Me despierto en la villa y recuerdo que es el último día de la gran visita. ¡Mierda! Hay que despedirse de la villa…
De María Luisa e Iván aún podemos disfrutar durante todo el día pero la villa ya ni olerla.
El equipaje está recogido desde anoche. Hemos tenido la suerte de que nuestros amigos trajeron mucho espacio en sus mochilas para poder llevarse cosas nuestras, así que nos han quitado bastante peso para que podamos hacer la vuelta sin facturar.
El último desayuno con libélulas, en medio del arrozal, con buffet libre…?
Nos despedimos de la villa, con una mezcla de pena y agradecimiento, y nos montamos en el taxi. Los chicos van delante para dejar las motos y pagarlas.
Me bajo con Manu a despedirme de Jomán (o como se llame) que es el chico del hostal donde hemos estado siempre en Ubud y el mismo que nos había alquilado las motos.
El muchacho saca la calculadora para hacer las cuentas de los que le debemos y Manu, que ya las traía hechas, jura y perjura que eso es lo que le debemos.
Jomán no se queda muy convencido pero se fía de nosotros.
Ale, ya vamos los 4 en el taxi camino de Jimbaran, al hostal de Herman y a pasar el día en la playa.
Por el camino, María Luisa no decía ni una palabra. Yo pensaba que estaba durmiendo porque ni siquiera se movía. Suele marearse en los viajes y había olvidado tomarse la biodramina antes de montarse en el coche.
Nosotros tres íbamos charlando animadamente cuando suena el teléfono del conductor. Alguien le pregunta por Isabel, pero en el coche no llevamos a ninguna Isabel. Después preguntan por Manu y por mi y ya me hago una idea de lo que pasa.
¡Nos habíamos equivocado en las cuentas y Jomán nos llamaba para que le pagásemos lo que le habíamos dejado a deber!
¡Ay la leche!
Si es que somos de letras…¡los dos!
Por suerte, Jomán y el conductor se conocían y simplemente tuvimos que darle el dinero a él para que se lo diese a Jomán a la vuelta.
¡Qué vergüenza!?
Llegamos al hostal de Herman sobre las 11 de la mañana, la hora perfecta para coger las motos y aprovechar el día. Pero cuando abrimos la puerta para que baje María Luisa, prácticamente se desploma.
Iba tan mareada que no podía ni andar…le costó un buen rato recuperarse. Entre Iván y yo la metimos en el hostal y la sentamos, le dimos agua y un poquito de azúcar, y poco a poco fue recuperándose.
Con el reiki que le hizo Manu y unas patatas fritas que le pidió Iván, empezó a ponerse mucho mejor todavía. Así que sobre las 12 ya estábamos camino de la playa.
Las motos que nos alquiló Herman dejaban mucho que desear…no le quedaban motos de las suyas y tuvo que pedirlas en otro sitio. En lugar de motos le trajeron dos cascajos, con lo que nos dijo que no nos preocupásemos si le pasaba algo a las motos, que estaban tan destrozadas que podíamos hacer con ellas lo que quisieramos.
No me preocupa que le pase algo a la moto, en todo caso que nos pase algo a nosotros o que a la poli le de por multarnos puesto que ni siquiera llevamos bien el faro delantero…En fin…
Llegamos a la playa, nos disponemos a bajar los 350 escalones y cuando vamos por el escalón 127, Iván se para en seco y pone cara de preocupación.
Cuando Manu pone esa cara el asunto suele ser grave…Veámos en qué acaba todo esto…
La cara de Iván se debe a que le viene a la cabeza, como un flash, la tarjeta de embarque, donde pone que se marchan el viernes y ¡van a coger el avión en sábado!
Yo me pongo tan contenta, con suerte su vuelo salió ayer y se tienen que esperar aquí unos días más hasta que salga un vuelo barato. Aunque creo que no tendremos tanta suerte…
Después de bajar los escalones que nos quedan y llegar a la playa, comprobamos que la marea está perfecta para darse un baño tranquilo.
Tranquilo, sin tener en cuenta que estoy en mis «días femeninos» y no se me ha ocurrido nada mejor que ponerme el bikini amarillo. Resultado: al cabo de un rato mi culo parece la bandera de España.
Fue muy gracioso, y muy higiénico, tener que cambiarme mis cositas en la arena, mientras Manu me rodeaba con la toalla, detrás de una piedra para que la gente del resort no se diese cuenta del espectáculo.
Sí, podía haber intentado bucar un baño, pero eso no habría sido tan divertido ?
Después de unas cuantas horas de playa, nos marchamos al mercado de pescado a darnos un merecido homenaje. Incluso nos permitimos el lujo de comprarnos una gambas para el aperitivo.
Estamos los 4 un poco apagadillos. Ellos porque se tienen que marchar y nosotros porque ellos se tienen que marchar.
Volvemos al hostal, nos duchamos, salimos a cenar, y cuando nos queremos dar cuenta ya estamos diciéndonos adiós con la mano, mientras el taxi se aleja.
Falsa alarma, el vuelo salía según lo previsto y todo quedó en un pequeño y bonito susto.
¡Qué bien lo hemos pasado estos días y cómo nos ha cundido!
Muchísimas gracias amigos por tomaos la molestia de gastar días de vacaciones para venir a visitarnos. ¡Ha sido un viaje inolvidable! Ya podemos ir buscando los billetes para el próximo destino ?
Nada más despedirnos, nos metemos en la cama porque estamos agotados. Hemos aprovechado los días tan bien que ahora nos van a hacer falta otro par de días para recuperarnos.
Es por ello que nos quedaremos en el hostal de Herman un par de días más, hasta que estemos preparados para subir al norte a bucear. Los precios de las inmersiones allí son muy baratos y no queremos irnos sin haber buceado durante nuestra aventura.
Bucear en sí, siempre es una aventura para mí, no he tenido ni una sólo inmesión donde no me haya ocurrido algo, pero me sigo empeñando en probar, una y otra vez.
Tengo la cabeza como una piedra…
Herman no está muy contento con sus huéspedes esta vez. Nos cuenta que han venido dos españolas muy macarras con las que no consigue entenderse.
Al día siguiente, después de un sueño reparador, salgo al patio a escribir un rato antes de desayunar, cuando sale una chica rubia, totalmente despeinada y chapurreando en un inglés ininteligible.
¡Esta es una de las españolas seguro!
Le doy los buenos días en castellano y me saluda sorprendida. Estaba intentanto decirle a Herman que a qué hora era el desayuno. Eran las 9:55 y el desayuno acaba a las 10, así que a los 3 minutos las tenías a las dos sentadas en la mesa esperando su comida.
Por lo visto, ayer tuvieron un pequeño percance con la moto y tenían que pagar los desperfectos. Pero Herman, que es más majo que las pesetas, comprobó que el desperfecto de la moto era anterior y no les hizo pagar nada.
Se pusieron tan contentas. Era su primer día en Bali y no estaban empezando con muy buen pie.
Cuando se vayan las españolas, nos vamos a cambiar a su habitación, no sé por qué. Según Herman, la habitación que tenemos estaba reservada y tiene que cambiarnos a la de las chicas.
No nos importa porque el cambio es para mejor…o eso creíamos.
Estábamos desayunando los dos cuando sale otra chiquita que no habíamos visto ayer. Johana es una francesita rubia de ojos muy claros, que nada más verla te da buen rollo.
Habla con Herman a cerca del miedo que le da coger la moto a ella sola y Herman se ofrece a darle clases. Como Manu no tiene mucho que hacer hoy, a parte de verme trabajar, le propongo que le de las clases él mismo.
A Herman le parece bien, a Manu le parece bien y a la muchacha también, así que todos contentos.
Y esto es lo más interesante que hacemos hoy durante todo el día.
Bueno, no, se me olvidaba algo:
Al medio día, buscamos un sitio nuevo para comer y entramos a un restaurante muy pintoresco. Se me había olvidado llevarme la cajita donde meto el aparato de los dientes mientas como, y lo envolví en una servilleta que Manu se guardó en su riñonera.
Como después de comer íbamos en busca de un helado para dar el colofón final, pensé que ya me pondría el aparato después, pero a medio camino cambio de idea.
«Manu, ¿me das el aparato que me lo pongo?»…
«¡Pero cariño, si te lo he dado en el restaurante antes de salir!», me dice con los ojos como platos.
Imagínate dónde estará mi aparato, que se ha quedado envuelto en servilletas encima de la mesa de un restaurante.
Vamos a buscarlo pero ya no se puede hacer nada, ha pasado a mejor vida…
Lejos de lo que estarás pensando, ni me alteré, ni maté a Manu, ni maldije en ningún idioma, sólo me quedaban un par de días para cambiarlo por el aparato del mes siguiente y no era una gran pérdida.
Así que la vida siguió con «normalidad».
Pero te aseguro, que los próximos días van a ser movidos…¡no te los pierdas!
UN ABRAZO ENORME, SOBRE TODO PARA MALU E IVÁN, que han sido los protagonistas absolutos de estos días en el paraíso.
¡OS QUEREMOS!