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katmandú

ADIÓS NEPAL Y BARRA LIBRE EN EL AVIÓN

19 diciembre, 2016 por taniacarrasco 6 comentarios

Despedimos Nepal por todo lo alto. Si quieres volar a gusto, emborráchate en el avión.

Pokhara se queda atrás. Volvemos en bus a Katmandú para coger el vuelo hacia Thailandia.

Camino hacia la estación de bus, no puedo dejar de acordarme del viaje de ida.

No he tomado ni un sorbo de agua para no tener problemas con el pipí.

En cuanto ponemos un pie en la estación ya tenemos doscientas ofertas para subir a diferentes buses.

Manu decide que nos quedamos con el primero que ha venido a buscarnos.

Le explica que es probable que haya que parar más de la cuenta porque tiene una novia meona y nos dice que no hay problema.

Le explica otra vez que él tiene una novia meona y yo un novio con mala leche y que no dudaremos en asesinar al conductor si nos hace lo mismo que el anterior.

Como no saben si bromeamos o vamos en serio, se miran pensativos.

Creo que incluso dudaron si dejarnos subir.

Como quedan tres cuartos de hora para que salga el bus, nos vamos a desayunar.

Manu no me deja terminarme el café y me obliga a ir al baño dos veces, casi consecutivas, por si acaso.

Empezamos el viaje y…bueno…no tardo mucho en encontrarme en situación crítica.

¿¡Qué puedo hacer a parte de sondarme!?

Manu se levanta muy educado y pregunta por la hora de parar a desayunar.

«¡5 minutos!», dice el ayudante del conductor.

¡Mierda! Justo lo mismo que dijo el otro muchacho en el otro viaje y acabaron siendo más de 40.

Hoy va a ser el día que voy a mear dentro de un bus por primera vez.

¡Pues no!

Cinco minutos después, paramos a desayunar y puedo hacer pipí tranquilamente.

¡Bravooooooooooo!

Aún así, no os creais que fue un viaje tranquilo.

Primero, se montaron cuatro alemanes que se habían confundido de bus y tuvimos que parar y esperar a que su bus viniese a recogerles.

Después de comer como los pavos, cuando ya estamos todos montados en el bus, el ayudante del conductor se da cuenta que falta gente.

Los busca por todos lados sin obtener resultados satisfactorios.

Se baja el conductor que llevaba media hora pitando para llamarles la atención y poco después, se bajan otros dos hombres para ayudar en la búsqueda.

Nosotros no sabíamos muy bien qué estaba pasando ni quiénes eran los que faltaban.

Al rato, aparece una turista enorme rubia que había subido sola al bus y trás ella, un nepalí que no se ha visto en otra en su vida.

Podemos hacernos una idea de lo que estaban haciendo…lo que no sabemos es dónde.

Y no te lo pierdas…ya de camino, el nepalí que se había enrrollado con la rubia gigante, se levanta nervioso tocándose los bolsillos ¡porque se ha dejado algo donde se estaba enrrollando con la rubia!

Hay gente para todo…

Tuvimos que parar otra vez para que este muchacho volviese corriendo, recogiese aquello que se le había perdido y continuar el viaje.

Volver al polvo y al rudio me hace la misma gracia que arrancarme los pelos de la nariz con las pinzas…

¡Qué bien que sea sólo una noche!

Como ya he dicho en otra ocasión, lo mejor de Katmandú es poder volver a comer en el restaurante de Rima y Ray: Namasté Food Corner. Muuuuuuuy cerca de Thamel, por si a alguien le interesa.

Lo primero que hacemos es dejar las cosas en el hostel e ir a tomarnos una infusión.

La comida nos ha sentado tan mal que lo de la infusión es pura necesidad.

¡Eso de tener que comer arroz con cosas en 20 minutos es imposible!

Si llegamos a saber que íbamos a tener que estar esperando a que la rubia se enrrollase con el nepalí, no hubiese comido tan rápido.

Por la noche, quedamos a cenar con Marco y gracias a él volvemos a conocer a otros cuatro españoles geniales.

Gema, Raúl, Nuria y Xavi, son de esas personas que conoces un rato y lamentas no poder pasar más ratos con ellos.

Además, Gema nos ha dado un montón de información para el viaje a Thailandia. ¡Gracias belleza!

Resulta que me sonaba mucho su cara y es que somos del mismo gremio. Creemos que coincidimos en el gimnasio en el que me formé como profe de Pilates hace más de 10 años.

¡El mundo es un pañuelo, precioso!

Por no hablar de que Nuria y Xavi trabajan en Ibiza y habrá que ir a hacerles una visitilla cuando estemos por allí.

¡Prometido chicos!

Estamos poco tiempo con ellos porque la cama nos espera. Pero cuando llegamos a la habitación, lamentamos no habernos quedado fuera.

De nuevo tenemos una habitación frigorífica. Muy amplia, con el baño muy limpio y todo lo que quieras. Pero fría como el hielo.

Curiosamente, justo frente a la cama, tenemos un aparato de aire acondicionado.

Por no ser trepas ni aprovecharnos de nadie sin permiso, bajamos a pedir el mando.

En recepción no dicen que si queremos aire calentito tenemos que pagar 500 rupias más, así que nos conformamos con otra manta.

Pero tampoco hay que ser tonto.

¿Qué te cuesta dejarme caldear un poquito el iglú?

Así que si no puede ser por las buenas…tendremos que hacerlo por las menos buenas…

Abrimos la máquina y conseguimos que salga aire calentito sin necesidad de mando ????

¡No me lo puedo creer!

¡Voy a poder dormir con calefacción!

Aún así, la pillo gorda otra vez.

Llevaba días con molestias en la garganta y ya se han materializado en otro catarro de los buenos.

Si es que es normal: por el día mucho calor, por la noche mucho frío, te quitas, te pones, no tomas vitaminas…

¡Ains!

Vamos a alegrarnos la mañana con un desayuno de despedida.

Quedamos con Marco, que es de las cosas más interesantes que nos llevamos de Nepal, y al poco rato aparecen los 4 españoles de los que os hablaba antes.

¡Qué bien poder pasar otro ratito con ellos!

Con pena, nos despedimos de Marco, Gema, Raúl, Nuria y Xavi, y también de Rima y Ray.

Son tan majos que además de hacernos el desayuno se encargan de pedirnos el taxi que nos lleve al aeropuerto.

Por el camino, es inevitable pensar en todo lo bueno que nos llevamos de Nepal.

No sólo hemos conocido gente fabulosa y comido cosas riquísimas, sino que hemos visto lugares alucinantes. Por no mencionar el paragliding.

Aunque sin ninguna duda, como dice mi nueva amiga María, lo que más huella te deja es la gente que vas encontrando por el camino.

En el aeropuerto de Katmandú, todo bien. Subimos al avión sin contratiempos.

Jamás nos hubiésemos imaginado lo que nos esperaba en este viaje.

 

Subimos al avión de JetAirways, que hace la ruta Katmandú, Bombay (después nos toca coger otro vuelo a Bangkok).

Al lado nuestro en el avión, un señor blanco de mediana edad, lleno de tatuajes, con ausencia de algunos dientes y flaco como la rabia.

No habíamos despegado todavía cuando este señor que vamos a llamar «Bier», ya le ha pedido una cerveza a la azafata.

«No me puedo esperar a la comida», dice.

No hace falta dar explicaciones hombre, cada uno bebe cuando quiere.

Cuando llega la comida, se vuelve a pedir otra cerveza.

Manué y yo nos emocionamos porque de postre nos ponen Kit Kat. Un Kit Kat de medio gramo, pero Kit Kat al fin y al cabo.

Acabando de comer, mientras Bier iba ya por su tercera cerveza, observamos que un señor pide doble ración de comida.

¿Cómo? ¿Que se puede repetir?

¡Pues yo quiero más Kit Kat!

Hacemos el intento y…¡efectivamente!, ¡se puede repetir!

Aprovechando que nosotros habíamos pedido más Kit Kat, nuestro amigo Bier se pide otra cerveza. ¡Y vamos por la cuarta!

Hubo un momento, cuando las azafatas aún no habían terminado de recogernos las bandejas de la comida, que la gente se empieza a levantar para ir al baño.

De repente, se forma una cola como de 15 personas en el pasillo, que pretendían esperar para entrar al baño, mientras las azafatas seguían recogiendo las bandejas.

 

No cabía en nosotros más asombro, hasta que una de las azafatas sale con una bandeja llena de cervezas ¡y empieza a repartirlas!

¡Venga ya! ¡Estás de coña!

Bier se toma la quinta, Manu decide tomarse una para no desentonar demasiado y yo…¡pues otro kit kat!

No sé cómo explicar, para que lo entendáis bien, qué pasó en ese avión.

Fuera de bromas, empezó a sonar música y todo.

Yo pensaba que de un momento a otro salían las azafatas en pelotas y nos enseñaban a ponernos el chaleco salvavidas a ritmo de reggeaton.

La azafata repartiendo cervezas, más de 15 personas en pie esperando para ir al baño o charlando con compañeros de vuelo, nuestro amigo Bier que tenía que llevar una melopea ya que pa qué…¡nosotros flipábamos!

¡Un avión con barra libre de cerveza!

¡Cómo no iba a haber cola para ir al baño!

Pero…¿15 personas levantadas al mismo tiempo esperando?

¡Ese panorama no era ni medio normal!

Nosotros, entre asustados y alucinados, cuando éramos capaces de cerrar la boca y dejar de flipar, nos reíamos y observábamos el espectáculo.

Hemos decidido que volaremos siempre con JetAirways.

Viendo que me iba a quedar sin cerveza, me pillo una para luego.

¡Cervezote para la mochila!

Vamos a llegar a Bombay a las 3 de la tarde y hasta las 8 de la mañana del día siguiente no sale nuestro avión a Bangkok.

Será una noche larga que con cerveza se hará más amena seguro.

Poco después, por la megafonía del avión, nos llaman a la calma y sugieren a los meones que vuelvan a sus asientos y se lo hagan encima.

Y es entonces cuando una de las azafatas aparece con una bandeja llena de cervezas vacías, partiéndose el culo.

barra libre en el avión

Ya no sabemos si se ríe porque se ha dado cuenta de que le estamos haciendo una foto o si se descojona porque se las ha bebido ella todas.

¡Muy fuerte el asunto!

El vuelo Bombay-Bangkok también es con JetAirways. Me voy a comprar unas plataformas y una camiseta de rejilla por si se calienta la fiesta.

Hubo un momento durante el vuelo, que pasamos una zona de turbulencias y nos movíamos más de la cuenta.

De pensar que el piloto podía estar bebiendo cerveza también, se me puso el cuerpo malo. 

¡Abrochénse los cinturones! Los que piensen que llevar cinturón de seguridad en un avión puede servir para algo.

Estábamos todos sentaditos y con los cinturones abrochados, rezando porque el piloto fuese abstemio, cuando veo que Manué sonríe a alguien.

«¿A quién sonríes cari?».

«Nada, la azafata que me está haciendo ojitos», me dice.

Pues se va a quedar sin ellos, porque se los voy a arrancar.

Sí, sí, la de la bandeja de cervezas intentando ligar con mi chico.

¿Qué te parece?

De hecho llegamos a tierra, y yo esperándole fuera del avión porque la azafata tenía ganas de conversación.

Porque dormimos en el aeropuerto que si no a este hoy le toca sofá. 

AY LO QUE OS QUIERO YO MAREEEEEEEEEE?

 

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: bangkok, barra libre en el avión, cerveza, jetairways, katmandú, nepal

DEFINITIVAMENTE, NO NOS GUSTA KATMANDÚ

13 diciembre, 2016 por taniacarrasco 4 comentarios

Sería una necia si no reconociese la belleza de Katmandú y una hipócrita si te dijese que me gustaría volver aquí.

Abandonar Nagarkot para volver a Katmandú nos molesta un poco.

Desde las montañas, donde hemos pasado estos dos últimos días, se aprecia perfectamente la nube de polución que cubre Katmandú.

Casi lo mismo que se ve cuando vas por la A4 llegando a Madrid.

¡Ay mi Madrid! Tan limpio, tan ordenado…

En fin…

El llevar sin comer nada consistente, a parte de las mandarinas insípidas, desde las 3 de la tarde del día anterior, nos hace ir a desayunar a un restaurante turístico.

Sabemos que nos saldrá más caro pero yo tengo antojo de fruta con muesli, yogurt y miel. Y eso en los sitios locales no lo encuentras.

Pasamos al restaurante y pedimos una mesa con vistas.

Manu se pide desayuno nepalí (tortilla francesa, patatas cocidas con especias y pan) y yo soy feliz con mi tazón de fruta, yogurt y muesli.

¡Nos sienta genial!

Al llegar a la parada de bus, el vehículo está a punto de ponerse en marcha.

Las mochilas no caben en el portaequipajes, pero como el bus está medio vacío, las colocamos en dos asientos.

El problema viene cuando en la siguiente parada se llena hasta arriba y tienes que ponerte la mochila encima.

Para que os hagáis una idea de la separación entre nuestros asientos y los de delante, mis rodillas quedaban a medio centímetro de estos.

Teniendo en cuenta mi escasa estatura y el volumen de nuestras mochilas, quedamos totalmente emparedados debajo de ellas.

La música india a toda pastilla, carretera con curvas importantes, ventanas abiertas para que entre bien el polvo, las mochilas encima nuestra, el bus repleto de gente…

Me puse a pensar en cosas bonitas porque estaba al borde de un ataque de claustrofobia.

Menos mal que el viaje hasta Bhaktapur no duró más de media hora.

Allí teníamos que coger otro bus hasta Katmandú, donde Marco ya nos esperaba para comer.

Un muchacho de los que capta gente para los buses nos llama la atención.

Le decimos donde vamos y nos dice que su autobus va para allá.

Lo de «captar gente para los buses» es literal. Debe ser algo parecido a cuando te captan para entrar en una secta.

Da igual donde vayas, ellos siempre van donde tú.

Hasta que te montas y entonces es otra cosa.

«No, es que primero paso por no sé dónde…»

«No, es que yo te dejo aquí y tú te coges otro bus hasta allí…»

Aquí todo va a comisión. Cuanta más gente captes para el bus, más pasta ganas. Sencillo.

Cuando subimos al bus, el conductor y dos muchachos más nos saludan.

Nos percatamos de lo jovencísimo que es el conductor y le preguntamos la edad.

«¡18!», dice.

No te lo crees tú, ni soñando.

La inseguridad que nos genera ese nene conduciendo un bus por esas carreteras imposibles, nos hace volver a coger las mochilas y bajarnos directamente.

Casi mejor gastarte la pasta en un taxi que jugarte la vida a lo tonto porque este niño quiera jugar a ser autobusero.

A los 10 minutos ya íbamos en otro autobus camino de Katmandú.

Aunque conseguimos asientos, el bus se llena muchísimo y le cedemos el lugar a unas señoras.

Lo rechazan amablemente, porque se bajaban enseguida.

Pero una listilla, que no se había dado cuenta de que tenemos bastante más educación que ella, viene a regañarnos por no ceder el asiento.

Las señoras a las que se lo habíamos cedido, la corrigen, y no le queda más remedio que darse la vuelta y tragarse sus palabras.

Llegamos a Katmandú sin más remedio y vamos a buscar alojamiento para esa noche.

Un señor nos intercepta por la calle para ofrecernos su hostal.

Como el precio que nos da nos gusta bastante, le preguntamos si también está limpio y nos dice que sí con contundencia.

Hay que tener en cuenta siempre que esa pregunta es una absurdez. Para ellos está limpísimo todo.

Cuando entramos a la habitación nos parece que no está del todo mal, para el precio que tiene. Total, es sólo una noche y madrugaremos mucho.

El señor nos confirma que tenemos wifi y agua caliente 24 horas y no lo pensamos… ¡Aceptamos barco!

Si hubiésemos visto antes ese truño que flotaba en la taza del váter…

Sin embargo, como vamos estando curtidos en batalla, antes de ponernos cómodos comprobamos el agua caliente.

¡Fría como el hielo que salía la cabrona!

Bajamos a decirle al muchacho de la recepción que qué pasa con el agua caliente y nos dice que no hay. Que el agua caliente es en los baños de arriba.

¡Pues ale, aquí te quedas con tu truño!

Al salir de aquel hostal y andar cuatro pasos, ya tenemos a otro captador de turistas que nos ofrece el suyo.

Como nos pilla de camino vamos a verlo.

Por el mismo precio que antes nos da una habitación un poquito mejor.

No hay nada flotando en el wc y la chica de la recepción me parece agradable. Comprobamos el agua caliente y parece que funciona.

Para un rato que vamos a estar tampoco necesitamos mucho más.

Dejamos las mochilas, rellenamos los papeles correspondientes y vamos a comer con Marco.

La única razón por la que nos hacía algo de ilusión volver a Katmandú era para volver a degustar la comida de Rima.

lo mejor de Katmandú

Rima y su marido son un matrimonio nepalí que tienen un barecito local muy pequeño.

En uno de los últimos post publiqué una foto con ellos.

Son lentísimos porque hacen la comida en el momento en que la pides, por orden estricta de aparición en el local pero baratísimo y muy bueno.

Además son personas súper agradables y serviciales.

Da igual si tienes que esperar una hora para que te sirvan, se lo merecen.

Cuando llegamos se alegran de vernos y nos invitan a sentarnos. Marco llega en ese mismo momento.

Comemos muy bien e intercambiamos impresiones de estos días sin vernos.

También necesitamos ideas para movernos por Thailandia y Marco se las sabe todas.

De vuelta al hostal, para reposar la comida y preparar el viaje de mañana, me da por ducharme.

Digo «me da por ducharme» porque es algo que no suelo hacer a media tarde. Tengo la costumbre de hacerlo por la noche para dormir limpita, o por la mañana si la cama es más sucia que «la pata un pollo».

Hago lo que se suele hacer en estos casos: me desnudo, me pongo las chanclas de playa, me meto al baño con la toalla, cuelgo la toalla donde puedo e intento regular la temperatura del agua, antes de meterme debajo de ella.

Como el wc lo tengo a 2 milímetros, para no estar parada mientras se regula el agua, echo una meadita y aprovecho el tiempo.

¡Tengo que solucionar esto de no saber estar simplemente esperando!

El pipí me corre por la pierna porque para qué me voy a limpiar si estoy en la ducha, ahora me lavo.

Pero el tiempo pasa, el pipí me corre pierna abajo y el agua caliente no sale.

Mientras lo sigo intentando…¡se corta el agua!

¡¡¡¡¡¡Manuuuuuuuuuuu!!!!!!!

El pobre mío le da a todos los botones, gira todos los grifos, mira por todos lados y allí no sale ni gota.

Estoy desnuda y meada en un «baño congelador» y habrá que llamar a alguien para que venga a arreglar esto.

Me pongo la toalla intentando no mojarla de pipí y Manu baja a la recepción.

¡Qué casualidad que se había acabajo el agua oye!

Le dan a no sé qué botón de no sé qué vidón y empieza a salir algo.

Pero yo ya no me quito la toalla hasta que Manu no me regule el agua. Bien caliente, por favor.

Hasta que aquello no parece un baño turco no me atrevo a volver a desnudarme.

Me meto bajo el chorrito y cuando ya estoy mojada el agua vuelve a salir fresquita.

Manu entra corriendo a regulármela pero va pasando de la ebullición a la temperatura de la nieve sin pasar por el término medio.

Mojada de arriba abajo, con un frío que pela y el agua que no se regula ni a golpes.

Cuando por fin lo conseguimos, me enjabono corriendo la cabeza para tardar lo menos posible.

Es en este momento en el cual te cae una gota de champú sobre un ojo y con el otro ojo buscas la ducha para enjuagarte, cuando se vuelve a cortar el agua.

Pero no pierdo la calma y me digo a mí misma:

«Que calentito se está aquí, qué comodidad, qué ducha más buena…»

Manu sabe que de un momento a otro ese buen rollo va a pasar a ser:

«Voy a matar al dueño del hostal, al alcalde de Katmandú y voy a poner una bomba en el Buda más grande que haya…»

El problema no termina de arreglarse, así que mientras me ducho como los gatos Manu me ayuda con los grifos.

Yo me enjabono cuando sale fría mientras él sujeta el grifo, me enjuago cuando se calienta un poquito, me vuelvo a frotar cuando sale hirviendo, me enguajo cuando se regula otro poquito…y así transcurre mi ducha de hoy.

¡Qué ganas tengo de llegar a Pokhara!

Llevo 5 días con la misma ropa. Los tangas y los calcetines sí me los cambio, de vez en cuando. Teniendo en cuenta que aquí todo es polvo, si sacudo las mallas estornudáis en España.

Quedarte poco tiempo en sitios donde hace frío, imposibilita los temas de lavandería porque a la ropa no le da tiempo a secarse.

Por eso mañana, en cuanto lleguemos a Phokara, lo primero será buscar un sitio donde nos hagan una buena «laundry» y volver a ser personas decentes.

Y si no decente, al menos limpias.

Vamos a salir a cenar que con la comida de Rima se me olvida lo de la ducha, seguro.

Llegamos al restaurante pero Marco tarda un poquito más.

Mientras esperamos a Marco llega Álex. ¿Os acordáis de aquel catalán que encontramos hace días en el mismo restaurante?

Por las casualidades de la vida, Álex y Marco ya se habían conocido meses atrás en Thailandia.

Cenamos los cuatro y nos despedimos porque nos volvemos a separar de nuevo.

Manu y yo nos vamos a Pokhara y Marco se quedará en Katmandú.

Auguro que no será una noche muy buena porque no nos ha convencido mucho la cama, pero serán sólo unas horas. Duerma o no, sé que me levantaré feliz con la idea de salir de esta ciudad.

HASTA MAÑANA CORAZONES

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: el viaje de mi vida, katmandú, nepal

BODNATH: LA ENERGÍA QUE TE ENVUELVE

6 diciembre, 2016 por taniacarrasco Deja un comentario

Pasear por las calles de Katmanú no es fácil. Es llegar a Bodnath y se te olvida todo.

Tenemos algunos plátanos y galletas en la habitación así que salimos desayunados.

Nos pegamos un buen paseo hasta Patan. Es como un pueblecito a las afueras de Katmandú.

Por el camino paramos a tomar café en una placita, de las múltiples que te encuentras por la ciudad, así por sorpresa.

Un nepalí de los que se acercan mientras degustamos el café me pregunta por mis orígenes y se acaricia la cara, mientras me dice que me parezco a ellos.

Otra de las cosas que nos encantan cuando llegamos a un sitio que no conocemos, es ir caminando a todas partes para no perdernos nada.

Quién lo diría cuando yo soy de las que, en España, van en coche a comprar el pan en la tienda de la esquina.

Sin embargo, pasear por Katmandú no es muy agradable.

El tráfico no es normal en estas carreteras de tierra y piedras. Los viandantes tragamos polvo suficiente para dibujar al carboncillo con lo que sale de la nariz al estornudar.

Por no hablar de que cada vez que quieres cruzar una calle tienes que parar el tráfico. Da igual si estás en un paso de peatones o no.

Aquí los pasos de peatones son adornos como los que se hacen en España en el asfalto el día del Corpus.

Y cuando parece que has conseguido ralentizar el tráfico para pasar…resulta precisamente eso, que has ralentizado un poco el tráfico, pero parar no para ni dios.

Llegar a Patan es un gusto. El tráfico desaparece y ya sólo tragas polvo si te agachas a lamer el suelo, o cualquier superficie. Aquí toooooodo está lleno de polvo.

Lo que encontramos en Patan es indescriptible.

El Golden Temple es de una belleza extrema.

Totalmente intacto después del terremoto, conserva toda su belleza.

En dicho Templo, se nos acerca un nepalí hablando español. Tiene a dos de sus tres hijos estudiando en Madrid.

Me pregunta también por mis orígenes y coincide con el anterior en que parezco nepalí.

Nos hace de guía explicándonos cosas del templo y luego nos invita a su casa para enseñarnos su tienda de pinturas.

La conversación empezó con un: «no os preocupéis que no os quiero vender nada».

Pero ya me conozco yo esa frase y siempre me sale cara.

La última vez que me dijeron eso en Linares me costó 10€ de un libro que tenía 9 faltas de ortografía en su primer párrafo.

Todavía se están riendo las alumnas que había allí conmigo…

Lo bueno es que como no era una situación novedosa, la supimos torear y salimos ilesos. 

Sin embargo, nos hubiese encantado comprar uno de sus espectaculares mandalas pintados a mano. Pero un trozo de papel en una mochila durante 6 meses llegaría desintegrado. No merecía la pena.

 

Después del Golden Temple, el número de turistas empieza a aumentar. Es que estamos en la plaza de Patan, otra maravilla para los sentidos.

Esta plaza, tan cercana al templo anterior, sí que se había visto afectada por el terremoto. Andamios y andamios cubrían gran parte de las estructuras.

 

Y aún así, seguía siendo preciosa.

Se nos acerca un guía turístico hablando un castellano muy conseguido, para decirme, por tercera vez hoy, que parezco nepalí. 

Mami, ¡dime que no es verdad!

Sería muy traumático enterarme tan lejos de que soy adoptada, o peor…

Si no fuera porque no me puedo parecer más a mi padre, me habría asaltado alguna duda.

Las mujeres nepalíes en general son bastante atractivas, pequeñitas y delgadas. Muy guapas algunas.

Pero si me miras a los pies, verás que llevo botas. Si fuese nepalí llevaría calcetines y sandalias, ¿vale?.

Antes de coger un bus al siguiente emplazamiento, comemos.

Descubrimos una forma nueva de cocinar los momos y nos relamemos de gusto.

 

Luego, cuando encontramos el bus que nos llevará a la estupa más impresionante de Katmandú, desearíamos haber seguido con el paseo.

Los buses se parecen más a furgonetas de ganado que a vehículos públicos.

El tráfico es tal que los desplazamientos se hacen interminables. De llevar las ventanas abiertas ni hablar, si no quieres que al bajar te confundan con un deshollinador.

Si si, en Mery Poppins molaba mucho lo de deshollinar, pero aquí no tiene tanto color la cosa. Aún no he visto a nadie cantando mientras come polvo y humo de tubo de escape.

¡Qué gente más rara!

Al bajar del bus antes de tiempo, porque no habíamos cogido el adecuado, toca caminar otra vez.

Las aceras brillan por su ausencia. Cuando existen, son un amasijo de barro y piedra, lleno de grietas y de altibajos.

Es sábado, como si fuese domingo para ellos, así que está todo cristo en la calle.

Entre esquivar gente, subir a la acera, bajar a la carretera, esquivar dos motos, que te aticen con un retrovisor mientras esquivas las motos, se te pierde tu cari, le agarras la mano al primero que se te pone al lado, después del «sorry» recuperas a tu cari, tragas un poco de polvo, te subes la braga que llevas por mascarilla…¡hasta aquí hemos llegado! ¡Taxiiiiiiiiiiiiii!

Suerte que no hay tuktus, piensas. No me quiero ni imaginar ir por aquí en esas motos de tres ruedas sin paredes, comiendo polución a dos carrillos.

Lo que se lleva aquí es mucho mejor. Se llama ricksaw y es una bici con una estructura detrás para dos personas, conducida normalmente por un señor mayor y donde es imposible no tragar polvo.

 

Aún no lo hemos probado…y no sé si lo haremos…

Negociamos un buen precio con el taxista para recorrer el km y medio que nos separa de nuestro objetivo. Tardamos unos 15 minutos en hacer un recorrido que debería haber sido de 2.

Bajamos del taxi justo en la puerta del edficio que contiene la estupa de Bodnath y cientos de personas se abarrotan para salir.

Entramos a duras penas, pagamos las 250 rupias obligatorias y al levantar la vista…¡buahhhhh! ¡Im-presionante!

estupa de bodnath

La estupa que vimos ayer en el templo de los monos nada tiene que ver con esta.

La espectacularidad de esta construcción es única. Su estructura redonda da pie a los visitantes a rodearla siempre en sentido de las agujas del reloj, formando entre todos una energía difícil de explicar.

Bodnath, dañada por el terremoto de 2015, fue restaurada hace muy poco a base de donaciones privadas de grupos budistas y voluntarios locales.

Tiendas, restaurantes, hostales y cafeterias, invitan al turista a quedarse un poco más.

Montones de monasterios budistas hacen larga la visita, si no te quieres perder nada.

 

Subirse a alguno de los miradores y contemplar cientos de personas caminando en la misma dirección alrededor de un monumento de tales características, es realmente bonito.

No pudimos contenernos a tomarnos algo en una terracita de la plaza, aún sabiendo que lo pagaríamos con sangre.

Sin embargo, encontrar una parejita de vascos con los que poder charlar degustando un lassi (bebida de yogurt típica), hizo de la idea una magnífica ocasión para seguir intercambiando impresiones viajeras.

Abandonamos Bodnath para ver el crematorio de Pashupatinath. Impactante visita.

Pudimos ver cómo se realizan las ceremonias a los difuntos. Los cuerpos, en una especie de altares, son quedamos durante 4 horas y lanzados al río después.

A mí no me resultó nada agradable pero había que verlo.

No pensé que me causaría tal impresión. 

Lo mejor fue cuando llegamos a la entrada y nos dan el alto. Para entrar hay que pagar 1.000 rupias cada uno y no lo sabíamos.

No llevamos tanto dinero encima y se lo hacemos saber al taquillero.

«¿Cuánto tenéis?», nos pregunta.

Manué se echa la mano al bolsillo y saca unos cuantos billetes arrugados que suman 600 rupias.

Y con eso…¡nos dejan pasar!

1.400 rupias menos de lo que nos habríamos gastado.

Esto en España sería impensable. Si no tienes la pasta que hay que tener no pasas a ningún sitio.

Suponemos que esta deferencia tiene que ver con la desesperación de los nepalíes por recuperar los recursos perdidos con el terremoto. El número de turistas ha bajado y el precio de las entradas a los sitios emblemáticos ha crecido por ello.

En lugar de pensar que estaban perdiendo 1.400 pensaron que de verdad necesitaban esas 600.

Nos supo un poco mal y a la salida hicimos una pequeña donación con un billete perdido que sacamos de la mochila.

Se nos hizo de noche y pensar en coger un ricksaw con el tráfico que había era impensable.

Mucho menos un taxi…no llevábamos dinero.

Así que a casa a patita, que sólo nos quedaba a una hora.

Si ya es difícil caminar por Katmandú de día, imaginaos de noche.

Las calles no suelen estar alumbradas, los semáforos no existen, te las ves y te las deseas cada vez que quieres cruzar de un sitio a otro.

Muerta en vida y con el tibial anterior de la pierna derecha hecho picón, llegamos cerca de casa y ¡a cenar!

Manué tienen antojo de pizza, así que acabamos en un sitio de esos a los que no solemos entrar y donde nos van a cobrar un huevo por una cena que dejará mucho que desear.

Efectivamente. Así fue.

Si un italiano llega a probar esa pizza nos denuncia seguro por pagar por ella.

Por no hablar de las tasas del 10% que te añaden cuando pides la cuenta y que no tienen ninguna razón de ser.

En ningún restaurante de los típicos nepalíes donde comemos siempre nos han cobrado nunca ningún tipo de tasa.

Le mandamos a Marco la ubicación, pero le llega mal y no coincidimos con él hasta que llega al hostal.

Como a mí no me da más la vida, ducha y a la cama.

Quedamos mañana para desayunar y a ver lo que nos depara el día.

BESAZOS MÚLTIPLES

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: bodnath, el viaje de mi vida, estupa, katmandú, nepal

KATMANDÚ DESPUÉS DEL TERREMOTO

5 diciembre, 2016 por taniacarrasco 1 comentario

Nepal era el país que teníamos previsto visitar después de India. Todos los viajeros hablan maravillas de este lugar.

Cuando llegamos al aeropuerto de la capital, Katmandú, todo el mundo se abriga con bufandas y plumas.

Yo que traigo una sudaderilla y un pañuelo, intuyo que voy a entrar en proceso de congelación nada más bajar del avión.

Me llevo una gran sopresa cuando el sol me ciega la vista y el calor me hace quitarme el pañuelo.

¡Hace un tiempo genial! ¡Mini punto para Nepal!

Lo primero que hay que hacer es rellenar todos los documentos necesarios para que te dejen entrar y pagar el visado allí mismo.

Como hemos sido muy previsores, leímos en un blog que no se podía pagar con tarjeta pero sí en metálico, con cualquier moneda. Así que sacamos el dinero necesario para pagar el visado en metálico. A pesar de los problemas con los bancos en India, en un cajero de Kochi pudimos sacarlo sin problema.

Hacemos la cola, entregamos la documentación y cuando sacamos las rupias indias para pagar dicho visado nos dice el señor del mostrador que ¡no valen!?

¡Que rupias indias no aceptan!

Puedes pagar con cualquier moneda menos con rupia india.

¡Bien empezamos!

¡Os quito el mini punto!

Ponemos cara de pena, aseguramos por activa y por pasiva que no tenemos más dinero que ese, y algunas rupias srilankesas, y de repente ¡se puede pagar con tarjeta!?

¡Me vas a deber puntos porque te acabo de quitar otro!

Pasamos inmigración sin problemas y vamos a buscar la mochila de Manué y la maleta de Marco.

Marco está algo nervioso con el tema de la maleta porque ya se la han perdido alguna vez.

Esperamos y esperamos pero no salen ninguna de las dos.

Todo nuestros compañeros de vuelo han recogido sus maletas y las nuestras no aparecen ?

A mí me la repamplinfa un poco porque la mía pasa siempre como equipaje de mano y va con nosotros, pero claro, la de Manué no estaría de más recuperarla ?

La desesperación va en aumento y preguntamos.

Resulta que habían salido antes que nosotros y estaban por ahí arrinconadas…¡Menos mal!

Voy a dejar de restar mini puntos porque sino…

Ahora viene la parte más divertida: coger un bus que nos deje en el centro y patear para buscar alojamiento.

Iniciando la búsqueda, paramos a tomar un café y a aprovechar el wifi del establecimiento para buscar la ubiación de los hostales.

Hacía pocos minutos que nos habíamos sentado, cuando a Manué le caga un pájaro en la única sudadera que ha traído.

Un chico belga que está detrás y habla castellano, le dice:

«¡No te preocupes, eso es que vas a tener mucha suerte!»

Después de reírnos un rato, nos cambiamos de mesa a ver si es posible que el acontecimiento no se vuelva a repetir.

Estábamos acabando de tomarnos el café cuando el pajarito me caga a mí ?

«¡Qué afortunados, cuánta suerte tenéis!», dice el joputa del belga.

Te voy a cagar yo a ti encima a ver si piensas lo mismo majete.

Es lógico que cuando nos traen la cuenta, es bastante más de lo que habíamos previsto. Nos debieron cobrar las cacas de pájaro por haber aliñado el café con ellas.

Creo que a este sitio no vamos a volver…

Damos unas cuantas vueltas hasta que nos entra hambre y paramos a comer.

Aquí son muy típicos los «momos» y Manu viene deseando volver a probarlos (ya lo hicimos en India).

¡Comimos los 3 por menos de 4€! Sin embargo, los alojamientos no los encontramos tan baratos como en Varkala.

Lo mejor del día está siendo sin duda lo que nos estamos riendo con Marco.

Les hace bromas a los nepalíes, mezclando el inglés con el castellano y es un descojone.

Si alguno se pone muy pesado queriendo vendernos algo le dice:

«Pues yo necesito un gaitero que toque la gaita 24 horas»…

O cosas así, y yo lloro de la risa.

Nos han ofrecido hoteles y a la quinta o cuarta vez, Marco sale con las suyas y les dice: «I have one metralleta y verás»…

Durante la comida, ellos pidieron un té con leche y yo sólo té.

Cuando nos lo traen, la camarera me lo pone y me dice «Namasté» (saludo típico que usan para todo).

Dice Marco: «Eso, na más té, ella no ha pedido ná más que té. El té con leche es para nosotros»????

Muuuuuuy divertido.

Después de ver varios sitios y con el cansancio de la noche en el aeropuerto y el viaje, nos decantamos pronto por el más barato.

Nos quedamos los 3 en el mismo hostal y ya ni cena ni nada, queremos descansar.

Preparamos un poco el itinerario que queremos hacer en este país y a dormir.

Al día siguiente, mientras Marco se ducha, salimos a comprar y cuando volvemos a recogerle para desayunar ya no está.

Él intuyó que estaríamos en el lugar donde comimos ayer y nosotros pensamos lo mismo que él.

¡Y allí lo encontramos!

Tomamos un desayuno hiper barato y nos vamos a recorrer la ciudad.

Es necesario recordar que Nepal sufrió un terremoto de grado 8 hace menos de 2 años. En él murieron casi 9.000 personas y se destruyeron mucho edificios emblemáticos.

De camino al templo de los monos, observamos una ciudad en plena reconstrucción.

 

Esta casa en concreto, está siendo construída con caca de vaca para aislarla del frío.

Pienso que igual, con lo que se van a gastar en ambientadores, quizá les salía a cuenta poner calefacción…

Casas enteras están siendo levantadas de nuevo, montones de ladrillos y escombros, construcciones dañadas allá donde mires.

Da mucha pena.

Sin embargo, contrasta con la India en lo que al estilo de gente se refiere.

Aquí la gente joven viste muy a la occidental. Es un país más que acostumbrado al turismo, donde es fácil encontrar alcohol y tabaco, condones, salvaslips, cosas que en India no son nada fáciles de comprar.

Eso sí, combinan la vestimenta occidental con sandalias y calcetines. ¡En eso van un paso por delante de nosotros!?

Es curioso verles a todos con grandes plumas, chaquetones bien gordos, guantes y bufanda ¡con sandalias y caletines!

¡Ole ahí!

Cuando llegamos al templo de los monos, el medio millón de escaleras que hace falta subir para llegar a la estupa, nos da un poco de miedito.

No lo pensamo mucho y enfilamos la escalera.

Las estupas son lugares de culto de tradición budista. Las estupas nepalíes suelen estar coronadas por una torre donde se ven dibujados los ojos de buda. Es impactante.

 

La verdad que es un sitio precioso.

Al llegar arriba, las vistas de la ciudad son espectaculares y las estupas, los altares, los pequeños monumentos, son muy peculiares.

La cantidad de monos que hay arriba no es normal. Los tenderos les dan con tirachinas porque están siempre armando follón.

Damos un largo paseo entre estupas, miradores e ingentes cantidades de turistas de todas las nacionalidades.

Cuando volvemos a encontrar a Marco, que había subido más despacio que nosotros parándose a hacer fotos cada segundo y medio, decidimos volver a bajar.

Ya abajo, paramos a comer en un «bar» totalmente nepalí. Tan nepalí que la camarera no hablaba ni una pizca de inglés.

Entre señas y la ayuda de los demás comensales, degustamos varios platos de momos, unas patatas con un arroz que parecía copos de avena y un plato de noodles con verduras.

Visitamos después la plaza Katmandú Dubar Square.

 

Ya es impactante estando tan deteriorada, imaginamos que era de una belleza extrema antes del terremoto.

 

Casi todo está en reconstrucción, pero aún así, somos cientos de turistas los que la estamos visitando.

Llegar a cualquier sitio dentro de Katmandú es un auténtico caos.

Si tenéis una idea de la India como país de ciudades caóticas, lo de Katmandú no es normal.

El tráfico es brutal, la cantidad de gente por la calle es asfixiante y el polvo lo cubre todo.

Sin embargo, los puestos callejeros de comida los encuentras por doquier.

puesto callejero de verdura

Es cierto que aún no hemos visto muchas ciudades asiáticas, pero es la primera vez donde vemos tantísima gente con mascarilla.

Una gran parte de la población nepalí así como de los turistas, visten mascarillas para protegerse de la gran contaminación.

Ayer no lo entendía muy bien, acabábamos de llegar.

Pero hoy, después de unas horas paseando por Katmandú, me he tenido que liar el pañuelo en la cara porque lo de aguantar la respiración durante horas creo que no es bueno.

Imagínate lo que puede ser tener que combinar los calcetines que te has puesto para las sandalias, con la bufanda ¡y la mascarilla! Demasiado trabajo todas las mañanas…

En la Dubar Square perdemos a Marco. Es un tío muy curioso que visita Nepal por cuarta vez y que se detiene con absolutamente todos los detalles.

Nosotros que somos culo inquieto, en uno de los paseos por la plaza le perdemos el rastro.

Caminando hacia el hostal, a duras penas por la gente que abarrota las callejuelas, buscamos sitio barato para cenar.

 

Al pasar por la calle Thamel, la más turística de la ciudad, parece que has vuelto a occidente de una patada en el culo.

Los bares, restaurantes, tiendas de todo tipo y la cantidad de gente blanca, hace daño a la vista.

Por supuesto, los precios de todo aquello son occidentales también.

Las lucecitas de navidad cubriendo los edificios hacen recordar las fechas en las que estamos. Sin embargo, esas luces no están puestas por este motivo, se mantienen todo el año para llamar la atención de los turistas.

Huimos de allí aligerando el paso. No nos gustan las aglomeraciones y aquello parece la calle Preciados el día que empieza Cortilandia. La calle Preciados sin asfaltar, que sería mucho peor.

Lo que sí nos gusta es meternos en los restaurantes cutres vacíos de turistas porque siempre comemos genial y muy barato.

Nos encanta tener la posibilidad de comer como ellos y adentrarnos así en su cultura un poquito más. 

Pasamos por un restaurante de este tipo, ya muy cerca de «casa» y la sonrisa de la dueña nos cautiva.

Nos sentamos y enseguida aparece otro español, Álex, también catalán.

«Jaguar llú!», nos dice.

«Uy, perdón, tanto tiempo fuera de España que ya me cuesta el español».

Venga, va, te perdonamos.

Cenamos con él, intercambiando impresiones sobre nuestros viajes.

A mí me hubiese encantado pedirme una cervecita para amenizar la velada, hasta que veo el precio y se me pasa.

Para acompañar la cena, nos recomiendan pedir dos bebidas típicas aquí: tongba y raksi. 

Como ya os he dicho que nos encanta adentrarnos en su cultura a través de la gastronomía, no nos lo pensamos.

¡Un tongba para Manué y un raksi para mí!

Me dicen que el raksi es como un vino blanco, por lo que yo tengo clara la elección.

Antes de nada nos preveen de que llevan algo de alcohol, pero sólo un poquito.

Y esta es la cara que se te queda cuando crees que vas a beber vino blanco y pruebas colonia rebajada con un poquito de agua oxigenada.

 

Invitamos a Álex a cenar y cada mochuelo a su olivo.

A mí me hace una ilusión tremenda cada vez que encontramos españoles. De esas conversaciones siempre salen ideas nuevas para continuar con el viaje.

Manué va de tongba hasta las orejas y articula las palabras con dificultad. 

Pero ya sabemos qué es lo que beben aquí y no entendemos muy bien porqué se ponen esos chaquetones para el frío.

Me llego a beber otro raksi de esos y me despeloto por la calle seguro.

Ya en la habitación, estábamos a punto de meternos en la ducha, por separado, cuando aparece Marco y toca la puerta.

Nos contamos cómo ha ido la tarde desde la separación y decidimos que mañana cada uno por su lado y nos vemos para cenar.

Pero aún queda lo mejor del día: es el cumple de mi suegri y hablamos un ratito con la familia, reunida para la ocasión.

¡FELICIDADES CARMINA!

Siempre es un placer poder hablar con los seres queridos. Todos reunidos, dando gritos para que te lleguen sus palabras, con una sonrisa en los labios y con la emoción de un reencuentro algo lejano aún.

¡Vídeo de mi cogollito por favor!

Os queremos mucho familia.

HOY EN ESPECIAL, EL ABRAZO MÁS GRANDE PARA LA CUMPLEAÑERA.

Tu hijo y tu nuera que te adoran.

¡A mimir!??

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: caos, el viaje de mi vida, estupa, katmandú, nepal

CAMBIO DE PLANES: ¡NOS LARGAMOS DE INDIA!

2 diciembre, 2016 por taniacarrasco 6 comentarios

Hemos tenido que volver a cambiar de decisión. No podemos arriesgarnos a seguir en la India.

En nuestro quinto día en Varkala, preguntamos al propietario del hostal, dónde podemos comer que no sea de turistas.

Nos estamos dejando demasiado dinero en restaurantes con vistas al mar, porque tampoco hemos encontrado otra posibilidad.

Nos habla de un restaurante nuevo alejado de la zona turística. Vamos a desayunar allí antes de ir a buscar la tarjeta para el móvil.

En efecto, pagamos 100 rupias por un desayuno indio, cuando llevábamos gastándonos más del cuádruple en los desayunos de estos días atrás. ¡Más de cuatro veces el precio de hoy!

Nos alegramos mucho, porque ya que hemos decidido quedarnos en la India, está bien aprender estas cosas para seguir gastando poquito.

Seguimos las indicaciones que nos han dado para llegar a una tienda de móviles donde poder comprar la dichosa trajeta.

Por el camino, descubirmos toda una parte de la ciudad que no sabíamos que existía.

En la playa, un montón de indios en altares hechos con la arena, donde la gente se acerca para hacerles ofrendas y a rezarles. Nos cuentan que son como curas a quienes acude la gente que ha perdido a algún ser querido.

Por lo visto, piensan que cuando alguien muere su alma va al mar. Haciendo ofrendas a esos curas que se colocan en la playa, consigues que recen por ese alma y faciliten su descanso.

 

Al llegar a la tienda…cerrado.

Otra cosa que aprendemos es que no sólo tenemos la opción de caminar para no pagar tuktuk, también podemos coger autobuses.

Son súper baratos y tardan lo mismo que el taxi.

Así que cogemos un bus para llegar al centro de la ciudad y buscamos la tienda.

No tardamos demasiado en encontrarla. Nos piden fotocopia del pasaporte, de la visa y foto de carnet.

A pesar de que traemos miles de fotos de carnet, a mi cariño se le han olvidado en la habitación.

Eso le hace experimentar cómo se siente el hijo de un fotógrafo cuando se hace fotos en una tienda que no es la suya.

Y a mí me hace darme cuenta de que vine a Asia con Manué y ahora estoy con Mohamed.

 

Pagamos las correspondientes rupias y ya que estamos en el centro y nos quedamos en la India, vamos a sacar algo de dinero.

Recorremos cajero trás cajero, algunos vacíos y otros con enormes colas. No conseguimos sacar nada y nos preocupamos. Tampoco contamos con mucho efectivo y aún tenemos que pagar el alojamiento.

Cuando nos empezamos a desesperar, recordamos que la úlima vez sacamos dinero cerca de la estación de tren.

Caminamos hasta allí y ¡por fin!, no muy lejos, conseguimos sacar 2000 rupias.

La decisión de quedarnos se tambalea…

Ya que estamos cerca de la estación de tren, pasamos y compramos un billete a la ciudad con el aeropuerto más cercano, para mañana mismo. Por si acaso…

Aunque habíamos decidido comer y cenar en el mismo restaurante en el que hemos desayunado, por ahorrarnos dinero, ¡acabamos en el Abba!

Allí tienen wifi y podremos mirar qué es lo que pasa con el dinero en este país.

Pues pasa que al primer ministro se le ha ido la olla.

En su lucha con la corrupción, se ha puesto a retirar billetes sin reponer los nuevos y no hay dinero en los bancos.

La gente no puede sacar efectivo, los sitios no aceptan tarjetas y los turistas se están largando.

¡Y nosotros sin enterarnos!

Así que ya no hay más que hablar.

Nos da mucha pena tener que irnos de aquí porque no hemos podido ver casi nada, pero no hay necesidad de pasar calamidades.

Me niego a estar en un sitio con la incertidumbre de si voy a poder pagar los gastos a la semana siguiente, de si me voy a encontrar con una huelga o ¡quién sabe!

Además, los lugareños te dicen que el tema ya se está solucionando pero las noticas hablan de meses de problemas.

Disfrutamos de nuestra última comida en nuestro restaurante favorito. Para despedirnos como dios manda, pedimos de postre tarta de chocolate y banana.

Como podéis comprobar, la desgustamos con mucha pena…

 

Mañana temprano cogemos el tren a Kochi y de ahí, ya veremos…

Aún no hemos reservado el billete porque Manu ha considerado que es mejor tirarse al suelo a hacer estiramientos.

Tenemos el billete de tren a la ciudad con aeropuerto pero no tenemos el billete de avión para salir de la India.

Cuando queramos reservarlo se irá la conexión…

¿Qué os apostáis?

Bueno, Manu ha acabado con los estiramientos y parece que ya tenemos nuevo destino.

La realidad es que es una decisión relegada hasta el último momento porque no nos queremos ir.

cambio de planes

Muy temprano cogemos un tren a Kochi y llegamos sobre las 9 de la mañana.

Sin embargo, hasta las 8 de la tarde no sale el avión que nos llevará a Nueva Delhi, a coger otro avión.

Por esa razón, vamos a dar un paseo por la ciudad, después de preguntar cómo llegamos de la estación de tren al aeropuerto.

En la taquilla de la estación nos dicen, después de hablar entre unos y otros, que a las 14:40 sale un tren directo por 10 rupias.

¡Genial! Llegaremos con tiempo de sobra a coger el avión.

Damos un paseo por esta ciudad fea, maloliente y caótica, donde cuesta hasta respirar.

Comemos arroz con cosas, muy rico. Todo hay que decirlo.

Llegamos a la estación de tren antes de las 14. Con tiempo más que suficiente para coger el tren de las 14:40 que nos habían dicho.

Cuando llegamos a la taquilla el señor nos dice que son 60 rupias y que el tren nos deja a 5 km del aeropuerto.

¿Perdona?

Intentamos que nos explique porqué sus compañeras nos dijeron otra cosa esta mañana, pero no hay forma.

Llegamos al andén y miramos el billete para comprobar los datos.

El billete ponía como hora de salida las 13:37 y eran las 14:07. Corremos a la taquilla y nos dice que no nos preocupemos que su hora de salida es ahora…

Buena hora esa.

Al final el tren que salía a las 14:50 e iba directo al aeropuerto, salió pasadas las 3 y nos dejó a tomar por culo.

Cuando bajamos del tren, preguntamos en la estación cuál es la mejor forma de llegar al aeropuerto.

Nos dicen que no hay buses directos, que tendremos que coger un taxi. ¡Ya!

Preguntamos a un tuktukero por curiosidad y nos dice que como son 14 km nos saldría por 250 rupias.

Como ya sabíamos que era unos 7 km (puesto que lo habíamos mirado con el gps previamente), nos cagamos en él en castellano y con una sonrisa, por mentiroso, y vamos a la estación de tren.

Menos mal que allí, un revisor muy majo nos dijo que había un bus directo que saldría enseguida y se encargó de estar pendiente para que no lo perdiésemos.

¡14 rupias nos costó el bus! Frente a las 250 que nos quería cobrar el mamón del tuktukero.

Entrar al aeropuerto fue curioso porque estaba tomado por montones y montones de musulmanes, vestidos todos de la misma forma, como en una especie de peregrinación.

Cientos, de verdad. La gente les hacía fotos porque ellos solos ya llenaban todo el aeropuerto.

 

Tomamos una cena carísima y asquerosa antes de embarcar, para luego recenar en el avión.

¡Esto de las comidas en los aviones lo tenían que avisar!

Nos hubiésemos ahorrado la cena aquerosa del aeropuerto y hubiésemos disfrutado mucho más la cena asquerosa del avión.

Pasadas las 23:00 llegamos a Nueva Delhi para coger el avión definitivo que nos sacará de India.

Tendremos que pasar la noche en el aeropuerto porque hasta las 7:20 del día siguiente no salía nuestro avión.

Descansamos más bien poco porque todas las hamacas esas tan cómodas que ponen para que eches un sueñecillo, estaban ocupadas. Y cuando por fin quedaron algunas libres se las cedimos a una familia.

Justo cuando encontramos un hueco para reclinarnos un poquejo, nos toca al lado una morsa durmiente que roncaba en alta definición.

Pasamos por el duty free para gastar las rupias que no nos ha dado tiempo a gastar y ¡sorpresa!: ¡encuentro galletas de jengibre!

Os había echado de menos compañeras.

En el avión, de esos divididos en 3 asientos para un lado y 3 asientos para otro, nos sientan justo al lado de otro español.

Enseguida entablamos una conversación sin fin, donde nos relata sus viajes.

Marco (Agustín) es un arquitecto de 50 años, que después de ganar mucho dinero y comprar algunas propiedas, decide pasarse la vida viajando.

Nos da miles de claves y nos cuenta miles de historias. No podemos dejar de escucharle.

Qué casualidad que él perdió su avión ayer y le recolocaron en el nuestro. Y justo nos ponen juntos a los 3 españoles.

Todo pasa por algo.

Estoy tan atenta escuchando a nuestro nuevo compañero, que no me doy ni cuenta de que son las 9 de la mañana (el avión tenía que haber salido a las 7:20) y aún no hemos despegado.

Las condiciones no eran muy buenas porque la niebla no dejaba ver nada, pero sobre las 9:15 despegamos y llegamos a nuestro destino sin problema.

¡¡¡¡Siiiiiiii, ya voooooyyy!!!!

Queréis saber dónde estamos, ¿verdad??

 

ABRAZOS DESDE KATMANDÚ

 

 

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