.

Son capaces de echar fotos a diestro y siniestro, al mismo tiempo que se chillan unos a otros.

A mí que me cuesta bastante la gente que tiene un tono de voz alto, a pesar de que tengo alguna de mis mejores amigas con ese problema ?, sólo me dan ganas de tirarme en plancha sobre ellos desde lo alto de la torre.

Por si acaso no atino y me hago puré, intento evadirme y disfrutar del momento.

El tono rojizo de la franja que se dibujaba en el horizonte empieza a ser naranja.

Ya se ven con algo más de claridad algunas montañas.

 

Si miramos hacia delante, la salida del sol. Si miramos hacia atrás, el Everest escondido detrás de los Himalayas.

¡Qué espectáculo! ?

Una de las chinas se sube a la torre con nosotros y «charla» desde arriba con los que se han quedado abajo.

¿A que te tiro a ver si vuelas?

Poco a poco la luz del sol empieza a brillar con más fuerza.

A los pocos minutos, asistimos a uno de los espectáculos más preciosos que haya visto en mi vida.

La primera puesta de sol que recuerdo, en Nepal, con el Himalaya a mis espaldas y cogiendo mi mano, el hombre más maravilloso del mundo.

mi primer amanecer

¡Si esto no es la FELICIDAD, seguro que se parece!

Durante esos segundos se me ha olvidado que quiero asesinar a la chinita y a las indios escandalosos.

Incluso se me olvida que no siento ninguna parte de mi cuerpo.

Seguro que si me hago pipí encima, la cosa mejora…

¡No, no es buena idea! ¡Mejor bailo! ?

Después del bailecito y de calentarme las manos para poder bajar por la escalera con mayor seguridad, tocamos suelo e iniciamos la retirada.

Un poco más abajo del mirador, algunos puestos de comida se preparan para dar de desayunar a los turistas que hemos tenido el valor de llegar hasta allí.

Vemos un puestecillo donde hay un muchacho sentado alrededor de una hoguera y se me para el mundo.

Me da igual lo que sirvan aquí, yo con la hoguera tengo suficiente.

Pedimos un café y unas cosas fritas que hacen en Nepal, tipo churros.

O eso creíamos claro, porque si esta gente prueba los churros de mi Lydia (Churrería La Estrella de Linares) no podrían volver a comerse eso ni hartos de vino.

Hacemos la intentona de mejorarlo mojándolo en el café…

¡Nada!

Aquello no hay forma de que entre por el gaznate (como diría mi abuelo).

Pero qué mas da si estamos aquí en la hoguera tan agustito…

Hasta que…como si aquel fuese el único puesto de comida de la zona, bajan los indios escandalosos y ¡se sientan con nosotros!

¡Cago en tó en tó me cago!

Ahí tienes a la matriarca, gorda como una vaca, con sus chanclas con calcetines a 10 grados bajo cero, desayunando un plato de garbanzos.

¡Ole tu ovarios!

 

Ya con la luz del día, somos conscientes de que casi ninguno de los turistas que había en el mirador había subido andando como nosotros ?

No me pesa porque yo ya tengo hecho mi entrenamiento de glúteo para hoy.

Después de un rato de descanso en la habitación, salimos a comernos unos noodles, unos momos y unos cafelitos.

Al pasar por una tiendita de estas que te encuentras cada 2 metros por todo Nepal, paramos a comprar algo de fruta.

Nos venden las peores mandarinas que hemos probado en nuestra vida.

Sin embargo, nos sirven para matar el hambre porque no tenemos ganas de salir a cenar.

Hemos madrugado tanto y tenemos una habitación tan cómoda, con tele, que nos vamos a quedar a disfrutarla.

Con mucha alegría, encontramos una peli en inglés que no habíamos visto. 

Nos acurrucamos en la cama para disfrutar de ella y…en lo mejor…se va la luz.

Así que nada, a la camita que mañana temprano volvemos a Katmandú.

Ganas de meternos bajo esa nube de polvo otra vez, ningunas, pero tenemos que hacer noche allí para coger un bus al día siguiente hacia Pokhara.

Nos han dicho que Pokhara nos va a gustar y que además se pueden encontrar alojamientos muy buenos a bajísimo precio.

¡Estamos deseando llegar!

BUENAS NOCHES MOCHITER@S

 

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: amanecer, momentos únicos, nagarkot, nepal

NAGARKOT: MONTAÑA Y ACONDICIONADOR

9 diciembre, 2016 por taniacarrasco 4 comentarios

Nos acercamos a las montañas desde un pueblo llamado Nagarkot. Dicen que desde aquí se ve el Everest.

Curiosamente dormimos bien, a pesar del frío y de la cama asquerosa que tenemos.

Nada más levantarme, corro a la ducha a ver si el agua hirviendo me ayuda a empezar el día de otra manera.

¡Mala idea!

O por las mañanas no hay agua hirviendo o es que he sido mala y estoy quemando karma…

Tampoco he mencionado que el baño, a parte de estar fuera de la habitación, tiene una ventana…que no se cierra.

No es que esté rota ni nada parecido, es que directamente es un agujero de un metro en la pared, con su marco y todo, pero sin cristal, ni puertecita, ni ostias. Una especie de mosquitera separa el baño de la intemperie.

¿A quién se le ocurrirán estas ideas tan estupendas?

Después de esta ducha tan agradable, lo primero es ponernos a intentar reservar el vuelo, ¡pero ya!

Es pensar en la playa y el calorcito y me vuelvo loca.

Aunque el billete a Thailandia nos ha jodido el presupuesto para todo el viaje (con lo que nos ha costado viviríamos un mes aquí), nos reconforta tenerlo y saber que pronto estaremos por allí.

Así que empezamos el día con alegría.

Hacemos la mochila muy contentos y vamos en busca del bus que nos llevará a Nagarkot.

Al mismo tiempo que tragamos polvo por la calle, no nos queda más remedio que reconocer que Bhaktapur es una ciudad grandiosa.

El alojamiento ha dejado mucho que desear pero la ciudad es increíble.

En unos 20 minutos encontramos la parada de bus y nos subimos al nuestro.

No quedaban muchos asientos, así que tenemos que sentarnos separados.

Hasta que el bus no se llena hasta la bandera aquello no arranca.

El 90% de los pasajeros son jovencitos de uniforme que suponemos que van al cole. Son las 10 de la mañana. Tomad nota en España para la próxima ley de educación.

¡Ah no, que la educación no es importante!

Cuando somos unos 500 en ese mini bus de 30 plazas, empieza el viaje.

Subimos por el monte a duras penas, pero llegamos. En algunos momentos nos dio la impresión de que nos tendríamos que bajar a empujar, pero no.

¡Nagarkut nos conquista sin esfuerzo!

Las vistas son muy chulas y parece un pueblo muy tranquilo. No hay demasiado polvo, ni ruido y el día es caluroso.

Repetimos nuestro ritual de siempre buscando alojamiento.

Casi todas las habitaciones que vemos tiene unas vistas especiales. Es el principal reclamo turístico de este sitio y lo saben aprovechar.

Lo que es algo discordante es el precio de dichas habitaciones.

Creemos que por aquí fuman algo raro y ponen los precios en estado de enajenación mental.

Preguntaremos, no vaya a ser que esta gente esté drogada y haya que esperar unas horas antes de negociar.

Al poco rato encontramos un sitio de precio razonable, sábanas limpias y vistas espectaculares. Estos no se han fumado nada.

Mientras nos enseñan la habitación descorren las cortinas del ventanal y ya no hay más que hablar.

 

¡Nos quedamos aquí!

Es más, veníamos sólo para una noche y ya veremos si no nos quedamos varios días.

La hora de comer se nos echa encima.

Entramos en un sitio de los de siempre y nos hace gracia como los lugareños, sobre todo hombres, no apartan la vista del televisor. Están emitiendo lo que parece una telenovela que debe ser muy interesante.

No entendemos ni papa pero la comida es barata y está rica.

La idea de hoy es ver la puesta de sol desde un mirador, pero cuando el sol se pone aún no lo hemos encontrado.

No pasa nada. Encontramos un helipuerto y echamos unas fotillos.

¡Con qué poco nos conformamos!

vistas de Nagarkot

Para subir al helipuerto tuvimos que saltar una valla espinada porque estábamos entrando en zona militar restringida.

Pero por allí no se veían nada más que algunos niños con uniforme de cole, siguiendo un caminito.

Si por aquí pasan niños no será una zona peligrosa, pensamos…

El caso es que desde arriba del helipuerto aún se veía el sol escondiéndose trás las montañas, pero la idea de puesta de sol que teníamos era otra bien distinta.

A eso de las 5:30 de la tarde, ya estamos buscando sitio para cenar.

Después de mirar los precios de algunos restaurantes donde deben fumar lo mismo que los que ponen precio a ciertos hoteles, nos decantamos por un bar solitario.

Dentro del bar, sólo el dueño mirando el móvil.

Nos cae en gracia y le preguntamos si tiene toukpa (sopa de verdura con noodles).

 

Nos dice que hecho no tiene nada pero que nos lo hace.

¡Empezamos bien!

También pedimos tongba, esa bebida alcohólica típica nepalí con la que se puso Manué a dar palmas con las orejas la primera vez que la probó.

 

Dice que no quiere, pero se acaba bebiendo la mitad y sale del bar cantando por soleares.

Es maravillosa para el frío porque es alcohólica y caliente. ¡Justo lo que necesito!

El señor del establecimiento afirma que tiene los mismos grados que la cerveza, pero yo afirmo que los triplica. Y Manué también.

La sopa está súper rica. Más casera no puede ser porque hemos visto al señor cortando la verdura y haciendo la sopa con sus propias manos. El caldito es espeso y sabroso, nos relamemos.

Mientras cenamos, el señor (cuyo nombre no hemos conseguido memorizar) nos cuenta cosas del terremoto y de alguna que otra desgracia del lugar.

Pero nos lo cuenta entre risas, no penséis que está traumatizado ni nada.

¡Te ha tocado propina apañao!

¡Y mañana volvemos seguro!

Aunque no hemos visto la puesta de sol, que era a lo que habíamos venido, nos han contado que el sol se pone todos los días.

Deducimos con ello que es probable que mañana haya otra, así que mañana lo volveremos a intentar.

El despertador va a sonar a las 4:30 porque queremos hacer algunos kilómetros caminando, para ver la salida del sol desde un lugar privilegiado.

Cuando Manu programa el móvil a la hora prevista, me mira cómo preguntándome si realmente es necesario…

Le recuerdo que hemos venido a eso, a ver la salida y la puesta, y la puesta ya nos la hemos perdido.

No muy convencido, gesticula haciéndome burla y metiéndome prisa para que me meta en la cama.

¡Hoy sólo vamos a dormir 7 horas y media, dice!

Como si eso fuese un problema para mí…

Pero sin duda, lo mejor del día ha sido que ¡he podido comprar acondicionador!

Mi pelo se había convertido en una maraña áspera y canosa.

¿Cómo puede ser que algo tan simple te proporcione tanta felicidad?

Voy a meterme en la cama que al final sale el sol y sigo pegada a la tablet.

MUUUUUUUUUUUUA

 

 

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: acondicionador, el viaje de mi vida, everest, felicidad, nagarkot, nepal, tongba, toukpa

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