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HOUSE BOAT: DÍA DE BARCO Y NUEVOS AMIGOS

28 noviembre, 2016 por taniacarrasco 5 comentarios

Un día sin hacer nada, navegando en barco y comiendo arroz puede ser muy divertido.

Se me olvidó comentaos en el último post una cosa que nos pasó cuando quisimos coger un bus para visitar la playa de Allepey.

Salimos a la calle en busca del bus y como no encontramos la parada preguntamos.

Nos mandan de un sitio a otro como siempre, hasta que parece que damos con ella.

Cuando llegamos a la parada, le preguntamos a un muchacho joven que esperaba también y nos dice que tenemos que tomar el mismo bus que él. ¡Perfecto!

Pasan varios hasta que llega el nuestro. El muchacho muy sonriente nos invita a subir.

Según sube se va partiendo de risa hacia la parte delantera, donde otro par de chicos se mondan también mientras nos miran y hacen gestos de complicidad.

Le choca la mano al conductor que también nos mira riéndose y mandan para atrás al que se supone que nos tiene que cobrar.

Según se acerca, me doy cuenta que el chico que nos había dicho que ese era nuestro bus, los chavales que venían con el conductor y el mismo conductor, siguen mirándonos y descojonándose.

No sé hindi, o lo que sea que hablen por aquí, pero con sus gestos y risas yo entendí: «mira chavales, os he traído a un par de pardillos blanquitos para que los timéis con el precio del bus. Me llevo comisión de esto, ¿eh?».

Lo mismo estaban diciendo: «¡mira qué tía más buena os he traído al bus!», pero por si acaso…

Como el conductor estaba muy ocupado con las risitas, se le olvidó arrancar así que cuando estaban a punto de cobrarnos aún estábamos parados.

En ese momento dije: «cariño, baja del bus».

Mi cariño que me entendió al momento se bajó corriendo y los que nos chocamos las manos entonces fuimos nosotros, mientras a los chavales se les cambiaba la cara.

¡Buah! Ha sido el dinero invertido en tuktuk que menos me ha dolido soltar.

En fin…

Ayer habíamos pedido en el hostal que nos hicieran el desayuno de hoy para ir con fuerza a buscar nuestro barco.

Probamos otro desayuno típico que también nos encantó y fuimos en busca de nuestro objetivo.

La primera persona que vimos nada más llegar al puerto fue a Vini. Vini es el chico que nos aconsejó ayer que viniésemos hoy a primera hora.

Lo cierto es que aunque no conozcas a Vini, el primer barco que te encuentras es el suyo. Aunque quisieras pasarlo por alto, la música a todo trapo y la cantidad de chavales jóvenes a bordo, llaman la atención.

Pasamos directamente a ver el «Why not?», que es como se llama este house boat, y nos gusta bastante.

La habitación está fenomenal, toda de madera, con una gran cama de sábanas blancas, un ventanal enorme desde donde se puede ver el mar, el baño bastante nuevo de ducha con mampara y la parte de arriba llena de colchones donde tumbarse para disfrutar de las vistas.

Lo que no nos gustó tanto fue el precio, que sobrepasaba en bastantes rupias al que habíamos pensado gastarnos.

Hay que tener en cuenta que era un barco de dos habitaciones, con lo cual alquilarlo para nosotros solos era caro y compartir no nos apetecía mucho.

Por ese motivo, decidimos seguir viendo otros house boat, de una habitación, a ver si el precio mejoraba un poco.

Vini se quedó tranquilo y con una gran sonrisa…a pesar de que no nos decidimos por su barco.

Pronto entendimos porqué se quedaba tan tranquilo: sabía que tenía el mejor barco y que volveríamos.

Después de ver el barco de Vini, los demás se nos hacían poco. Eran viejuchos, menos limpios, con peores habitaciones…en fin.

Cuando estábamos intentando negociar para quedarnos con el barco entero y no tener que compartir, apareció una parejita de ingleses interesados en el mismo barco: Gina y Martin.

Creo que nos caímos bien porque enseguida estuvimos dispuestos a compartirlo.

Con Gina y Martin en el house boat

 

Gina en realidad es canadiense, afincada en Londres por amor a Martin. Martin, el pobre, malo del estómago por algo que comió el día anterior se pasó todo el viaje tumbado y sin comer.

El hecho de que Martin no pudises comer benefició mucho a Manu, que se comía su comida y la de Martin.

El viaje nos pareció un gran acierto desde el principio. Salimos del puerto a las 12 del medio día y las vistas no dejaron de soprendernos durante todo el trayecto.

El «todo incluído» que se supone que estábamos pagando con el precio final del house boat incluyó:

  • Comida a base de arroz y pescado chumascado lleno de espinas del tamaño de mi dedo índice.
  • Aperitivo de la tarde a base de café o té y platano frito con comino (sí, yo me pregunté lo mismo: ¿qué pinta el comino con el plátano?, pero estaba bueno)
  • Cena a base de arroz y pescado chumascado lleno de espinas del tamaño de mi dedo meñique.
  • Desayuno del día siguiente a base de tortilla francesa, crepes de coco, tostadas con mermelada de piña y café.

No nos pareció un «todo incluído» para tirar cohetes pero el viaje fue tan bonito y dormimos tan bien que no le dimos demasiada importancia.

Hasta que el cocinero nos pidió propina cuando nos íbamos…¡como si no hubiésemos pagado ya lo suficiente!

Estuvimos muy a gusto con Gina y Martin, que a la mañana siguiente ya se levantó mejor de su tripita y participaba más en las conversaciones.

Como nos cayeron muy bien y todos nos íbamos al día siguiente al mismo sitio, cogimos juntos el tuktuk a la estación de buses y llegamos juntos al nuevo destino: Varkala.

No me podía reír más con Martin. Subimos al bus que tenía, como todos, la música india a toda pastilla y dice mientras bailotea:

«¡Oh, my favourite song!» (Mi canción favorita).

Justo lo mismo que le pasa a Manué cada vez que subimos a un bus por estas tierras lejanas.

En el bus, compartimos el viaje con varios lugareños, varios mochileros más y un montón de pingüinos y osos polares.

Hay dos tipos de autobuses: los que no ponen ventanas para ahorrarse el aire acondicionado y los que ponen ventanas y curan jamones dentro cuando no tienen que llevar turistas.

En este viaje de bus conocí a la única mujer del mundo que mea más que yo: Gina. Nice to meet you.

Justo cinco minutos antes de llegar a Varkala, cambian la música india y nos ponen a Justin Bieber.

Y así está el gusto musical por estos lugares…

Creo que como pasemos mucho tiempo aquí me hago fan de Justin Bieber y hasta de Auryn si hace falta.

Gina y Martin no son mochileros, ellos van con sus maletas de ruedas a sus hoteles con encanto. Tienen claramente un presupuesto con el que no podemos competir.

Cuando nos despedimos, ellos cogen un taxi al hotel y nosotros nos pateamos la ciudad en busca de comida y alojamiento.

La comida la encontramos pronto, el alojamiento nos cuesta unas horas y un par de cabreos.

A la salida del restaurante negociamos un tuk tuk a la playa, que es donde se supone que están los alojamientos.

Como seguimos sin internet en el móvil no podemos saberlo con exactitud.

El hijo de su madre y de su padre del tuktukero, después de discutir un rato para que cambiase la dirección que le habíamos dicho, nos deja cuesta abajo casi en la arena de la playa, donde no hay ni un sólo hostal ni nada que se le parezca.

Vemos que tenemos que desahacer el camino que acabamos de pagar, subir la cuesta con las mochilas y buscar de nuevo dónde narices vamos a dormir.

Yo maldigo en silencio unos minutos para después agradecer al universo que tengo dos piernas y dinero para coger mil tuktuks si me da la gana, y domir donde me salga del ovario derecho.

Manu maldice en voz alta, le da patadas al aire y hace amagos de asesinar…

Y como siempre, ¿dónde están los tuktus cuando realmente los necesitas?

Pues nada, caminito parriba, nos cuesta un rato llegar a una calle con hostales.

Vemos varias cosas interesantes hasta que nos cruzamos con Santos.

Santos es un niño de unos 13 años que intenta negociar con nosotros una habitación.

Como me da entre pena y admiración que un niño tan joven sea tan negociante, accedo a ver su habitación mientras Manu sigue maldiciendo en voz alta.

Nos mete por unos callejones oscuros y algo alejados de la playa pero cuando llegamos a la casa y vemos la habitación nos gusta muchísimo.

Aunque negociamos un precio bastante bueno se sigue saliendo de nuestro presupuesto.

Manu está empeñado en ver otro sitio que traía en mente. Como no está para que le contradigan, nos despedimos de Santos y vamos a buscarlo.

No habíamos andado más de 2 minutos cuando aparece Santos en su moto para rebajarnos el precio.

Aún así, vamos a ver el sitio que quería Manu y nos acabamos decidiendo por el de Santos.

Nos pide el pasaporte y el dinero, que decidimos dárselo cuando nos devuelva el pasaporte, claro.

Ya es muy de noche, no tenemos hambre y la cama nos llama con mucha fuerza, así que ducha de las buenas y a dormir.

NOS VEMOS MAÑANA MOCHITER@S

P.D: hemos hecho millones de fotos del viaje en barco pero estamos teniendo problemas para pasarlas a la tablet. Lo siento Joaquín ?

 

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: allepey, el viaje de mi vida, House boat, India

COMIENDO COMO LOS INDIOS

25 noviembre, 2016 por taniacarrasco 9 comentarios

Aprendiendo a comer como indios y jugándonos la vida para comprar cerveza.

Nada más entrar a la habitación del hostal, nos despegamos la ropa del cuerpo y nos metemos en la ducha.

Mi ropa está lista para la lavandería pero la de Manu va directa a la basura. Su camiseta de Goku y sus pantalones rojos de elfantes con aire acondicionado en la entrepierna, ya han hecho todo el servicio que tenían que hacer.

Antes de encontrar el hostal, habíamos parado a desayunar en un callejón que nos pareció muy «indio» y por suerte encontramos lo que estábamos buscando: un lugar típico para comer como ellos y alejados de turistas. 

La sonrisa del dueño nos encantó. Era un sitio oscuro y lleno de bichitos, pero es que otra cosa es muy complicada.

Sin embargo, lo tenían todo muy bien montado.

En la cocina dos mujeres preparando la comida en el momento; un señor mayor que suponemos que era el padre recogiendo las mesas; la mujer en la «caja»cobrando y él ayudando en la cocina y encargándose de servir a los clientes.

Era un sitio tan típico tan típico que servían lo mismo todos los días para desayunar, comer y cenar. No hay posibilidad de mucho más. Y eso era lo que queríamos. 

Como el desayuno nos encantó y el dueño nos pareció muy agradable, volvimos para comer y también para cenar.

comiendo como los indios

Efectivamente, es arroz con cosas, pero es que el lo que comen aquí todos los días…

Hoy nos sentimos muy indios.

Realmente, todo estaba delicioso. Manu sudando como siempre pero disfrutando de la comida, como siempre también.

Además, el dueño y nuevo amigo Kumar, nos iba explicando qué era cada cosa y se preocupaba mucho que de no nos faltase nada en el plato.

En las paredes, carteles de «no usamos colorantes», «no usamos conservantes», «todo es fresco y recién hecho», etc, y eso nos encantó también. De hecho se veía perfectamente cómo hacían la comida delante de tus narices.

A parte de comer como gorrinillos, hicimos muchas más cosas en nuestro primer día en Allepey (Kerala).

Lo primero fue intentar sacar dinero. No es fácil cuando sólo algunos cajeros te dan y de 2000 rupias en 2000 rupias. Tuvimos que ir a varios bancos y aún así no conseguimos sacar todo lo que queríamos.

Después fuimos en busca de una tienda donde poder comprar una tarjeta para el móvil, que tampoco fue fácil.

Más tarde, después de comer en el restaurante de nuestro amigo Kumar, fuimos en busca de una de las experiencias que dicen que no te puedes perder aquí: pasar un día en un house boat (casa barco).

La cantidad de barcos para elegir es mucha y los precios bastante elevados.

Vini, que se dedica a alquilar este tipo de barcos, nos recomienda que lo mejor es volver al día siguiente temprano, que habrá más barcos y nos podrán ofrecer mejor precio.

Como hasta ahora hemos tenido mucha suerte con la gente, nos fiamos y decidimos volver al día siguiente.

Así que ya sólo nos queda ir a ver la playa.

La playa de Allepey es enoooorme y laaaaaaarga y…y ya está. No es una playa especialmente bonita. Damos un paseo corto, vemos en la orilla un gran cadáver de un pescado gigante (jamás había visto unas vértebras de ese tamaño) y nos marchamos.

Estamos muy cansados pero tenemos antojo de cerveza.

Hemos hecho varios intentos de buscarla pero siempre nos mandan de un lado a otro y acabamos desistiendo.

Esta vez damos con el lugar, que está justo al lado del restaurante de Kumar, donde iremos a cenar, claro.

Bueno, lo de la cerveza fue muy raro.

Entramos en un callejón oscuro y estrechísimo donde no paraban de entrar y salir hombres. Al final del callejón un montón de tíos borrachos comprando alcohol. Mujeres, una: yo. 

A mi derecha otro blanquito con cara de asustado.

Le preguntamos qué narices es eso y nos dice que una tienda gubernamental.

No hacemos más preguntas. Compramos un par de cervezas y salimos de allí pitando.

Abrimos una para ir bebiendo camino del restaurante y acompañar la cena con ella. Estamos seguros que a nuestro amigo Kumar no le va a importar que pasemos bebida de fuera.

Cuando llegamos y le preguntamos nos dice que no puede ser. Que nosotros podemos beber si queremos pero que dentro del restaurante él puede tener problemas…

No sabemos muy bien cómo funciona aquí lo del botellón pero estamos en una esquina bebiendo cerveza…

La gente nos mira raro y a mí ya se me han quitado las ganas de beber.

«Pareja de españoles encarcelados en la India por consumir alcohol en la calle…»

¡Paso paso!

Mejor vamos a cenar como los indios.

La cena que nos sirven es tan deliciosa que mientras come y suda mi Manué no para de hacer soniditos como: «ummmm, buahhhh».

Cuando nos pusieron un plato con trocitos de carne que a Manu le supo a gloria, preguntamos por el origen de dicha carne.

Kumar nos dijo que era ternera. Ternera=vaca, vaca india=sagrada…

Le preguntamos a Kumar que cómo es que se comían la vaca si era sagrada y nos dijo ¡que eso era una leyenda urbana! ¡Que en la India se come vaca como en todos sitios!

Nos echamos a reír los tres y seguimos comiendo. 

Al acabar, nos despedimos de Kumar intercambiando teléfonos y facebook de nuevo y volvemos a casa.

No hemos parado en todo el día pero a mí aún me toca escribíos.

¡No os quejaréis! ?

Es la primera vez desde que empezamos el viaje que tenemos una habitación con tele, así que mientras yo os escribo Manué se ve una peli.

Mañana nos levantaremos temprano para ir a buscar un barquito de esos…a ver si tenemos suerte y lo encontramo a buen precio.

Sería genial poder pasar el día navegando, sin hacer nada, con todo incluído, dormir viendo el agua desde tu habitación y despertar así también…

Puede ser una bonita experiencia.

Os cuento mañana.

????

 

 

Publicado en: MIS VIAJES Etiquetado como: allepey, indios, SriLanka

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