• Saltar al contenido principal
  • Saltar a la barra lateral principal
logo-final
  • Inicio
  • Sobre mí
  • Servicios
  • Regalo
  • BLOG
    • ALIMENTACIÓN Y EJERCICIO
    • DESARROLLO PERSONAL
    • MIS VIAJES
  • Equipo
  • Contacto

India

SIN DORMIR NO SE PUEDE PENSAR BIEN

1 diciembre, 2016 por taniacarrasco 4 comentarios

Sin pegar ojo y con la preocupación de cuál será nuestro siguiente destino.

Ninguno hemos dormido mucho esta noche.

No sólo porque nos hayan acribillado los mosquitos, ni porque las almohadas estén rellenas de cemento, ni porque hiciese un calor infernal, ni por el ruido de fuera…

No hemos dormido sobre todo, porque no podemos quitarnos de la cabeza la mejor manera de salir de aquí. 

En lugar de coger la mochila y buscar alojamiento, como ayer, lo hacemos al revés que igual es más práctico.

Nos levantamos temprano y visitamos algunos sitios que aún no habíamos visto.

Entramos en un callejón de los que da a la playa, por el que ya estamos hartos de pasar.

Uno de los señores que estos días de atrás nos había ofrecido habitación, nos la vuelve a ofrecer.

Me llevo una sorpresa cuando Manu, que nunca quiere ver las cosas que nos ofrecen sino las que buscamos por nosotros mismos, accede a verla.

Cuando vemos la habitación y nos dicen el precio, Manu lo pregunta varias veces pensando que no ha oído bien.

La habitación está bastante cerca de la playa, tiene una cama enorme con sábanas limpias, un baño muy decente, una pequeña terracita y unos dueños que nos recuerdan a Indi y Videhé.

¡400 rupias!

Lo mejor que hemos visto en todos estos días en relación calidad-precio.

Comprobamos que el wifi tampoco es para tirar cohetes pero tenemos el router justo encima de nuestra terraza. Eso tiene que ayudar.

No podemos dejar pasar la oportunidad. 

Es nuestro cuarto día en Varkala y es la tercera habitación a la que nos mudamos. Creo que hemos visto unos dos millones de hostales…

Muy contentos con nuestro logro, nos vamos a celebrarlo con un buen desayuno, antes de mudarnos.

 

Con la barrigota llena, llegamos a nuestro nuevo hogar y nos encontramos con nuestras nuevas vecinas.

Ellas vienen de Goa, que era donde queríamos ir nosotros ahora. Pero nos reafirman en nuestra idea de marcharnos de India cuando nos advierten de que por allí los turistas se están largando, porque tampoco pueden sacar dinero de los cajeros.

Nos pasamos unas horas mirando por Internet qué podemos hacer. ¿Dónde podemos ir??

Para refrescar nuestras ideas nos vamos un rato a la playa.

En la playa de Varkala siempre hay bandera roja.

Normalmente los blanquitos estamos en un lado y los morenitos en otro.

Por alli vigilando, dos señores con pantalón corto y camisa azul, más un silbato al cuello.

Estos señores tienen dos misiones:

  1. Silbar cuando algún turista se mete a más de 10 metros de la orilla.
  2. Silbar cuando los jóvenes indios ataviados con su pareo se acercan a la zona de los turistas.

Entiendo el punto 1, el mar parece que está en calma pero de repente se forman olas importantes y te van chupando mar adentro, sin que te des cuenta.

El punto 2 tiene varios flecos sueltos…

¿Dónde van estos señores de barrigas pronunciadas con el pareo y los calzoncillos debajo? Sobre todo cuando los calzoncillos son negros y el pareo blanco. ¡Un espectáculo para los sentidos!

Y por otro lado, ¿por qué les pitan si se acercan mucho a la zona de turistas? ¿Por llevar calzoncillos o por combinarlos con el pareo?

No sé…tendré que preguntar…

Al ratito volvemos a casa, hacemos algo de ejercicio para no perder la costumbre y nos vamos a cenar ¡al Abba!?

¡¡¡¡Bravoooooo!!!!

En este restaurante da igual lo que pidas, todo está terriblemente bueno.

De regreso a «casa» para seguir con nuestra misión de huir de India, nos topamos con un concierto acústico en directo.

En el recinto, un muchacho con una guitarra y un micrófono y dos espectadores. ¡Dos! Ni uno más ni uno menos.

Al principio me da pena el chaval, ahí solito con su guitarra.

Luego me doy cuenta que estamos al lado de casa y que como no se calle pronto no voy a poder dormir, otra vez.

Tenemos que seguir buscando la forma de irnos, así que uno con el móvil y otro con la tablet…

pies de manu

¡Sin wifi!

Tiene que ser una broma.

Si no podemos mirar cómo irnos, ¿cómo cojo «pi pi pi» nos vamos?

Como a las dos horas, parece que pillamos algo de wifi y yo aprovecho para ponerme con el blog.

Me dispongo a pasar las maravillosas fotos que hacemos con la maravillosa cámara regalo de los suegris cuando…

¡Hemos jodido la tarjeta!

¡Hemos perdido todas las fotos desde que llegamos!???

Chachi piruli Juan pelotilla.

Al poco rato, cuando volvemos a perder el wifi, Manu coge su libro electrónico, regalo de su cuñada Nú,  y se pone a leer.

No me preguntéis cómo, en una de estas se sienta encima y parte la pantalla.

Ni wifi, ni fotos, ni libro ¡ni ostias!?

A tomar por saco, ¡nos quedamos en India!

Se nos han agotado las fuerzas para nada más hoy.

Manu se queda durmiendo enseguida, pero yo me meto en la cama más cabreada que una mona y con el concierto a la vuelta de la esquina.

Si el cantante, con sólo dos fans, llevaba 3 horas de concierto…¿qué hubiera sido de mí si llega a tener algo más de público?

Cuando me levanto a buscar los tapones para los oídos, me doy cuenta de que si enciendo el ventilador del techo, el ruido de avión despegando neutraliza el del concierto…

Pongo el ventilador y me vuelvo a meter dentro de la mosquitera.

Cuando estoy dentro, busco el interruptor de la luz y está al otro lado de la habitación.

Vuelvo a salir de la mosquitera, camino hasta el interruptor, lo apago, me meto en la mosquitera, me pongo los tapones…¡aaaaaaaaachús!

Enciendo la linterna del móvil, me quito los tapones, salgo de la mosquitera, paso al baño a por papel higiénico, me sueno la nariz, me meto en la mosquitera, apago la linterna del móvil.

Empiezo a buscar la postura y una luz azul me distrae de mi cometido?

El móvil de Manué se ha quedado cargando y la lucecita azul que te lo recuerda me molesta para dormir.

Enciendo la linterna del móvil, me quito los tapones, me cago en el del concierto mientras salgo de la mosquitera, cojo una camiseta, se la pongo encima al cargador, entro en la mosquitera de nuevo, me pongo los tapones, apago la linterna del móvil y ¡quiero dormir yaaaaaaaaaa!

Qué será de nosotros mañana…

Tenemos que ir a buscar una tarjeta de móvil para poder llevar internet encima, porque está claro que la que hicimos cuando llegamos a India ya no va a funcionar.

No estaría de más preguntar qué puede haberle pasado a la tarjeta de la cámara de fotos.

Deberíamos sacar dinero porque no recuerdo en qué momento hemos decidido seguir en India, como estaba previsto desde un principio.

Aguantaremos un par de días más en Varkala y después iremos subiendo hacia el norte en tren, como sea.

Me da en las narices que no va a ser tan sencillo…

OS SÚPER QUIERO MOCHITER@S

 

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: el viaje de mi vida, India, mochileros, sin dormir, varkala

ATRAPADOS EN VARKALA

30 noviembre, 2016 por taniacarrasco 4 comentarios

Varkala nos gusta, sí. Pero la idea era ver mucho sitios más y queremos salir de aquí ya.

Aunque Varkala tiene playa, un montón de tiendas hippies, escuelas de yoga en cada esquina y comida exquisita, tenemos sitios en mente mucho más interesantes para visitar.

Lo primero que toca hacer hoy es volver a organizar el petate y salir en busca de alojamiento, otra vez. Tenemos que encontrar una habitación a la mitad de precio y relativamente decente.

Es muy importante que tenga buena conexión a Internet. Si no la tiene, ni puedo escribir en el blog ni podemos buscar la manera de movernos a otro sitio.

A las 10 de la mañana y después de desayunar unos cuantos plátanos, nos ponemos la mochila a las espaldas y a patear.

Hace unos días, cuando cogimos el avión para la India, nos dio por pesar las mochilas en el aeropuerto.

¡Llevaba un mes cargando el mismo peso que Manué!?

Como su mochila es más grande y él tiene más fuerza, se suponía que se encargaría de llevar las cosas más pesadas. No nos habíamos dado cuenta de que el reparto no estaba siendo el correcto.

Un mes para arriba y para abajo con la mochila, llevando el mismo peso que él…

Hemos solventado el problema y la verdad es que lo noto. Ahora puedo subir y bajar escaleras con la mochila, a mucha más velocidad que antes…?

Vimos muuuuuchas habitaciones esa mañana.

Hay diferencias abismales entre unos alojamientos y otros.

Al principio, cuando entras a un sitio donde te reciben indios, piensas que la habitación será más barata pero más sucia.

Si te reciben blanquitos, piensas que la habitación será mas limpia pero más cara.

Y aquí de nuevo otra vez los prejuicios.

Hemos encontrado de todo, no se pueden hacer esas distinciones.

De hecho, no me gusta alojarme en habitaciones de blanquitos porque son más caras siempre y no hay posibilidad de negociación. ¿Más limpias? Pues a veces, pero no necesariamente.

Teníamos dos ofertas muy buenas: una habitación, separada del resto del hostal, con terracita con vistas al mar y otra en el interior, un poquito más barata, sin vistas pero más amplia y luminosa.

Agobiados con la decisión y con la cantidad de horas que llevamos buscando, nos sentamos a comer antes de decidirnos.

Con el estómago lleno se ve todo de otra manera?

Aunque son las 13:30, nos pedimos un desayuno de esos que resucitan a un muerto y disfrutamos de las vistas.

atrapados en varkala

 

Después de más de 3 horas con este calor, la mochila y sin parar de ver habitaciones, necesitamos reponer fuerzas.

Al mismo tiempo que nos ponemos finos de comida, intentamos tomar una decisión.

Tenemos dos opciones: habitación con vistas al mar por 500 rupias la noche y habitación sin vistas pero más amplia y luminosa por 400 rupias la noche.

Como aquí cada rupia cuenta, nos acabamos decantando por la más barata y vamos a por ella.

Cuando llegamos, la que nos gustaba estaba alquilada y la que quedaba nos la ofrecían por 500 ?

¡Mierda, nos teníamos que haber quedado con la que tenía vistas al mar!

Como estamos más que hartos de dar vueltas, nos quedamos allí.

Lo dueños parecen simpáticos y la habitación no está nada mal.

Tiene una cosa curiosa, muy habitual aquí, que a Manu le encanta: la ducha encima de la taza del váter. 

 

Hay que tener en cuenta que la foto no está en su tamaño real y se ve ensanchada. En realidad, la ducha está bastante más encima del wc.

Cuando se mete a duchar Manué, dice: “cariño, los que construyen las casas aquí, antes de decidir dónde poner la ducha, escupen al aire y donde caiga ahí que la enchufan. Bueno, así puedo cagar mientras me ducho”.?

Perdonadme las expresiones pero ponerle sinónimo a eso no me resultaba tan gracioso.

Cuando por fin soltamos las mochilas, me pongo a colocar la ropa de ambos.

Abro la mochila de Manu y me encuentro: un montón de jabones ayurvédicos y un juego de sábanas…

Sí, se las había “cogido prestadas” a Santos, de ese armario que descubrí poco antes de marcharnos.

Le regaño entre risas, porque cuando me doy la vuelta me está mirando con una cara de niño malo travieso que es para comérselo.

En realidad nos lo hicieron pasar tan mal con lo de los pasaportes que por unas sábanas y unos jaboncitos tampoco pasa nada.

Me recuerda a una historia de mi padre y unas aceitunas…?

Duchados y aseados, necesitamos ir al centro a buscar un cajero y a preguntar en la estación de tren.

Aún no hemos decidido cuándo ni dónde iremos pero queremos saber las posibilidades que tenemos. 

Buscamos un tuktuk que nos pide 100 rupias por llevarnos. Se acaban quedando en 70.

Pero cuando te subes al auto y lees un cartelito que pone que el kilómetro es a 10 rupias, te gustaría atizar al conductor.

¡Nuestro trayecto es de 3 kilómetros mamonazo!

Sacamos dinero después de hacer la correspondiente cola.

Está habiendo muchos problemas en India con el tema de sacar dinero de los cajeros, pero hasta el momento nosotros hemos podido sacar, casi siempre.

Tras esto, vamos a la estación de tren a mantener una conversación surrealista con el señor de las taquillas. 

Dice que no se puede reservar el billete. Que si el tren sale a las 10:30 de la mañana te tienes que venir a las 8 y esperar a ver si hay asiento.

¡Esto es que te meas!?

Anonadados, pasamos por un par de tiendas de móviles a ver si solucionan lo de la línea de Manu. Compró una tarjeta que debería llevar activa 3 días y no hay manera.

Nadie nos sabe dar una solución, así que caminito para casa que tenemos mucho trabajo buscando la forma de salir de Varkala.

Como ya sabemos lo que nos tiene que costar el tuktuk, por no ser muy cutres nos ponemos 50 rupias de presupuesto, aún sabiendo que tendrían que ser 30.

Nos para un señor tuktukero y cuando le decimos lo que le vamos a pagar, arranca sin mirarnos ?

Manu: “Nos va a tocar pagar más cariño”.

Tania: “No, lo que nos va a tocar es andar más”:

Entiendo que tenga que pagar un poquito más por la gracia de ser turista, pero que me engañen en mi cara sin ninguna educación, ¡perdona pero no!

Así que caminamos, que no es más de media hora y como todo pasa por algo, durante el trayecto nos encontramos con un grupo de españoles muy majos.

Están en Varkala formándose como profesores de yoga.

Fue un encuentro rápido pero en el que nos dieron algunas claves interesantes de este país y sus costumbres.

Creo que el día de hoy ya ha dado de sí todo lo que tenía que dar, pero nos queda uno de los mejores momentos…¡la cena!

Hemos descubierto que el restaurante Abba nos encanta. Nos ponemos morados de comida india y rematamos con tarta de zanahoria.

¡Ay mamá, qué tarta de zanahoria!

Manu que no quería tarta de zanahoria y que no es muy dulcero, por poco me deja sin ella.

Todo espectacularmente rico. ¡Inauguramos el Abba como nuestro nuevo restaurante favorito!

Nos vamos pronto a casa para seguir mirando dónde irnos y, cuando intentamos conectarnos a Internet, ¡la conexión no va!

Encima, mañana hay huelga, así que no podemos comprar otra tarjeta para el móvil de Manu.

Nos queremos cortar las venas.

¡Mañana nos volvemos a cambiar a un hostal con buen wifi, hasta que tengamos narices de encontrar la forma de salir de aquí!

ABRAZOOOOSSSSS?

 

 

 

 

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: atrapados en varkala, el viaje de mi vida, India, la mochila de tania, varkala

QUEREMOS SALIR DE INDIA ¡YA!

29 noviembre, 2016 por taniacarrasco 8 comentarios

Nos hemos equivocado con este país. Aquí no vale la improvisación. ¡Necesitamos salir de India!

Nos levantamos muy descansaditos y buscamos un restaurante sobre el que había leído Manu buenos comentarios.

En busca del restaurante, descubrimos la zona de playa que no habíamos visto ayer.

La playa de Varkala tiene mucho encanto y los hostales y tiendas de la zona llenan todo de color.

playa de varkala

Nos apretamos un desayuno de esos para el recuerdo y cuando salimos del restaurante damos un paseo por las tiendas.

 

El acoso al que te someten para que pases a comprar algo demasiado.

Como los pantalones de elefantes de Manué hubo que tirarlos porque el agujero de la entrepierna ya no era un agujero sino un boquete, vamos a comprarle otros pantalones a este hombre.

Además, llevo días intentando que se compre alguna camiseta porque se le ha ocurrido traerlas todas blancas…

Eran blancas hace un mes, ahora no sabría especificar el color.

Resulta que quiere unos pantalones de esos cagados tipo yogui, de los que no le gustaba que me pusiera yo cuando le conocí.

Cuando me aficiono a las mallas y tiro todos mis pantalones cagaos, mi chico se hace hippie y se los compra él.

Pasamos por una tienda y no soportamos la insistencia de la muchacha, así que pasamos.

Le enseña varios pantalones por 350 rupias, varias camisetas por 250 y le promete un precio mejor si se lleva dos prendas.

Después de regatear, salimos de la tienda con un pantalón y una camiseta por 600 rupias.

¡Echad cuentas!

Eso es, nos la han vuelto a colar.

Mientras mi novio el yogui maldice a la dependienta, que tiene bastante más calle que nosotros, nos encontramos con Martin y con Gina.

No nos han querido decir lo que estaban pagando por su hotel pero cuando les hemos dicho lo que estábamos pagando por el nuestro a Martin se le han puesto los ojos como platos.

Desde nuestro punto de vista, igual no es necesario derrochar el dinero. Pero oye, que si lo tienes me parece más que perfecto.

Hablamos con ellos de nuestro siguiente destino: Goa.

Todo el mundo habla de Goa. Es una zona muy turística de visita obligada si vienes a la India, el problema es cómo llegar.

Martin consiguió billete de tren pero Gina está como en una especie de lista de espera.

Cuando nos despedimos de ellos nuevamente, nos damos un baño en la playa pero no podemos disfrutarla.

Estamos un poco preocupados porque nos queremos ir mañana y aún no nos han devuelto los pasaportes.

Cuando llegamos a «casa» encontramos a Santos. Nos vuelve a pedir el dinero y le volvemos a pedir los pasaportes.

Dice que los trae enseguida y ya llevamos esperándole 2 horas de reloj. Este niño quiere morir…

Por no hablar de que le pedí papel higiénico ayer y todavía lo estoy esperando.

Nuestra preocupación va en aumento.

Cuando viajas de mochilero el pasaporte es tu vida. ¡Sin pasaporte estás perdido!

Ellos lo saben y vamos nosotros y se lo damos.

¡Tontos, tontos y más que tontos!

Por otro lado, estamos realmente nerviosos porque no vemos posibilidades que nos gusten para seguir moviéndonos por la India y hemos barajado la posibilidad de salir a otro país.

Como tenemos visado para 6 meses podemos volver más adelante.

Nos hemos dado cuenta que India es demasiado grande y demasiado complicada, en lo que al transporte se refiere.

Deberíamos haberlo traído todo planeado porque los trenes están reservados desde hace meses…

Con esto de practicar la espontaneidad y la improvisación se nos ha ido de las manos.

Mientras esperamos a Santos buscamos vuelos a otros países para tener algo en lo que pensar. Necesitamos olvidarnos de que ahora mismo somos unos indocumentados.

Estábamos a punto de coger un vuelo a Kuala Lumpur (Malasia) cuando me da por mirar el tiempo.

Tormentas y precipitaciones toda la semana.

¡Nuestro gozo en un pozo!

Empezamos a sentirnos atrapados en la India.

Manu sale a la terraza medio millón de veces a ver si ve aparecer a Santos y entra cada vez más cabreado.

Planeamos la manera de asesinarle y poder seguir viajando sin problema, pero no lo vemos viable.

Justo cuando os escribía y dos horas después de lo previsto, ¡aparece el niño con los pasaportes!

Su incipiente bigotillo y su sonrisa inocente nos hacen cambiar de idea y le dejamos vivir. Al final no ponemos en práctica ninguna de las venganzas que se nos habían ocurrido.

La felicidad que nos inunda cuando volvemos a tener los pasaportes en nuestras manos es tal, que olvidamos que queremos irnos de aquí cuanto antes.

Miramos el tiempo en los países que entran dentro de nuestros planes y todo lluvias. Aquí en la India un tiempo de la leche.

Mientras Manu sigue buscando una posibilidad viable yo subo a ver qué hay en el tercer piso de nuestro hostal.

Encuentro una terraza grande y un armario en el pasillo.

De repente, escucho una voz que procedía del armario y que me decía: «ven y ábreme, ven y ábreme».

Yo que soy muy obediente cuando me da la gana, no pude pasar por alto esas súplicas y fui a abrir el armario.

Dicho mueble contenía sábanas, jabones ayurvédicos como los que me compra mi mami en Madridejos y…¡papel higiénico!

¡Será mamón el niñato!

Ni corta ni perezosa, teniendo en cuenta que no me gusta robar, cojo prestado un rollo.

Que oye, ellos no lo usarán pero para mí el pasaporte y el papel higiénico se han vuelto imprescindibles en mi mochila.

Bajo toda contenta a enseñarle a Manu mi descubrimiento y me dice que coja jabones y todo lo que pueda, como venganza al sufrimiento provocado por la falta de documentación. ¡Y cómo no también por la mentira!

El niño me dijo que allí no tenía papel higiénico y que tenía que ir a buscarlo…

Ya he dicho antes que no me gusta llevarme cosas que no son mías, vaya a ser que el karma se acuerde de mí más tarde. No estamos para jugárnosla. Así que no hago caso a Manué.

Además, sábanas no necesitamos y jabón de momento tampoco. Peso innecesario para la mochila. Con el papel higiénico tengo bastante.

Como no encontramos solución al problema de movernos de Varkala, decidimos al menos cambiar de habitación.

La que tenemos es genial, todo nuevo, la cama súper cómoda y una terracita para nosotros solos, pero no entra dentro de nuestro presupuesto y ya vamos a pasar dos noches aquí.

Como sabemos que podemos conseguir algo decente por la mitad de precio, aparcamos nuestros planes de huida para después de cenar y nos vamos a buscar restaurante.

En el acantilado que compone la zona con más encanto de Varkala, se encuentran todos los restaurantes y casi todas las tiendas.

Según vas paseando, te van atosigando los managers de todos y cada uno de los restaurantes para que elijas el suyo.

Después de un paseo corto, porque había hambre, nos decantamos por un sitio muy cuqui cuyas mesas están decoradas con flores esparcidas por toda su superficie.

Primera línea para ver el mar, que de noche es una tontería como un castillo pero que ahí lo tenemos delante, aunque no lo veamos.

En Varkala, todos y cada uno de los restaurantes, tienen a la vista los mostradores de pescado fresco para que puedas elegir lo que quieras y la forma en la que quieres que te lo cocinen.

 

Aún sabiendo que esta cena nos va a salir cara, no nos podemos resistir.

Empezamos con unos cócteles: un mojito para Manué y un daiquiri de mango para mí. ¡Qué rico!

Me chiflan los daiquiris de fresa pero el de mango es una pasada.

¿En qué país te puedes tomar un daiquiri de mango hecho con fruta natural por 2€?

 

Estábamos degustando nuestros cócteles cuando nos llaman por detrás…

¡Martin y Gina otra vez!

O esto es muy pequeño o el universo intenta decirnos algo…

Cuando llega el pescado, a Manu le entran los 7 males.

Nos ponen un plato enorme con ensalada, patatas fritas y un trocito de pescado del tamaño de mi mano.

¿Y cómo tengo yo las manos?

¡Muuuuuuy pequeñas!

Menos mal que cuando lo probamos aquello estaba tan rico que se le pasó la pena. Ya me encargué yo de darle un poquito de lo mío.

Y como era de esperar, nos sablaron pero lo degustamos con placer.

Estaba hecho con una salsita de ajo, limón y mantequilla que le daba un sabor especial al pescado, aunque a mi estómago le sentó regular y se me puso barriga de siete mesina.

Volvemos a casa con una mezcla de sentimientos enfrentados.

Por un lado, no nos apetece nada hacer 26 horas de tren para llegar a Goa (que era el siguiente sitio en India que queríamos visitar) donde todo será más caro al ser más turístico.

Por otro lado, irse a un país donde no para de llover cuando aquí tenemos un tiempo estupendo, tampoco tiene demasiado sentido.

Vamos a intentar descansar a ver si mañana encontramos una solución de nuestro agrado.

HASTA MAÑANA MOCHITER@S

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: el viaje de mi vida, India, salir de india, varkala

HOUSE BOAT: DÍA DE BARCO Y NUEVOS AMIGOS

28 noviembre, 2016 por taniacarrasco 5 comentarios

Un día sin hacer nada, navegando en barco y comiendo arroz puede ser muy divertido.

Se me olvidó comentaos en el último post una cosa que nos pasó cuando quisimos coger un bus para visitar la playa de Allepey.

Salimos a la calle en busca del bus y como no encontramos la parada preguntamos.

Nos mandan de un sitio a otro como siempre, hasta que parece que damos con ella.

Cuando llegamos a la parada, le preguntamos a un muchacho joven que esperaba también y nos dice que tenemos que tomar el mismo bus que él. ¡Perfecto!

Pasan varios hasta que llega el nuestro. El muchacho muy sonriente nos invita a subir.

Según sube se va partiendo de risa hacia la parte delantera, donde otro par de chicos se mondan también mientras nos miran y hacen gestos de complicidad.

Le choca la mano al conductor que también nos mira riéndose y mandan para atrás al que se supone que nos tiene que cobrar.

Según se acerca, me doy cuenta que el chico que nos había dicho que ese era nuestro bus, los chavales que venían con el conductor y el mismo conductor, siguen mirándonos y descojonándose.

No sé hindi, o lo que sea que hablen por aquí, pero con sus gestos y risas yo entendí: «mira chavales, os he traído a un par de pardillos blanquitos para que los timéis con el precio del bus. Me llevo comisión de esto, ¿eh?».

Lo mismo estaban diciendo: «¡mira qué tía más buena os he traído al bus!», pero por si acaso…

Como el conductor estaba muy ocupado con las risitas, se le olvidó arrancar así que cuando estaban a punto de cobrarnos aún estábamos parados.

En ese momento dije: «cariño, baja del bus».

Mi cariño que me entendió al momento se bajó corriendo y los que nos chocamos las manos entonces fuimos nosotros, mientras a los chavales se les cambiaba la cara.

¡Buah! Ha sido el dinero invertido en tuktuk que menos me ha dolido soltar.

En fin…

Ayer habíamos pedido en el hostal que nos hicieran el desayuno de hoy para ir con fuerza a buscar nuestro barco.

Probamos otro desayuno típico que también nos encantó y fuimos en busca de nuestro objetivo.

La primera persona que vimos nada más llegar al puerto fue a Vini. Vini es el chico que nos aconsejó ayer que viniésemos hoy a primera hora.

Lo cierto es que aunque no conozcas a Vini, el primer barco que te encuentras es el suyo. Aunque quisieras pasarlo por alto, la música a todo trapo y la cantidad de chavales jóvenes a bordo, llaman la atención.

Pasamos directamente a ver el «Why not?», que es como se llama este house boat, y nos gusta bastante.

La habitación está fenomenal, toda de madera, con una gran cama de sábanas blancas, un ventanal enorme desde donde se puede ver el mar, el baño bastante nuevo de ducha con mampara y la parte de arriba llena de colchones donde tumbarse para disfrutar de las vistas.

Lo que no nos gustó tanto fue el precio, que sobrepasaba en bastantes rupias al que habíamos pensado gastarnos.

Hay que tener en cuenta que era un barco de dos habitaciones, con lo cual alquilarlo para nosotros solos era caro y compartir no nos apetecía mucho.

Por ese motivo, decidimos seguir viendo otros house boat, de una habitación, a ver si el precio mejoraba un poco.

Vini se quedó tranquilo y con una gran sonrisa…a pesar de que no nos decidimos por su barco.

Pronto entendimos porqué se quedaba tan tranquilo: sabía que tenía el mejor barco y que volveríamos.

Después de ver el barco de Vini, los demás se nos hacían poco. Eran viejuchos, menos limpios, con peores habitaciones…en fin.

Cuando estábamos intentando negociar para quedarnos con el barco entero y no tener que compartir, apareció una parejita de ingleses interesados en el mismo barco: Gina y Martin.

Creo que nos caímos bien porque enseguida estuvimos dispuestos a compartirlo.

Con Gina y Martin en el house boat

 

Gina en realidad es canadiense, afincada en Londres por amor a Martin. Martin, el pobre, malo del estómago por algo que comió el día anterior se pasó todo el viaje tumbado y sin comer.

El hecho de que Martin no pudises comer benefició mucho a Manu, que se comía su comida y la de Martin.

El viaje nos pareció un gran acierto desde el principio. Salimos del puerto a las 12 del medio día y las vistas no dejaron de soprendernos durante todo el trayecto.

El «todo incluído» que se supone que estábamos pagando con el precio final del house boat incluyó:

  • Comida a base de arroz y pescado chumascado lleno de espinas del tamaño de mi dedo índice.
  • Aperitivo de la tarde a base de café o té y platano frito con comino (sí, yo me pregunté lo mismo: ¿qué pinta el comino con el plátano?, pero estaba bueno)
  • Cena a base de arroz y pescado chumascado lleno de espinas del tamaño de mi dedo meñique.
  • Desayuno del día siguiente a base de tortilla francesa, crepes de coco, tostadas con mermelada de piña y café.

No nos pareció un «todo incluído» para tirar cohetes pero el viaje fue tan bonito y dormimos tan bien que no le dimos demasiada importancia.

Hasta que el cocinero nos pidió propina cuando nos íbamos…¡como si no hubiésemos pagado ya lo suficiente!

Estuvimos muy a gusto con Gina y Martin, que a la mañana siguiente ya se levantó mejor de su tripita y participaba más en las conversaciones.

Como nos cayeron muy bien y todos nos íbamos al día siguiente al mismo sitio, cogimos juntos el tuktuk a la estación de buses y llegamos juntos al nuevo destino: Varkala.

No me podía reír más con Martin. Subimos al bus que tenía, como todos, la música india a toda pastilla y dice mientras bailotea:

«¡Oh, my favourite song!» (Mi canción favorita).

Justo lo mismo que le pasa a Manué cada vez que subimos a un bus por estas tierras lejanas.

En el bus, compartimos el viaje con varios lugareños, varios mochileros más y un montón de pingüinos y osos polares.

Hay dos tipos de autobuses: los que no ponen ventanas para ahorrarse el aire acondicionado y los que ponen ventanas y curan jamones dentro cuando no tienen que llevar turistas.

En este viaje de bus conocí a la única mujer del mundo que mea más que yo: Gina. Nice to meet you.

Justo cinco minutos antes de llegar a Varkala, cambian la música india y nos ponen a Justin Bieber.

Y así está el gusto musical por estos lugares…

Creo que como pasemos mucho tiempo aquí me hago fan de Justin Bieber y hasta de Auryn si hace falta.

Gina y Martin no son mochileros, ellos van con sus maletas de ruedas a sus hoteles con encanto. Tienen claramente un presupuesto con el que no podemos competir.

Cuando nos despedimos, ellos cogen un taxi al hotel y nosotros nos pateamos la ciudad en busca de comida y alojamiento.

La comida la encontramos pronto, el alojamiento nos cuesta unas horas y un par de cabreos.

A la salida del restaurante negociamos un tuk tuk a la playa, que es donde se supone que están los alojamientos.

Como seguimos sin internet en el móvil no podemos saberlo con exactitud.

El hijo de su madre y de su padre del tuktukero, después de discutir un rato para que cambiase la dirección que le habíamos dicho, nos deja cuesta abajo casi en la arena de la playa, donde no hay ni un sólo hostal ni nada que se le parezca.

Vemos que tenemos que desahacer el camino que acabamos de pagar, subir la cuesta con las mochilas y buscar de nuevo dónde narices vamos a dormir.

Yo maldigo en silencio unos minutos para después agradecer al universo que tengo dos piernas y dinero para coger mil tuktuks si me da la gana, y domir donde me salga del ovario derecho.

Manu maldice en voz alta, le da patadas al aire y hace amagos de asesinar…

Y como siempre, ¿dónde están los tuktus cuando realmente los necesitas?

Pues nada, caminito parriba, nos cuesta un rato llegar a una calle con hostales.

Vemos varias cosas interesantes hasta que nos cruzamos con Santos.

Santos es un niño de unos 13 años que intenta negociar con nosotros una habitación.

Como me da entre pena y admiración que un niño tan joven sea tan negociante, accedo a ver su habitación mientras Manu sigue maldiciendo en voz alta.

Nos mete por unos callejones oscuros y algo alejados de la playa pero cuando llegamos a la casa y vemos la habitación nos gusta muchísimo.

Aunque negociamos un precio bastante bueno se sigue saliendo de nuestro presupuesto.

Manu está empeñado en ver otro sitio que traía en mente. Como no está para que le contradigan, nos despedimos de Santos y vamos a buscarlo.

No habíamos andado más de 2 minutos cuando aparece Santos en su moto para rebajarnos el precio.

Aún así, vamos a ver el sitio que quería Manu y nos acabamos decidiendo por el de Santos.

Nos pide el pasaporte y el dinero, que decidimos dárselo cuando nos devuelva el pasaporte, claro.

Ya es muy de noche, no tenemos hambre y la cama nos llama con mucha fuerza, así que ducha de las buenas y a dormir.

NOS VEMOS MAÑANA MOCHITER@S

P.D: hemos hecho millones de fotos del viaje en barco pero estamos teniendo problemas para pasarlas a la tablet. Lo siento Joaquín ?

 

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: allepey, el viaje de mi vida, House boat, India

¡¡LLEGAMOS A LA INDIA!!

23 noviembre, 2016 por taniacarrasco 4 comentarios

Sobre lo que os decía de que habíamos aprendido a no fiarnos de nadie, bla bla bla…Bueno, ¡pues era mentira!

El lunes nos levantamos temprano como siempre y degustamos nuestro último desayuno en Sri Lanka.

Manu se pasó la mañana ayudando a Videhé a actuailizar todos los perfiles de la Dolce Vita que tenían en internet. Mientras, Videhé le pedía consejos sobre qué podía hacer para que el negocio fuese mejor.

Cerca del medio día, nos montamos en el coche y nos llevan a la estación, que por los pelos llegamos.

Nos despedimos con cierta nostalgia, han sido casi 10 días juntos. Hacemos intento de abrazo pero nos sale regular, no está en su cultura tanta demostración de afecto.

Sin embargo, entre sus palabras de despedida Indi nos llama «familia» y eso nos llena de agradecimiento.

Ya en el tren, vamos contentos por varias razones: porque teníamos ganas de cambiar y porque nos hace muy felices encontrar gente como esta por el camino. 

Se supone que vamos en tren hasta Colombo, donde tenemos que llegar sobre las 18:00 (salimos de Midigama a las 13:50) y en Colombo cogemos otro tren hasta el aeropuerto que tarda otra hora. Llegaríamos al aeropuerto sobre las 19 y no cogemos el vuelo hasta las 2:30 de la mañana, así que vamos sobraos.

Lo peor que te puede pasar cuando vas en tren por estas tierras es que se ponga a llover.

Si se pone a llover hay que apagar el aire acondicionado (cerrar las ventanas). Eso supone que precisamente hoy que no nos vamos a poder duchar llegaremos a la India oliendo a tufillo para ir mimetizándonos con el entorno.

Mi chico que es muy listo y se ha puesto sus pantalones de elefantes, les vuelve a abrir el agujerito que cosimos el otro día para que al menos le entre airecillo por ahí.

Cuando llegamos a Colombo nos compramos un helado de fresa y vainilla (no sé a quién se le ha ocurrido tal cosa pero no funciona) para amenizar la llegada del próximo tren.

Pasan varios trenes y siempre preguntamos si es el nuestro. Sabemos que sale a las 18:20 pero preferimos preguntar siempre por si las moscas.

Como nos dicen que no, nos sentamos a esperar.

Se sienta un muchacho al lado de Manu y entablan una conversación. Como no estaba pendiente no me he enterado de nada así que le pregunto a Manué.

Yo: ¿De qué hablábais cariño?

Manué: Me ha dicho que si quería que fuese a comprarME agua y le he dicho que no, que tenía. Le he preguntado si quería beber y me ha dicho que sí.

Yo: jajajajjaja claramente te estaba lanzando una indirecta para que le dieses agua.

Manué: Sí, eso creo yo. Después me ha preguntado que dónde íbamos y le he dicho que al aeropuerto. Luego le he preguntado dónde iba él…

Yo: ¿Y dónde iba cariño?

Manué: Creo que a Matalascañas…

?????

Tardé rato en poder parar de reírme…

A las 18:10 llega otro tren, preguntamos que si va al aeropuerto y nos dicen que sí, así que echo a correr para pillar asiento y cuando veo que se me acaba el tren y no he encontrado ningún vagón con asientos libres, me meto. Manué detrás.

Se empieza a abarrotar aquello de gente y percibo en el suelo un montón de cosas gordas que se mueven.

¡El vagón estaba lleno de cucarachas y a mí se me ocurre ponerme chanclas justo hoy!

Supero el trance porque no me queda otra, mientras el ambiente del vagón empieza a hacer que me corra el sudor por la espalda. Manué empapado de arriba abajo y hasta el miércoles por la mañana no nos vamos a poder duchar…

Encima nos hemos equivocado de tren.

Habíamos comprado billetes en segunda clase y vamos en un tren que sólo tiene vagones de tercera y que va al aeropuerto, sí, después de recorrerse todo Colombo.

Además, hasta que no lleguemos a India y podamos comprar otra tarjeta para el móvil, no tenemos internet, así que no podemos saber con exactitud si el recorrido del tren es correcto.

Nos fiamos y cuando vemos pasar el aeropuerto nos bajamos.

Es de noche total y al contrario de lo que pasa en cualquier capital europea, donde el tren que va al aeropuerto te deja en el mismo aeropuerto, este tren te deja casi en un descampao a 4 km.

Buscamos un tuktuk…

Ósea que llevamos un mes huyendo del acoso de los tuktukeros y ahora, precisamente ahora que es cuando los necesitamos, ¡ni uno por la calle!

Empieza a chispear y a iluminarse el cielo con los truenos de la tormenta que se avecina y nosotros corriendo por la calle en busca de un taxi (tuktuk).

Bueno…lo que ellos llaman taxi y yo llamo motoreta de tres ruedas con caparazón.

Justo antes de que la tormenta empiece a descargar con fuerza encontramos un tuktuk en una esquina.

No estamos para negociar así que nos subimos y tendremos que pagar lo que nos pida…no estuvo mal del todo…

Ya en el aeropuerto, pasamos el primer control de los 15 que nos esperaban y compramos algo de comida.

Son las 8 de la tarde, el vuelo sale a las 2:30 de la mañana y no tenemos ni cartas…

Pasear, charlar y reírnos de todo lo que vemos no se nos da mal, así que las horas pasan rápido.

Son sólo dos horas de vuelo hasta llegar a Chennai (India)

Menuda desilusión cuando bajamos del avión y no nos da mal olor ni encontramos gente por la calle bailando Bollywood…

Como son las 4:30 de la mañana y aún no ha amanecido, un policía muy simpático nos recomienda quedarnos descansando en el aeropuerto hasta que amanezca.

La idea hoy es pasar el día en Cheenai con la mochila al hombro y coger un bus a las 6 de la tarde rumbo a Kerala.

Cuando amanece vamos en busca de un tren que nos deje cerca de la playa. Como acabamos de sacar dinero sólo llevamos billetes gordos.

Cuál es nuestra sorpresa cuando el que expide los tickets del tren no tiene cambio y ¡nos regala el billete!

Nosotros que veníamos acojonados porque todo lo que hemos leído ha sido sobre los ingeniosos timos a los turistas en India, nos llevamos un sorpresón y bajamos la guardia.

En el vagón soy la única mujer. Aquí la gente va dividida por sexos. Manué que es muy listo quería que nos metiésemos en el de mujeres. Yo puse más empeño y nos metimos en el de hombres.

Lo cierto es que a mí nadie me miró ni me dijo nada pero unas paradas después entró una mujer india y la echaron…

Antes de darnos una vuelta por la ciudad, intentamos localizar una tienda para comprar una tarjeta de teléfono y la ubicación exacta para coger el bus que nos llevará a Kerala.

En la estación central que es de donde se supone que sale, damos mil vueltas y no lo encontramos.

Me quedé muy aliviada cuando leí una gran pintada oficial que decía que «en las vías del tren no se puede mear ni defecar»…

Si no lo llego a leer a tiempo, yo que lo tengo por costumbre, la hubiésemos liado gorda…

Cuando desistimos de encontrar tarjeta para el tlf y localizamos, a un km de donde ponía el email de la reserva del bus, de dónde salimos esta tarde, nos vamos a dar un paseo por la ciudad.

Callejeamos entre el traficazo, los puestos de fruta y la gente durmiendo en la calle y nos metemos en un sitio con mucha gente donde nos para una moto.

El señor motorista que nos debió ver algo perdidos se paró a ayudarnos.

Nos explicó que eso era un edificio oficial y nos orientó para que llegásemos a la playa.

Como quedaba lejos, preguntó al tuktukero que teníamos en frente cuándo nos costaría que nos llevase y, cuando sacamos el billete gordo, de nuevo sin cambio…

Pues el señor motorista nos cambió el billetaco para que pudiésemos coger el tuktuk y así lo hicimos.

Llegamos a india

No entendemos muy bien lo de los timos constantes en India y la de cosas feas que hemos leído.

De momento, el policía del aeropuerto nos ha dado muy buenos consejos, el del billete de tren nos lo ha regalado por no tener cambio y el motorista no sólo se ha parado a orientarnos sino que nos ha hecho de intermediario con el tuktukero y nos ha cambiado el billete…

¡Qué afortunados nos sentimos!

Y venga a bajar la guardia…

Llegamos a la playa y de repente se pega a nosotros un muchacho.

Nos ofrece té, café, cigarros…tiene comida si queremos comer, tiene tuktuk si queremos transporte, tiene tours si queremos visitar sitios, tiene habitaciones si buscamos alojamiento…

Es tan pesado que nos cuesta mucho quitárnoslo de encima.

Cuando lo conseguimos, como realmente sí que nos apetecía ese café, nos damos la vuelta y nos sentamos donde nos indica.

Después de una larga conversación donde nos cuenta muchas cosas, nos empieza a caer simpático.

Como resulta que no son ni las 10 de la mañana y que hasta las 6 de la tarde que sale el bus no podemos hacer nada, decidimos que a lo mejor no es mala idea que este chaval nos pasee por la ciudad.

Primero comemos algo, también donde nos indica (desayuno típico y muy rico por cierto) y nos montamos en el tuktuk camino de no sabemos dónde.

Nos para en una iglesia y nos invita a bajar para que la veamos…

«Dejad aquí las mochilas, no pasa nada», dice.

Manu y yo nos miramos, lo pensamos, nos volvemos a mirar…

Como el tuktukero se da cuenta de que no nos fiamos mucho me ofrece las llaves del tuktuk.

Prueba suficiente, ¿verdad?

Dejamos todas nuestras cosas, menos la pasta y los documentos, en el tuktuk y nos bajamos a ver una iglesia…

Ya dentro pienso: ¿pero cómo somos tan tontos?

¡Acabamos de dejar todas nuestras cosas en un vehículo de alguien que acabamos de conocer!??

 

Ostras, ¡qué largo este post, no!

Tendré que seguir mañana no os vaya a aburrir ??

Besazooooosss

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: el viaje de mi vida, India, Timos

Barra lateral principal

Copyright © 2022 · Genesis Sample en Genesis Framework · WordPress · Acceder

Este sitio web utiliza cookies, tanto propias como de terceros para recopilar información estadística sobre su navegación y mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias, generada a partir de sus pautas de navegación. Si continua navegando, consideramos que acepta su uso. Acepto Leer Más
Política de cookies

Privacy Overview

This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may affect your browsing experience.
Necessary
Siempre activado
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Non-necessary
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.
GUARDAR Y ACEPTAR