Las despedidas nunca se me han dado bien…Algo se muere en el alma cuando un amigo se va.
Los días en Melaka han sido geniales.
Como dice Tim, hemos formado una pequeña familia que se va disolviendo poco a poco. Y eso nos pone algo tristes.
Ahora que empezábamos a dormir mejor, nos tenemos que marchar.
Han sido días de hacerlo todo juntos.
Desayunar juntos, pasar la mañana juntos, comer juntos, cenar juntos, y pasar las noches jugando a cartas hasta altas horas de la mañana.
La verdad es que yo no he jugado nada más que el último día. Aprovechaba ese momento en que estaban todos juntos haciendo lo mismo, para adelantar trabajo del blog.
El primero en abandonar el nido fue Max. Después nos dejaron Matías y Oliver. Y ahora nos toca a nosotros.
Mañana abandonamos el nido porque nos ha salido un trabajillo en Kuala Lumpur.
Nos han ofrecido alojamiento en una casa, a cambio de mantenerla limpia.
Y, además, el sábado se organiza una cena española donde Manu hace de chef y donde nos llevaremos la mitad de las ganancias.
Si la cosa sale bien, nos dará para un resort de playa de esos molones que nos gustan a nosotros.
Como es nuestra última noche, Tim nos quiere llevar a cenar a un restaurante indio.
Por nosotros perfecto, ¡ya sabes que nos encanta la comida india!
Aunque, como dice Barbara, la comida picante, pica dos veces: cuando entra y cuando sale.
Pero ahí el que más problema tiene es Manu.
En la cena: Silvia e Isaak, Barbara y Lucas, Tim, Manué y yo.
La cena transcurre sin grandes acontecimientos.
La comida estaba buena, pero nada espectacular.
Después de cenar, partida de cartas, como siempre.
¡Esta vez sí que me animo!
No me quiero quedar sin saber en qué consiste ese juego al que juegan cada día.
Como Tim quiere conocer buena música española, le ponemos a Alejandro Sanz, ¡faltaría más!
A pesar de que Isaak insiste en poner Melendi o Camela.
Camela pasa, ¿pero Melendi?…
Antes de ponernos a jugar, nos escribe Ken, el dueño de la casa que vamos a limpiar.
Está preocupado por si le dejamos tirado con la cena del sábado.
¡Ya se han apuntado 15 personas!
Y eso que les va a costar bastante cara nuestra tortilla…
Le explicamos que no tiene de qué preocuparse, que mañana por la tarde estamos allí sin problema.
Llega el momento de irse a la cama. Presiento que hoy vamos a dormir genial.
Estamos solos en la planta de arriba y nadie nos molestará con sus ruidos.
Si nos metimos en la cama a eso de la 1, ya antes de las 6 de la mañana nos habíamos levantado varias veces…
¡Cagándonos encima!
¡Maldito picante!
Como somos tan respetuosos, para no molestar a los demás, nos bajábamos al piso de abajo.
Cuando nos lo hacíamos a la vez, nos repartíamos los baños.
Más de una vez estuve a punto de no llegar al de abajo…
A las 8 de la mañana yo había ido al baño 4 veces, y Manu 5.
Cuando pensábamos que la tormenta había pasado, nos movíamos un poco en la cama y ale, otra vez al baño.
Si pudiese coger al del restaurante indio en este momento…
Cuando conseguimos calmar un poco nuestras barrigas y bajar al salón, Lucas estaba igual.
Había ido al baño 4 veces, y las que le quedaban.
Cuando llega Silvia, nos dice que Isaak está con las mismas.
Definitivamente nos pusieron algo en mal estado.
Los únicos que no se iban por la pata abajo eran Barbara y Tim.
Manu fue el que más comió, claro, así que él es el que peor está.
A Tim le costaba entenderlo. Su estómago está a prueba de bombas.
¡Menudo mostrenco de tio!
Con este panorama, tenemos dudas a cerca de si deberíamos marcharnos.
Son sólo un par de horas de bus, pero pueden ser terribles.
Pero como escribamos a Ken y le digamos que hoy no llegamos porque no vamos de baretas, no se lo va a creer y va a pensar que le estamos dejando tirado.
Que estos chinos son muy raros.
Y efectivamente…
Llamamos a Ken para contarle la situación y ¡discusión al canto!
Nos habla de una serie de malentendidos que no comprendemos.
Al final, parece que recula y nos manda mensajes conciliadores.
Y como Manu se encuentra algo mejor, decidimos coger el bus para presentarnos en Kuala Lumpur a la hora acordada.
Nos despedimos de Tim y del resto del grupo, con mucha pena.
A Silvia e Isaak les veremos la semana que viene, pero con los demás será difícil volver a coincidir.
Nunca se me dieron bien las despedidas.
Intento evitarlas por todos los medios y hacer como que no pasa nada.
Pero es duro cuando realmente sabes que será difícil volverte a ver.
Volviendo al tema del señor Ken, que será nuestro «jefe» esta semana…
Quería que estuviésemos en la casa a las 8:30, porque el chico que cuida la casa en este momento nos tiene que enseñar lo que tenemos que hacer.
Cuando ya vamos en el bus, nos escribe otra vez para decirnos que no habrá nadie en casa hasta las 10.
Así que planeamos la forma de asesinar al chino.
Después de salir corriendo para estar a la hora prevista, nos va a tocar esperar una hora y media en la calle.
Como nos dé por cagar va a ser muy divertido.
El caso es que, como es un señor muy majo, nos sugiere que aprovechemos para cenar durante ese tiempo muerto.
Aún no se ha enterado de que hoy no entra en nuestros planes eso de cenar.
Si todo lo que entra en nuestro cuerpo…sale, es tirar el dinero sin necesidad.
Para rematar el día, en el trayecto del cercanías hasta la casa del chino, nos echan del vagón.
Por lo visto tienen vagones sólo para mujeres y Manu no daba el perfil.
Hicimos esta foto, con nuestro reflejo en el cristal del tren, para recordar ese momento.
A las 10 menos cuarto nos presentamos en la casa.
El muchacho ya está dentro.
Nos recibe un escocés muy majo que nos explica un poco en qué va a consistir nuestro trabajo.
Limpiar y regar las plantas serán nuestros principales cometidos.
Lo bueno es que cuando este chaval se vaya mañana, vamos a estar totalmente solos en el casoplón.
Nadie nos presionará para limpiar y podremos hacer nuestra vida con tranquilidad.
¡Un chollo de trabajo!, aparentemente.
Se supone que tenemos que dormir los tres en el mismo cuarto.
Una habitación con capacidad para 6 personas, donde el escocés está curando jamones.
Tiene puesto el aire acondicionado, ¡y dos ventiladores!
¡Yo no duermo ahí ni harta de vino!
Pero el chico que es muy listo, nos dice:
«Qué necesidad tenemos de dormir los 3 juntos, estando todas las habitaciones vacías».
Según las normas, está totalmente prohibido.
Pero es que nunca he sido yo de seguir normas absurdas.
Mañana cuando se vaya el escocés, ya nos cambiamos a las habitaciones del «servicio».
Después de la noche movidita que hemos tenido, del día de cagalera, de la discusión con el chino y de que nos hayan echado del vagón, por lo menos vamos a poder dormir solos y tranquilos.
Silvia me escribe para decirme que Tim se ha quedado triste.
Verdaderamente nos comportábamos como si nos conociésemos de toda la vida.
Incluso nos entendíamos, a pesar de mi inglés estrafalario.
A nosotros también nos ha costado la despedida.
Es duro decir «hasta pronto», sabiendo que será muy difícil volver a coincidir.
Pero querer es poder…¡nunca se sabe!
HASTA LA PRÓXIMA MOCHITER@
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